Todavía no se cumplió medio año desde que se inauguró la remodelación de la peatonal Córdoba,
pero ya se la vuelve a ver con cierto grado de abandono. No es que el problema sea estrictamente
municipal, queda claro que si la calle más céntrica de Rosario está tan sucia es porque los propios
peatones hacen su humilde aporte individual y éstos, sumados, dejan de ser tan humildes. Pero aun
así, ¿no se puede garantizar más limpieza? Para muestra basta un botón: desde hace varios días, en
el tramo de Sarmiento a San Martín se ven los restos de un contenedor plástico quemado, derretido
sobre las nuevas losas. ¿A nadie le corresponde despegarlos?
Como ocurre también por la peatonal San Martín, donde hay árboles las
losas están cubiertas de excremento de los pájaros y durante el fin de semana los relucientes
cestos metálicos desbordan de residuos. Bajo las recovas, abundan los cartones y chorreaduras
(cerradas las galerías y la mayoría de los bares, escasean los baños públicos).
Es evidente que el servicio de limpieza de las peatonales disminuye con
los feriados. La paradoja es que se trata justamente de los días en que la ciudad recibe a más
visitantes o que, con todo derecho, muchos rosarinos salen a caminarlas.
Los frentes de negocios sucios o cubiertos de pegatinas completan el
panorama. No es que en otras ciudades del mundo eso no ocurra, es que en algunas de ellas después
se limpia.