El sistema 4-4-2 es al fútbol lo que el Rastrojero a la industria automotriz. Más lento, poco
vistoso, previsible, no admite ni exige demasiadas modificaciones de un año para otro... Pero casi
siempre llega a destino.
La gran discusión de los formatos futbolísticos no deberían ser tales si no aparecieran en el
medio cuestiones estéticas y filosóficas que distorsionan la esencia del juego.
Pero ante la primera aseveración y/o sentencia surgen las peleas de forma.
No debería ingresarse en semejante brete cuando se habla, o se escribe, sobre un Mundial.
¿A qué va una selección con historia, como lo es sin duda la argentina, a una Copa del Mundo?
¿A ganar o a gustar? ¿Cuál es el objetivo? ¿Dejar un buen recuerdo sin resultados, o alzar el
trofeo más allá de lo estético?
Se descarta la obviedad de que la combinación de ambas opciones sería ideal.
Es que el deseo de muchos, incluido este redactor, es que Argentina y Alemania vuelvan a
jugar ya mismo. Pero, está claro, ya es tarde. No hay vuelta atrás.
Argentina se quedó sin la chance más importante de todos los mundiales que jugó desde 1990
hasta aquí por priorizar un esquema muy entrador para la vista, pero muy poco efectivo para una
Copa del Mundo.
Las pruebas están a la vista. Ninguno de los semifinalistas juega con tres delanteros. Y
menos todavía con apenas tres mediocampistas. El fútbol es uno solo, pero existen varias formas de
jugarlo. Pero ya es tarde. l