La llegada de Miguel Angel Russo fue un ítems más en el proceso de rearmado del equipo que sufrió Rosario Central después de la frustración que significó no haber logrado el ascenso la pasada temporada. Y el arribo de un nuevo cuerpo técnico vino de la mano también con el aterrizaje de un número importante de refuerzos. Fueron 12 en total (contando a Néstor Bareiro y Gastón Pezzuti, que lo hicieron en el último receso), pero la base con la que se lograron los buenos resultados y el reposicionamiento del equipo estuvo signada por nombres que ya estaban en el club. Con algunos casos puntuales en los que se logró una renovación de contrato, pero que ya venían militando con la casaca auriazul ya de la época de Juan Antonio Pizzi.
Si hay algo que logró Russo es formar una base, confiable por cierto. De hecho es la que logró revertir un flojo arranque de campeonato. Hoy salvo por alguna lesión o suspensión, los apellidos salen prácticamente de memoria. Y en esa base aparecen sólo tres futbolistas que en el inicio de la temporada arribaron como refuerzos. Son los casos del arquero Mauricio Caranta y los volantes Hernán Encina y Diego Lagos. ¿El resto? Los que ya estaban.
Paulo Ferrari, Na- huel Valentini, Fran- co Peppino, Rafael Delgado, Nery Domínguez (no venía jugando, pero estaba en el club), Jesús Méndez, Antonio Medina y Javier Toledo fueron parte de esa buena campaña que comandó Pizzi, pero que terminó con un sabor amargo. Es más, muchos de ellos hasta venían de la primera temporada de Central en la Primera B Nacional.
Sólo Toledo estuvo por debajo de las 20 presentaciones (siempre tomando lo encuentros en los que fueron titulares). El resto estuvo por encima de la veintena de partidos jugados (ver infografía).
Se puede hacer una lectura rápida y sencilla. Si se quiere, simplista: que los refuerzos tuvieron mucha menor incidencia de lo que se pensó en un principio. De todas maneras no dejaría de ser un error. Es que aun con una escasa participación de la mayoría de ellos, todos aportaron a la causa. Algunos con un mayor grado de participación que otros, pero todos necesarios según la consideración del entrenador.
Lo concreto es que hay una diferencia marcada entre el equipo base y el resto. Carlos Casteglione es el futbolista que más veces jugó entre aquellos que llegaron para reforzar el plantel. Lo hizo en 14 ocasiones, cuatro más que Javier Yacuzzi, quien desde el último receso quedó totalmente marginado del primer equipo.
Es más, detrás de ellos aparecen Fernando Coniglio (9) y Pablo Becker (5), dos que también ya venían desde antes. Un caso aparte, y llamativo por cierto, es el de Federico Carrizo, quien jugó sólo dos veces de titular, pero que fue determinante en muchos de los 21 cotejos en los que le tocó ingresar desde el banco de suplentes.
El borrón y cuenta nueva que se intentó hacer después de la caída en la Promoción frente a San Martín de San Juan tuvo que ver no sólo con las cuestiones emocionales, sino también con lo relacionado a los nombres. A la luz de los resultados, la segunda apuesta encerró algún tipo de incongruencia pese a que también pueda tomarse como una muestra de inteligencia en medio de las complicaciones. Fue mucho lo que se fue a buscar y poco lo que se utilizó. Salvo algún imponderable, la base que terminó dando frutos es la que estaba en casa.