Para que los triunfos se sucedan sin solución de continuidad, como hasta ahora, es necesario contar con unas cuantas virtudes. Suele ocurrir que en medio de muchas de ellas se camuflan algunas deficiencias y este no es un caso que rompa con los moldes. Porque Central tiene grietas en las cuales debe trabajar. De hecho debe agregarle más fútbol a su juego (ver aparte). Pero indudablemente cuenta con una larga lista de puntos a favor. Y hay uno del que ya no puede hacerse caso omiso y que se viene manifestando de distintas formas. Se trata del carácter. Un ítem indispensable, del que ningún equipo que se precie de tal o intente ser protagonista pueda prescindir. Este equipo de Eduardo Coudet ya ha sabido nadar contra la corriente en varias oportunidades pero siempre terminó llegando a la costa y, generalmente, con alguna muestra de carácter de por medio. Como lo que sucedió el pasado lunes ante Temperley, cuando jugó más de 45 minutos con uno menos y así y todo pudo ganarlo.
Tomado como un hecho aislado sería demasiado sencillo ponerle a Central el rótulo de equipo de carácter fuerte. Ocurre que lo hecho contra el Gasolero tal vez haya sido un eslabón más de esta cadena de arrestos individuales y colectivos que vienen encontrando puntos coincidentes en busca de un bien común.
En la medida que se vayan sorteando dificultades de esta magnitud el equipo, obviamente, se consolidará. No siempre se podrá, claro. Más aún cuando por ahí toquen rivales de mayor relieve. Pero todas y cada una de las muestras de personalidad que se puedan dar en el arranque, sin importar la talla del oponente, no harán otra cosa más que fortalecer el espíritu grupal y las cualidades deportivas.
No resignarse a las circunstancias por haberse quedado con uno menos e intentar a través de un reordenamiento táctico fue una muestra de carácter. Quedó poco margen para la duda. Desde el juego mismo quedó a la vista, aunque en estos casos suele sobresalir la postura o la forma en la que un equipo intenta demostrar que no está decidido a ceder protagonismo.
¿A partir de qué otro hecho puede apreciarse el carácter del equipo? A partir de la sinceridad de sus jugadores, pero básicamente del entrenador, cuando habla de que lo hecho en el primer tiempo fue "horrible" y "de lo peor en lo que va del torneo". Porque nadie se miente a sí mismo, pero de la misma forma se le da mayor transcendencia a esas actitudes que llevan a torcer la historia de un partido que viene de nalgas.
Pero, se insiste, lo del lunes no fue un hecho aislado. Porque contra Tigre se dio vuelta un resultado adverso y en cancha de Olimpo sucedió exactamente lo mismo, con distintas contingencias, claro. Por eso es lógico que todo aquello sumado a lo ocurrido frente a Temperley le otorgue un relieve superlativo al tema. Incluso está el aspecto físico, del que Ovación dio cuenta la semana pasada y el propio Coudet resaltó en conferencia después del partido. ¿Por qué se trae a cuento esto? Porque la intensidad que se le intenta imprimir al juego hasta el último minuto sin dudas que también forma parte de ese particular carácter.
En el medio puede haber una actuación descollante de Marco Ruben, como sucedió en Bahía, o la aparición de uno u otro jugador, pero nada que cambie demasiado el análisis. Por supuesto que serviría dilucidar si está pesando más lo individual que lo colectivo, pero ese es trabajo precisamente del entrenador, para quien no es lo mismo corregir montado en la cresta de la ola que sumergido en el castigo de los malos resultados.
Es que ese es también un buen ejercicio para realizar. Porque si bien también fue una muestra de carácter el haber sabido aguantar el resultado frente al último campeón (Racing, en el debut), en la mayoría de los casos se llegó a eso como una lógica consecuencia por varios errores que en un determinado momento se cometieron.
Hoy Central no sabe si está en condiciones de sentirse un superequipo ni darse el lujo de jugar al prueba y error, en esto de «me equivoco pero después lo soluciono». Sí cuenta ya con ejemplos varios en los que así como al técnico no le tiembla la voz a la hora de la autocrítica, a los jugadores tampoco se les nubla la vista en medio de la batalla.
El tiempo suele terminar poniendo las cosas en su lugar, pero hoy Central puede erguir la cabeza más que cualquiera por sentirse un equipo con carácter fuerte.