—No soy un desconocedor de la realidad penal argentina y puntualmente santafesina. Durante muchos años visité los despachos de los jueces, anduve por penales, entrevisté a convictos y ex convictos, visité los escasos institutos de rehabilitación de adictos, y conozco un poco sobre la realidad policial, el camino de la droga y otros delitos. Sé de las tristezas en los penales, que conozco no sólo por razones laborales sino por cuestiones humanitarias y de ello pueden dar fe actuales funcionarios provinciales (y lamento mucho tener que cometer el pecado de decirlo, pero me es necesario habida cuenta de la circunstancia). He visto llorar a encarcelados y desamparados. Yo sé muy bien qué cosa es el dolor de los pobres. Lo digo con respeto, pero a mí y a muchísimos más los filósofos de las cátedras que hablan de pobreza y de delito y que jamás salieron de su mundo (y entre los que tengo amigos a los que quiero mucho) no nos aportarán mucho más acerca de soledad, de llanto y de miseria. Pero también sé del llanto de familias enteras por el asesinato de un ser querido y he visto cómo algunos jueces han permitido la libertad condicional de sujetos peligrosos que nada más trasponer la puerta del penal violaron a mujeres y mataron sin escrúpulos arruinando la vida para siempre de personas buenas que lo único que deseaban era vivir en paz. Y esto sigue ocurriendo. En las últimas horas hemos asistido, todos, a la conmovedora pregunta de esa señora cuyo marido quedó parapléjico por la bala de un delincuente con antecedentes al que un magistrado dejó libre. "¡¿Por qué, que venga el juez y me lo explique, que dé la cara?!", dijo llorando la mujer. ¿Quién y cómo retorna la paz y la felicidad a ese hogar? Aquí todos hablan de más penas o menos penas. ¡Es un grave error ese debate! Aquí se trata de hablar de orden o desorden. Es menester poner orden y hacer justicia en un sociedad desordenada por donde se la mire, convertida en un cambalache grotesco en donde a la garantía se la confundió con la abolición y la impunidad pareciera que ya es un derecho. Es cierto que más penas no solucionan el problema de fondo (lo hemos dicho aquí muchas veces), pero el problema, señoras y señores, es que además de no solucionarse el meollo de la cuestión, esto es la pobreza, la ausencia de educación y el infernal tráfico de droga, se hace la vista gorda en cuanto a corrección. Este cóctel es tremendo. En Uruguay, un Estado socialista, este señor famoso, Gaby Alvarez, está preso por atropellar y matar a dos personas, aquí al que con su auto mató a la mamá y a su hijito le dieron olímpica libertad. ¿Y qué cosa es poner orden? Siempre me he manifestado en contra de la pena de muerte. También me mostré contrario al burdo concepto de castigo entendido como venganza. Yo no quiero venganza, no se ajusta a mis principios y a mis sentimientos, pero sí corrección del sujeto que delinque y privación de la libertad si es peligroso. Hasta mañana.