La explosión luego del pitazo final de Pablo Lunati fue todo un símbolo. La victoria canalla sobre Racing representó mucho más que tres puntos. Fue un auténtico desahogo que permitió despejar dudas y liberar ansiedades retenidas en el punto de arranque del torneo. Se percibió como una señal de confirmación, de necesario crédito para los pibes de la cantera que Ariel Cuffaro Russo se animó a poner en cancha para luchar por la permanencia. El Gigante terminó aprobando la presentación de esta nueva versión canalla plagada de pecados de ocasión pero con un corazón enorme que permite imaginar un sueño posible. Lo de anoche fue un rescate emocional, los carasucias construyeron un triunfo con los dientes apretados y la gente se terminó rindiendo ante semejante muestra de actitud. De los dos lados se terminaron convenciendo de que comparten los mismos objetivos y así se entendieron los sentidos aplausos de despedida al equipo canalla y el tradicional "Vamos los pibes", que se puede tranformar en himno (o en manual de recorrido) para este nuevo ciclo.