La sensación es que sólo es cuestión que decante, que no hay una solución mágica y mucho menos rápida. Que la actitud es el gran antídoto, o paliativo. Central no encuentra las herramientas para transformarse en un equipo confiable. Sigue estando descompensado y en esa lógica ilógica termina dependiendo siempre de las bondades y defectos de sus rivales. No logra que los adversarios se sometan a sus patrones de juego porque no los tiene y termina arrinconado por el rol de partenaire que no le queda cómodo a ningún equipo con pretensiones. Dentro de esos parámetros, empata, pierde y a veces gana. No obstante, está claro que el impacto anímico que significó eliminar a River le produjo una dosis de autoestima que es imprescindible para seguir buscando el camino.
También es cierto que el trajín de la doble competencia no le deja tiempo para detenerse en análisis que rápidamente queda a un costado. Este es el caso. El equipo de Russo no pudo terminar de saborear el gran paso que dio en la Copa Argentina porque Boca y Newell’s aparecen en el horizonte cercano. Serán dos pruebas de carácter más antes de meterse de lleno en la definición de la Copa Argentina.
La referencia más volcada al aspecto mental que al futbolístico no es antojadiza. Central es un equipo confiable en lo temperamental, pero su juego deteriora la convicción de seguir buscando y buscando pese a algunos resultados, y fundamentalmente rendimientos muy por debajo de las necesidades. En 10 fechas de campeonato y 3 fases de Copa Argentina, Russo ya probó de todo. Alternó a Donatti, Acevedo y Berra en la zaga central; juntó y separó a Musto y Nery Domínguez en el centro; ahora recuperó a Barrientos, que es el mejor volante mixto que tiene; puso a Becker por derecha y suelto; recuperó a Encina y a Niell que volvieron de lesiones; mezcló a Abreu con el petiso y con Valencia y empieza a tomar un poco más seguido la opción de Acuña. Pero los resultados son casi siempre los mismos: mucha debilidad para contener en el medio, una lucha contra los molinos de viento de los marcadores centrales, espacios tentadores para los rivales a las espaldas de Ferrari y Delgado y escasa generación de juego, casi nula. Salvo el revulsivo lógico y temporario de las variantes, como se vio claramente el lunes último en el partido frente a Lanús. Los que ingresan tienen el ímpetu y los arrestos individuales que le infunde la adrenalina de ingresar, pero al rato ya quedan enconcertados en la descompensación que tortura a la estructura futbolística auriazul.
El partido con River ameritaba saltear la presión que mete River en el medio y por eso valió el recurso del pelotazo sistemático para que Abreu distribuya cerca del área. Pero sólo tenía como opción a Valencia. Y sólo a veces. Esta referencia intenta correr del análisis el partido en San Juan porque allí sí se justificaba estratégicamente sacrificar la generación de juego y control de la pelota.
El problema es que Central termina jugando muchas veces de esa manera porque no tiene juego e intenta acercarse al área rival con un recurso que los demás conocen bastante.
Mientras sigue buscando, el aspecto actitudinal lo mantiene en combate. Por eso muchas veces se levanta cuando parece que la caída no va a tener fondo.
Para lo que viene tiene un dato a favor. Los partidos frente a Boca y Newell’s tienen un gran componente extra que baja desde la cabeza a los pies. Y en ese rubro Central está intacto.
Y un dato en contra. Muchas veces su rendimiento es tan flojo, que al temperamento no le alcanza para equilibrar el desarrollo. wLa sensación es que sólo es cuestión que decante, que no hay una solución mágica y mucho menos rápida. Que la actitud es el gran antídoto, o paliativo. Central no encuentra las herramientas para transformarse en un equipo confiable. Sigue estando descompensado y en esa lógica ilógica termina dependiendo siempre de las bondades y defectos de sus rivales. No logra que los adversarios se sometan a sus patrones de juego porque no los tiene y termina arrinconado por el rol de partenaire que no le queda cómodo a ningún equipo con pretensiones. Dentro de esos parámetros, empata, pierde y a veces gana. No obstante, está claro que el impacto anímico que significó eliminar a River le produjo una dosis de autoestima que es imprescindible para seguir buscando el camino.
También es cierto que el trajín de la doble competencia no le deja tiempo para detenerse en análisis que rápidamente queda a un costado. Este es el caso. El equipo de Russo no pudo terminar de saborear el gran paso que dio en la Copa Argentina porque Boca y Newell’s aparecen en el horizonte cercano. Serán dos pruebas de carácter más antes de meterse de lleno en la definición de la Copa Argentina.
La referencia más volcada al aspecto mental que al futbolístico no es antojadiza. Central es un equipo confiable en lo temperamental, pero su juego deteriora la convicción de seguir buscando y buscando pese a algunos resultados, y fundamentalmente rendimientos muy por debajo de las necesidades. En 10 fechas de campeonato y 3 fases de Copa Argentina, Russo ya probó de todo. Alternó a Donatti, Acevedo y Berra en la zaga central; juntó y separó a Musto y Nery Domínguez en el centro; ahora recuperó a Barrientos, que es el mejor volante mixto que tiene; puso a Becker por derecha y suelto; recuperó a Encina y a Niell que volvieron de lesiones; mezcló a Abreu con el petiso y con Valencia y empieza a tomar un poco más seguido la opción de Acuña. Pero los resultados son casi siempre los mismos: mucha debilidad para contener en el medio, una lucha contra los molinos de viento de los marcadores centrales, espacios tentadores para los rivales a las espaldas de Ferrari y Delgado y escasa generación de juego, casi nula. Salvo el revulsivo lógico y temporario de las variantes, como se vio claramente el lunes último en el partido frente a Lanús. Los que ingresan tienen el ímpetu y los arrestos individuales que le infunde la adrenalina de ingresar, pero al rato ya quedan enconcertados en la descompensación que tortura a la estructura futbolística auriazul.
El partido con River ameritaba saltear la presión que mete River en el medio y por eso valió el recurso del pelotazo sistemático para que Abreu distribuya cerca del área. Pero sólo tenía como opción a Valencia. Y sólo a veces. Esta referencia intenta correr del análisis el partido en San Juan porque allí sí se justificaba estratégicamente sacrificar la generación de juego y control de la pelota.
El problema es que Central termina jugando muchas veces de esa manera porque no tiene juego e intenta acercarse al área rival con un recurso que los demás conocen bastante.
Mientras sigue buscando, el aspecto actitudinal lo mantiene en combate. Por eso muchas veces se levanta cuando parece que la caída no va a tener fondo.
Para lo que viene tiene un dato a favor. Los partidos frente a Boca y Newell’s tienen un gran componente extra que baja desde la cabeza a los pies. Y en ese rubro Central está intacto.
Y un dato en contra. Muchas veces su rendimiento es tan flojo, que al temperamento no le alcanza para equilibrar el desarrollo.