En la entrevista que La Capital publicó el 28 de abril pasado, Andrés Calamaro anticipaba las características de su próximo recital en Rosario: "Esta es otra gira de grandes éxitos, de éxtasis colectivo. Un verdadero recital es mucho más que la presentación de un disco". Dicho y hecho: apenas pasadas las 22 del sábado, frente a un Metropolitano repleto, Calamaro dio por comenzado un verdadero tour de force por las canciones más exitosas de su nutrida discografía, al frente de una banda de primera línea.
Sin la presión que implica estrenar nuevo material, Calamaro y sus músicos encararon el recital con la filosofía de Mike Tyson: ir por el nocaut apenas suene la campana: "Me arde", "El salmón" y "Crímenes perfectos" fueron tres trompadas a la mandíbula que dejaron al público en estado de gracia. A partir de ese momento, Calamaro se dedicó a pasarla bien, a bailotear alrededor de su audiencia como esos boxeadores que, antes de tumbar definitivamente a su oponente, deciden divertirse un rato.
Calamaro no es un gran cantante y su afinación en vivo camina por el precipicio; tampoco deslumbra como pianista. Sin embargo, no hay en el país otro autor de canciones que pueda armar una lista de temas de más de dos horas de duración hecha exclusivamente de hits. A la luz de su conexión extraordinaria con lo que suele llamarse gusto popular, sus carencias técnicas pasan a segundo plano. Hay en él, también, una gran dosis de astucia: dos de las canciones más celebradas de la noche fueron las cumbias "Tuyo siempre" y "Tres Marías".
La banda que lo acompaña se sostiene en la interacción de esa topadora humana llamada Sergio Verdinelli (batería), el bajista Mariano Domínguez y el tándem de guitarristas conformado por los virtuosos Julián Kanevsky y Baltasar Comotto. Germán Wiedemer aporta calidad y matices desde los teclados, como en el solo de Hammond que realzó la jazzeada "Los aviones".
La mayoría de las canciones fueron interpretadas en su forma original, aunque hubo algunos cambios. La versión actual de "La libertad" se acerca al folk rock de Tom Petty, y la mayor lentitud impresa a "El día de la mujer mundial" la vuelve más densa y potente, y posibilita que Kanevsky y Comotto se saquen chispas en un duelo de guitarras explosivo. Otros puntos altos del concierto llegaron con la inspirada "Carnaval de Brasil" y la aparición en el escenario del Cuino Scornik para cantar "Estadio Azteca", cuya letra le pertenece.
Una versión rockerísima del funk "Output-Input" fue el primer golpe del envión final. Las canciones gemelas "Días distintos" y "Sin documentos" anunciaron los bises y el fin de fiesta con "Paloma", "Alta suciedad" y "Los chicos", esta última un homenaje a los amigos de Calamaro que murieron. En la pantalla que coronaba el escenario se sucedieron fotografías de Luca Prodan, Miguel Abuelo y Luis Alberto Spinetta, y cada una arrancó su respectiva ovación. Sobre el final, la canción incorporó el estribillo de "De música ligera", en homenaje a Gustavo Cerati.
A Andrés Calamaro se lo vio muy contento en su paso por Rosario, entre citas al Martín Fierro y menciones a Gardel, Deep Purple y Led Zeppelin, haciendo monerías para un público incondicional que, finalmente y después de una sucesión demoledora de 27 trompadas exitosas, besó la lona con una sonrisa.