En los momentos de confusión, lo mejor es parar la pelota y mirar hacia adentro. La realidad de Central implora un poco de serenidad para encontrar explicaciones a su pobre inicio del torneo de la B Nacional. La derrota ante Olimpo en Bahía Blanca despertó muchos interrogantes, viejos fantasmas y una apremiante necesidad de reacción que puso al conjunto canalla muy cerca de la aconsejable estación de los replanteos.
Central todavía no encontró respuestas. Esa es una de sus pocas certezas que tiene entre manos. Y debe seguir tamizando inquietudes y removiendo escombros para llegar a descubrir un punto confiable de despegue. Hoy más que nunca se debe dejar guiar por la naturaleza de su espíritu de búsqueda. Por el reclamo de su gente. Y por el peso de sus obligaciones.
Con escasos siete puntos en seis fechas, el conjunto auriazul sabe que quemó mucho crédito de arranque y que ese déficit tempranero sólo puede saciarse con una pronta recuperación que le permita llegar a los puestos de ascenso. Esa es su única misión, aunque hasta ahora no escuchó, o no supo resolver, su mandato.
Este comienzo canalla exhibe muchas cuentas pendientes, en lo particular y en lo colectivo.
Caranta debe atajar alguna imposible que sirva para ganar puntos desde el arco. Ferrari y Talamonti tienen que volver a ser ellos mismos para transformarse en aportes de valía. Peppino, reinventarse. Casteglione debe terminar de vestirse de patrón defensivo y aprender a contagiar seguridad a un entorno endeble. Por su parte, Yacuzzi está lejos de blindar su sector y necesita volver a respetar las bases de su oficio.
En tanto, Gagliardi y Lagos tienen que ser más dinámicos, incisivos e influyentes en su recorrido por las bandas. Y Méndez debe ser una locomotora menos efectista y más constante. De ellos depende gran parte del fútbol que puede generar Central, y deben hacerse cargo de una buena vez.
Arriba residen las flaquezas más marcadas. Bracamonte y Toledo parecen empecinados en desperdiciar goles y chances que les otorga el entrenador. Juegan lejos del arco rival, casi siempre de espaldas y habitualmente se pierden entre errores groseros y la fricción con la zaga rival. En seis fechas no hubo conquistas de delanteros de área y eso desnuda la irritante levedad del ataque canalla.
El uruguayo Freitas no debe conformarse con ser un actor de reparto en este ciclo. Mientras que Medina, Encina y Pipi García tendrían que rebelarse más enfáticamente frente al rótulo de alternativas de ocasión que hasta ahora los persigue.
Por el lado de los pibes del club, habría que que dosificar un poco las exigencias. Nery Domínguez, Becker, Jonás Aguirre, Costa y Coniglio son la sangre joven, mitad realidad mitad promesa, que puede empujar con el desparpajo que traen de las inferiores. Sufrirán lógicas irregularidades, con picos muy altos y otros muy bajos. Porque son pibes y están en la fase de irrupción. Por eso, de ninguna manera se puede esperar de ellos el soporte esencial de un proceso.
Y Russo tiene que encontrar el equipo. Ni más ni menos. El sistema y los nombres indicados para ponerlo en práctica. Tiene que impregnarle una línea definida de juego, un estilo conveniente, una receta que ponga a Central en su verdadero nivel. Un desafío que hasta el momento no le está resultando sencillo y le consume tiempo.
Así Central muestra claramente que es un equipo con problemas individuales y una deuda colectiva. No deja huella por donde pasa y eso lo define. Las respuestas, como en toda intención de cambio, están adentro. Debe surgir una señal de reacción. Antes de que sea tarde.