—Otra vez debemos referirnos a un tema que, en los últimos años, ha sido tal vez recurrente:
el destino del ser humano en lo personal y social, las circunstancias que determinan que tal
devenir no sea auspicioso y el dolor.
—¡¿Pero cómo no considerar la cuestión frente a los sucesos que se observan?! Esta
crítica situación afecta a toda la humanidad, a todas las regiones del mundo, sea de una forma o de
otra. Es decir, cada país tiene sus propias dificultades.
—En las últimas horas nos hemos enterado de nuevas matanzas en universidades de los
Estados Unidos de Norteamérica que se unen a otros problemas que padece el país del norte. Es
cierto que, comparativamente, los sucesos internos son menores al de otras naciones menos
desarrolladas, pero no es menos cierto que su condición de potencia y la necesidad de mantener su
hegemonía producen actos bélicos que resienten a la sociedad norteamericana y al mundo. Por otro
lado, Hezbollah ha lanzado una amenaza contra Israel y el escenario puede ser cualquier punto del
planeta. El terrorismo no cesa en sus propósitos. En Irak siguen los atentados y las muertes. En
Colombia siguen los secuestros y los padecimientos. En Argentina lo que ya se conoce: más de 60.000
muertos en los últimos 10 años por causa del delito y de accidentes de tránsito. Ni hablar de las
condiciones de Africa y naciones asiáticas.
—Pero esto es apenas lo que se ve, Candi, ¿y lo que no se observa a primera vista?
—Claro, es cierto. Algunas de las cosas que no se observan, por ejemplo, es el daño
devastador que producen las drogas en cientos de millones de personas y familias en todo el mundo;
la presencia de enfermedades como consecuencia del irrespeto por el orden natural de las cosas.
Esto afecta a millones de seres humanos en todo el planeta. Y ni hablar de las injusticias que se
multiplican en todas partes y así podríamos seguir enumerando. ¿¡Cómo no habrá entonces dolor,
soledad y desazón?!
—Odio, resentimiento, envidia, ansias exacerbadas de poder, hambre de gloria que no es
gloria arrastran al ser humano a un estado de pobreza espiritual que determinará, más pronto de lo
que se piensa, un estallido cuyas consecuencias serán imparables.
—¿Pero acaso esto es la realidad de un epicentro lejano que no tiene consecuencias en
la persona de las sociedades periféricas? Desde luego que no, porque cuando uno arroja un peso
sobre el agua del estanque los círculos se extienden hasta el recóndito lugar del recipiente. Y
aquí ocurre lo mismo. Y detrás de todo este maremoto están los buenos, los justos o los que aspiran
a serlo, que deben soportar la marejada.
—El destino del ser humano, en este planeta, hubiera podido ser maravilloso,
paradisíaco, pero ese nos el propósito de algunos humanos (si es que se les puede llamar así) y
cierto poder oscuro. Nos queda la esperanza de que alguna vez la sombra sea vencida por la luz.
Candi II
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