Victoria.— Es una colina, a cinco kilómetros de Victoria, una conservadora
ciudad entrerriana de 40 mil habitantes en la que mueren unas 25 personas al mes. En la colina hay
unas cuantas tumbas, algunas sin nombre, que esperan su destino terrenal. El cementerio será
rematado el 31 de agosto y los vivos se pelean por su posesión. Para los enterrados la eternidad no
es garantía de nada.
El cementerio Colinas del Recuerdo tiene 335 parcelas vendidas, el predio está
planificado para 12 mil, de las cuales 8.993 están delimitadas, aunque solamente están ocupadas las
"300 y pico, bien no se sabe", como dice un deudo. Porque la gente sigue visitando a sus muertos
queridos. El precio de remate es 71.180 pesos por las cinco hectáreas que ocupa. "Creo que si una
hectárea en estos campos valen unos 8 mil dólares, este terreno no puede valer lo que está tasado,
menos de la mitad", dice Nilo Bruno, el rematador de Victoria.
Es el único cementerio privado. El municipal está “destruido”, como
dicen , y hay que buscar opciones.
En las tumbas se repiten historias, Un padre que murió un año después que su
joven hijo. Un viudo que no soportó más de 8 meses la vida sin su mujer. En una hay enterrados un
hombre y dos mujeres de la misma edad con el apellido del primer difunto. La imaginación tiene
pasos inseguros en la colina perforada de muertos.
“Se hace saber que los inmuebles a subastar— parcelas y
capilla—se encuentran afectados al funcionamiento de un cementerio privado”, dice el
edicto, y ahí comienzan las disputas.
Nilo Bruno, el rematador, explica que en ningún lado dice que “debe seguir
siendo un cementerio”, otros dicen que “debe seguir siendo un cementerio, segun las
ordenenzas municipales no se puede hacer otra cosa”. A Bruno lo llamaron interesados de
Buenos Aires, Rosario, Santa Fe y Paraná, “toda gente del rubro”, dice. El remate es
con base, si no hay ofertas se suspende; no hay retasa ni pujas sobre monto cero. Bruno cree que
vale más, los interesados que vale menos. El 31 de agosto a las 11 será el día de las definiciones.
El interesado. El hombre baja de un auto japonés. En la “empresa”, como la llama,
lo aguardan inmensas salas, tres Mercedes y muchos ferétros. Es Fabián Martínez, dueño de San
Cayetano, la casa fúnebre interesada en comprar el campo de los muertos. “Hace 40 años que
estamos acá. Esta ciudad sabe que somos serios—dice mientras acomoda su corbata negra sobre
su camisa negra en su impecable traje a rayas, negro—. Y nosotros teníamos pensado un
cementerio privado. Este no vale mucho más de lo que piden”, dice, y camina en su
territorio.
Luego contará que “se puede ver el servicio por internet”, y que
“el cementerio es el último eslabón de la cadena y nosotros los tenemos todos. Para un
cementerio privado se precisan 100 mil habitantes; Victoria tiene 40 mil”. Analiza el
negocio. “Esto no se puede revender. Sólo sirve para cementerio y no es rentable, hay que
poner mucho dinero y comprarlo es perder plata”. Martínez quiere comprar igual. La tasa de
muerte es de 25 por mes. Aunque los números no cierran, él tiene la estructura.
Para el rematador Bruno la cosa es más fácil. “Si una hectárea vale entre
8 mil y 10 mil dólares, ese terreno no puede valer 70 mil pesos. Además se puede poner cualquier
negocio. En el pueblo están seguros de que va a ser un cementerio. “estábamos preocupados,
pero ya dijeron que no van a sacar los muertos y esperamos que esto termine” dice un deudo
compungido.
En Argentina hay unos 300 cementerios privados. Luis, un empresario de Buenos
Aires interesado en el negocio, descarga: “Hay que poner mucha plata en el Colinas, remover
la tierra, mantenerlo, cargar con el personal y que la gente esté bien”. La
“gente” son los muertos y no puede haber menos de cuatro metros entre las parcelas.
“Nadie entierra un muerto, se entierra un padre, una madre, un hermano”, cuenta.
En el imaginario los muertos queridos siguen vivos, y esto los
“funebreros” lo saben. El paraíso sin pasos previos debe ser maravilloso y eso
“cuesta”. Ahora rematan el Edén ¿Será negocio comprarlo?