Es difícil que a Diego Latorre se le escape alguna declaración sin el auxilio de una definición de manual. Hace rato que las cámaras y los micrófonos reemplazaron a la pelota para que Gambetita encontrara su lugar en el mundo del periodismo deportivo. Por eso no sorprende que acceda a la charla con Ovación como un profesional al tanto de sus obligaciones y consciente del escenario cambiante y explosivo en el que le toca moverse. Luce tan ajeno al personaje como estrategia que también se distancia del exhibicionismo de divo que podría esperarse de una de las voces más reconocidas a la hora de hablar de fútbol. El gran momento que atraviesa Central, la confusión ideológica que jaquea a Newell's, la buena estrella que ilumina a Coudet, el aprendizaje de Bernardi como técnico rojinegro y una mirada sobre la selección argentina. Todo bajo el tamiz de Latorre.
—¿Ves a Central para ganar la Copa Argentina o el torneo?
—Por supuesto que puede ganar cualquiera de las dos competencias. Porque salir campeón depende de cosas chiquititas, Central demostró que es un equipo con personalidad para aguantar la presión de pelear el torneo. Ya midió el prestigio que tiene jugando en canchas sin el apoyo de su gente y sacó buenas notas.
—¿Es el que mejor juega?
—No sé, pero le doy un valor grande a Central porque se atreve a jugar sin miedo a equivocarse.
—¿Juega así por Coudet?
—Sí, claro. El Chacho le dio su sello al equipo. Central es audaz, optimista, que cree en lo que hace. Tiene a un entrenador que no limita al jugador ni le castiga el error, porque sabe que equivocarse está dentro del juego. Coudet transmite eso. Además es contemporáneo a los pibes y los chicos se reflejan en él. Saben que es un ídolo y ellos quieren seducir a alguien que tiene el afecto del hincha. Ser querido le impone respeto al jugador.
—¿Por qué el Chelito Delgado aún no pudo readaptarse al fútbol argentino?
—Lo que pasa es que el fútbol mexicano, de donde viene, es muy plácido y te envicia. Cuando volvés te encontrás con esa competencia feroz que tenés en el fútbol argentino. El Chelito estaba muy cómodo en ese funcionamiento social en México y todo eso te lleva un tiempo para readaptarte. También puede pasar que el jugador no encaja en lo que quiere el entrenador porque el equipo juega a otra cosa. La velocidad o la vorágine del equipo le pasan por encima a un jugador que ya no tiene 20 años.
—¿Central no juega para él?
—Puede ser. El Chelito es un gran extremo y se ve que hoy no encuentra su lugar en la cancha. Pero se terminará imponiendo. Es cuestión de tiempo, justo lo que escasea en el fútbol argentino.
—¿Por qué Newell's no puede retomar el rumbo que logró con Martino?
—Newell's venía teniendo una línea coherente de entrenadores después de Martino. Parecía que iba a jugar así, que había una línea determinada del equipo. Con la contratación de Gallego la dirigencia dio muestras de que se quería apartar de eso. Esto fue confuso para el jugador. Si el club viene laburando para una idea futbolística y llega un entrenador con un pensamiento opuesto, eso no es bien cibido para el futbolista aunque sea conveniente el cambio.
—Entonces está inmerso en una gran confusión.
—Hay que ver quiénes sostienen las ideas y si los entrenadores están preparados para eso. Una cosa es tener afinidad futbolística con un modelo de juego y hay que ver si el técnico es capaz de llevarlo adelante con convicciones. El fútbol es mucho más complejo que imitar un patrón de juego. Muchos técnicos nuevos crecen y ven a un modelo de juego que se identifican porque les gusta. Porque en este caso Martino lo hizo muy bien, pero hay que ver si el entrenador está preparado para saber qué pasa en el equipo cuando no funciona. Para eso necesitás capacidad. No es copiar y pegar. El jugador se da cuenta cuando un entrenador copia y pega.
—¿Tenés una idea formada de Bernardi como entrenador?
—Lo veo bien. Quiere que el equipo juegue de una determinada manera porque él siente el fútbol de esa manera. Es genuino con eso porque creció en ese club y lo verificó en la cancha en el momento de esplendor de Newell's. Constató un montón de cosas, que pudieron haber empezado por una sensación y terminaron en un convencimiento futbolístico. Que Bernardi lo haya podido vivir desde adentro ya no tiene igual. Al principio, un entrenador comete errores y lamentablemente no hay espacio para que los cometa. Después él se irá haciendo a través de las rectificaciones que hace. Por ejemplo, después de perder contra Independiente, Gallardo dijo que se había equivocado en el planteo. Y mirá que estamos hablando de un entrenador que ganó mucho y ya tiene un recorrido. Es raro que se reconozca públicamente como lo hizo Gallardo. Los entiendo a los técnicos, no quiero ser condescendiente con ellos, pero no se los valora nada. En el fútbol argentino lo que se construye, se destruye en un segundo. Da pena eso. Hay una cultura de la destrucción del fútbol muy fuerte. Se valora más al DT que saca un puntito sin tener sustento de nada y se le dice trabajador a cualquiera. Vivimos en esa atmósfera. Nos descapitalizamos de los conceptos de café que antes eran una certeza. Por ejemplo, si el dos la reventaba era porque no le quedaba otra. Pero había que salir jugando. Esas verdades, hoy las miramos de costado y nos preguntamos: ¿qué es jugar bien? Y eso es la desolación total. Para nosotros jugar bien es lo que da resultado. No participo de esa comedia.
—¿Ves incómodo a Martino en la selección?
—No, lo que no me gusta que tiene los cambios preestablecidos de antemano y el fútbol no es tan lineal. Salvo que priorice los sistemas de juego, pero debe ser así. Tiene que haber flexibilidad, pero él siempre mueve las mismas fichas. Y la selección da señales de que no siempre juega mal por Pastore. Martino tiene que buscar otras soluciones.
—¿Es imposible lograr un buen funcionamiento sin Messi?
—No debería, el buen funcionamiento siempre trasciende al crack. Messi es el distinto que le da magnitud al equipo. Es el mejor del mundo porque está en un equipo como Barcelona que le genera para que sea el mejor. Cuando Messi jugó mal, la selección jugó mal y viceversa. Si nosotros estamos esperando que una jugada nos salve es porque está Messi. Nosotros no podemos confiar en esa figura de salvador.