Y una fría noche se apagó la luz. La misma que generaron casi todas las estrellas que se congregaron bajo el cielo de Sudáfrica por un mes para darle vida a la Copa del Mundo en un territorio hasta no hace mucho tiempo impensado. Pero quedarán por siempre los destellos de una histórica España. La misma que entró con la chapa de favorita para inscribir de una vez su nombre en las páginas doradas de los campeones. Comenzó su incursión con el pie izquierdo, es cierto. Pero si de los errores se aprende, entonces La Furia terminó haciendo un culto a su único acto fallido. El dueño de Europa, y ahora también colonizador del continente, demostró ser tan dinámico como posesivo con la endemoniada Jabulani. Ayer, sufrió ante Holanda en la final. Aunque también demostró el temple de los grandes de verdad cuando la adversidad acechaba. El misil de Andrés Iniesta en el segundo período del suplementario fue un bálsamo de placer y unión para toda la península ibérica. Y la imagen de Casillas mostrando al mundo el trofeo más anhelado fue una clara señal de que con trabajo serio y jugando en función de equipo se puede hacer historia.l