Sólo un partido de semejante estatura es capaz de dar un vuelco inesperado. Un
giro volcánico en sensaciones pegándole una flor de bofetada al desarrollo. El clásico fue un viaje
sin escalas por los extremos. Y el de ayer pasará a los archivos como el del triunfo que
Newell’s no supo conseguir cuando había acumulado holgadamente méritos para ganarlo. También
será recordado como el de la reacción de Central cuando su destino parecía marcado. Lo que quedó es
el envoltorio de un legado anímico muy fácil de radiografiar. Porque el 1 a 1 premió a uno y
castigó al otro en idénticas proporciones.
Newell’s sometió sin demora a Central a una escena de
la que sólo pudo escapar cuando Zelaya selló la igualdad con un cabezazo. Todo lo que ocurrió antes
tuvo una sola dirección y fue la que le puso Newell’s. Sensini planificó un partido que le
salió hasta que prescindió de Formica. Russo procesó una idea que marchó al fracaso desde el mismo
instante en que su equipo lució postrado entre líneas, sin entender lo que estaba jugando.
Por eso Newell’s hizo del primer tiempo un choque sin
equivalencias. Lo borró a Central en todas las coordenadas que dominan habitualmente el juego.
Mostró más agallas para aprovisionarse de confianza. Generó más situaciones para robustecer su
dominio y funcionó como una fuerza colectiva. Cada pelota suelta o disputada quedaba en los pies de
Bernardi y Bernardello. Cada trepada tenía de protagonista a Vangioni. Cada despeje era de Spolli,
Schiavi e Insaurralde. Y cada situación tenía a Salcedo y Armani como protagonistas.
El mediocampo de Central, órgano vital del funcionamiento
de todo equipo, nunca les cobró peaje a los volantes de Newell’s. Tampoco fue solución que
Méndez se cruzara de sector o que Borzani se arropara de tapón.
Era tan evidente la superioridad de Newell’s que poco
sorprendió que Broun respondiera ante dos remates de Vangioni o que Formica la clavara desde
treinta metros. Pero la foto que mejor enmarcó el dominio no fue la ventaja. Fue la sucesión de
chances desperdiciadas por Salcedo y una salvada de Burdisso tras un centro de Pillud.
Central estaba arrodillado, acorralado por una inercia
negativa que no le permitía abandonar su pasatismo. Se confió que tras el gol Newell’s se
tentaría por la pereza. No se entiende que sólo haya respondido con un remate del Kily y un
buscapié de Danelón.
Así como no hubo explicación para la falta de rebeldía de
Central, tampoco se entendió el retroceso de Newell’s en el segundo tiempo. No tenía motivos
para dejarlo crecer a Central, que volcó su cuerpo un poco más en el terreno del rival por la
urgencia del resultado. Russo buscó darle más vivacidad a los avances con el ingreso de Franzoia
por Danelón. Pero la llave que no supo encontrar, se la entregó Sensini cuando reemplazó a Formica
por Quiroga. Esa modificación le tendió un puente a la pretensión de Central. Fue un mensaje, más
allá de que en un contraataque Newell’s pudo pegarle un tiro a la historia en otro mano a
mano de Armani.
Todo lo que vino después fue una montaña rusa de suspenso.
Llegó el cabezazo salvador de Zelaya. Una oportunidad de Armani y la última en la que Quiroga
hubiera camuflado el castigo que se llevó Newell’s por no saber definir un clásico que tenía
servido y que Central disfrutó de la mesa.