Esta semana dos integrantes de la gavilla de escruchantes liderada por Jorge Alberto Parrondo, caída en desgracia en marzo pasado tras robar en un edificio ubicado en Laprida al 800, cerraron sus condenas en el marco de juicios abreviados. Cristian Leonel De Marco, de 24 años, acordó una pena a 3 años de prisión condicional. Mientras que Jonathan Ezequiel Fernández, un hombre a punto de cumplir 27 años y conocido en la calle por el apodo "Piñón", negoció una condena de 3 años pero de prisión efectiva y el pago de una indemnización a las víctimas de 50 mil pesos en cuotas. A ambos la Fiscalía los había imputado por nueve hechos de robos en departamentos céntricos cometidos entre agosto de 2014 y marzo de este año además de ser parte de una asociación ilícita. Para llegar a ellos fue determinante una escucha telefónica registrada en una causa sobre abuso sexual.
De Marco y "Piñón" Fernández fueron detenidos la noche del sábado 21 de marzo pasado cuando fugaban en un Ford Focus color champán junto con Parrondo, de 50 años, y Jonathan Ezequiel Flores, de 26. La gavilla había robado en un departamento del undécimo piso ubicado en Laprida al 800. Se habían hecho con un botín de 759 dólares, 55.360 pesos, varios relojes, una pistola calibre 11.25 y un revolver 32. Personal de la Unidad Investigativa Región II de Rosario, dependiente de la Dirección General de la Policía de Investigaciones (PDI), lograron detenerlos ya que mediante una orden judicial escuchaban en tiempo real las comunicaciones telefónicas que mantenía Parrondo con sus muchachos. Andrés Daniel Flores, de 22 años, se presentó ante la Justicia luego de la caída del resto de la gavilla y también quedó pegado.
Los imputados. El 23 de marzo los fiscales de Investigación y Juicio Nicolás Foppiani y Georgina Pairola le atribuyeron a los cinco acusados una decena de robos calificados "por efracción y por haberse cometido en poblado y en banda". A eso se le sumó el agravante de uso de llaves falsas o verdaderas sustraídas. A la gavilla le asignaron una "aceitada logística, capacidad económica, distribución clara de roles y gran capacidad para atentar contra la intimidad de las víctimas", todo lo que conforma una asociación ilícita. En el caso de Parrondo, la Fiscalía agravó su conducta por considerarlo el organizador de esa organización.
En la audiencia imputativa el juez Héctor Núñez Cartelle negó la introducción del delito de asociación ilícita. Dictó prisión preventiva por 30 días y otorgó una morigeración con salidas laborares al único sospechoso que se presentó en forma espontánea: Andrés Flores. Posteriormente hubo una nueva audiencia donde se prorrogó la medida cautelar con la modalidad "sin plazo". Pero un incumplimiento de Andrés Flores en la morigeración de su detención generó una tercera audiencia en la que el juez le revocó ese beneficio.
Los fiscales Pairola y Foppiani apelaron la decisión de Núñez Cartelle ante la Cámara Penal y en junio pasado el vocal Daniel Acosta resolvió incorporar el delito reclamado a la imputación. El camarista revocó la decisión del juez de garantías y coincidió con la postura fiscal. En ese sentido remarcó que "el delito de asociación ilícita es de carácter permanente y requiere la existencia de un acuerdo de voluntades, estable y con caracteres de cohesión y organización, entre tres o más personas con la finalidad de cometer delitos en forma general e indeterminada, «aun cuando se refieran a una misma modalidad comisiva»".
Los hechos. Está claro que el éxito en los escruches, el robo de un domicilio cuando sus residentes están ausentes, está cimentado tanto en la destreza del ladrón como en la precisión de la información con la que cuenta. Y la banda de Parrondo era "una organización criminal muy aceitada en su accionar con una muy importante capacidad de logística, inteligencia previa y profesionalismo", según la descripción dada a los fiscales en un informe elaborado por la PDI.
Los escruches que le achacaron a la gavilla se produjeron entre agosto de 2014 y marzo último. El primero del que se tiene constancia ocurrió el 24 de agosto de 2014 en un departamento del primer piso de un edificio de Santa Fe 1063. De allí se llevaron 3.500 euros, una notebook, pequeñas alhajas, relojes, perfumes importados, ropa, pasaportes argentino e italiano, DNI viejos, pasaportes vencidos de la familia. Las cámaras de seguridad de los bancos ubicados en la cuadra captaron la llegada de dos de los acusados cargando una funda de guitarra en la que presumiblemente llevaban herramientas y bolsos.
Luego continuaron en la Nochebuena de 2014 en dos departamentos del primer piso del edificio de Rioja 765. En uno de ellos hallaron 80 mil dólares. El último día de ese año atacaron dos departamentos del 9º piso del edificio de España 15, y de uno de ellos se llevaron 5 mil pesos.
Nada se supo de ellos hasta el 8 de marzo de este año cuando se produjeron 3 escruches: uno en el 9º piso de Montevideo 669 de donde se alzaron con 30 mil pesos; y dos en 4º piso de Santa Fe 853. Allí robaron 570 euros en uno y 5 mil pesos en otro además de numerosas pertenencias. El último hecho registrado, el día de la caída, tuvo lugar la noche del 21 de marzo en Laprida 882 de donde se alzaron con dólares, pesos, dos pistolas y otros elementos.
Los roles. Al analizar los detalles dados por los fiscales en las distintas audiencias puede advertirse un guiño de la fortuna. El celular de Parrondo había sido intervenido por orden de la fiscal Karina Bartocci en una investigación de la Unidad Especial de Delitos contra la Identidad Sexual. Y eso fue lo que permitió escuchar en tiempo real los movimientos de la banda. "Surge que el organizador de la banda criminal sería Jorge Alberto Parrondo y que su interlocutor y hombre de confianza e integrante de la banda sería Jonathan Flores", explica el informe de la PDI que indica a "Piñón" como uno de los ejecutores materiales de los hechos.
Del análisis de las escuchas surgió que Parrondo era el organizador. El hombre que seleccionaba los objetivos. El que realizaba las tareas de inteligencia en las inmediaciones: verificar la existencia de cámaras de seguridad, tipo de ingreso a los edificios, tipo de cerraduras, así como los hábitos de las futuras víctimas para explicarle a sus pupilos cómo y cuándo debían ingresar. Mientras el golpe se llevaba a cabo, Parrondo esperaba afuera monitoreando con un handy la frecuencia policial. También surgió de la investigación la sólida capacidad económica de la banda que invertía parte del botín en la compra de herramientas y había alquilado un departamento en Suipacha 1100 que utilizaban como base de operaciones.