El carnaval económico brasileño, que colocó al país vecino en el podio de las nuevas potencias mundiales, entró en zona de grises después de la asunción de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil.
El super-real y una inflación creciente son los dos dolores de cabeza de la sucesora de Lula da Silva, que a menos de un mes de haber asumido la jefatura de gobierno ya lanzó medidas de ajuste para enfriar el gasto, e intenta —por ahora con pocos resultados— hacer marchar un paquete de políticas para depreciar la moneda nacional.
Desde la Argentina, el gobierno y los industriales siguen de cerca la evolución de las aspiraciones devaluacionistas brasileñas, ya que cualquier corrección del otro lado de la frontera empeoraría todavía más los números del comercio entre los dos socios, que tienen un rojo de 4.000 millones de dólares para el país.
Que lejos quedó el perfil campechano y emotivo de Lula da Silva. La llegada de la economista Dilma Rousseff al Planalto —militante detenida-torturada durante la dictadura y ministra predilecta del ex presidente— llenó de rigor los números y los movimientos políticos del Partido de los Trabajadores. Pasada la crisis, terminada la elección, obtenidos los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol, ahora a Brasil le toca acomodar las cuentas y la tarea, casi como mandato natural, le queda a una mujer.
Durante su campaña electoral, Dilma Rousseff repitió que durante su gestión iba a priorizar el control de la inflación, y una mayor desvalorización del dólar frente al real.
Super real.
Para ello, desde el PT dispusieron en primer lugar un aumento del impuesto a las operaciones financieras del 2% al 4% en un primera etapa, para llegar al 6%, con la idea de acotar el ingreso de capitales del exterior con fines especulativos, una herramienta que hasta ahora no ha demostrado demasiada eficacia.
Sólo durante el mes de enero, la entrada de dólares superó la salida en u$s 12.300 millones, lo que explica el esfuerzo del Banco Central para contener la apreciación del real en el mismo período, indicó un informe de la consultora CenterGroup, con base en San Pablo: "un indicador para prestar atención es el déficit en la balanza de cuenta corriente, que en 2010 fue del 2,3% del PIB, y se estima en 2,84% para este año. En números, este porcentaje equivale a una necesidad de financiación del exterior de u$s 64.000 millones".
Una segunda medida fue la creación de un encaje para la posición "vendida" de los bancos, que en su totalidad apostaron a que la valorización del real continuaría a lo largo del año 2011. Según la consultora, los bancos brasileños habían vendido dólares a futuro por u$s 16.300 millones, por lo que la imposición del encaje los obligó a comprar en el mercado u$s 5.500 millones y a depositarlos, sin remuneración, en el Banco Central de Brasil.
También continuaron las compras de dólares en el mercado a la vista, con el objetivo de aumentar la demanda de la divisa estadounidense y generar un aumento de la cotización. A esto se le agregó la compra de dólares a futuro con la intención de mostrar al mercado el "piso" de la cotización. Por último, se implementaron remates de "swap cambial reverso", que en la práctica equivale a la compra de dólares a futuro.
Según el trabajo de CenterGroup, los resultados obtenidos con este paquete de acciones fueron "tímidos", ya que en enero, luego de 41 intervenciones,—31 compras a la vista, 4 operaciones de swap cambial reverso y 3 operaciones de dólares a término—, el billete verde cotizó con una valorización del 0,48%, a 1,674 real por dólar, mientras que al 31 de diciembre de 2010 cotizaba 1,666.
"Si el Banco Central de Brasil no hubiera intervenido, la cotización del dólar estaría muy próxima a 1,55 reales", afirmaron Gustavo y Germán Segre en el informe.
Para estos especialistas, una desvalorización del real tendría algunos aspectos positivos para la economía de ese país, comenzando por una mejora en la competitividad de los productos brasileños. Aumentarían las exportaciones, ya que los productos brasileños serían más baratos; se facilitaría la entrada de mayor cantidad de dólares para la producción; y se posibilitaría que ese país no pierda con la desvalorización del activo que configura sus reservas internacionales.
Inflación.
"Hoy Brasil importa muchos insumos para la producción, y también productos de consumo final, por eso una elevación del dólar empujaría la inflación", dice el documento de la consultora, que resalta que el control del alza de los precios es un eje central del plan de gobierno de Dilma.
Además, el costo de intentar bajar la moneda nacional "está siendo muy alto para el país", ya que el Banco Central debió comprar casi u$s 10.000 millones en el mes de enero, que incorporó a las reservas internacionales. Según el trabajo de CenterGroup, estas compras de dólares para sostener la cotización "tienen un costo de aproximadamente u$s 30.000 millones por año".
Esta semana, el Ejecutivo que comanda Rousseff envió las primeras señales de enfriamiento de la economía tras el anuncio del ministro de Hacienda Guido Mantega de recortar en 3.000 millones de dólares el gasto público para este año, lo que equivale a un tijeretazo de 1,2% al presupuesto estimado.
Para el gobierno, se trata de una supresión de los estímulos a la economía nacidos al amparo de la crisis financiera de 2008. Según Mantega, la reducción presupuestaria se concentrará en el área de gastos y afectará a todos los ministerios, pero sin tocar ni los programas sociales ni las inversiones.
La pregunta del millón en Brasil es cuál será la cotización del dólar en el año 2011. Para la gran mayoría de los analistas, a pesar de los esfuerzos del gobierno el super-real tiene una larga vida por delante.
Desde CenterGroup estimaron que "desde el punto de vista de las acciones locales, no hay fórmulas mágicas", por lo que desde el Ejecutivo intentarán que, en la peor de los casos, no baje del piso de 1,65, y que no suba mucho más que 1,75, lo que permitiría controlar el índice de inflación.
Pero si bien necesita potenciar sus ventas externas para no dejar caer a sus industriales, también es cierto que un dólar por arriba de 1,70 podría funcionar como frente de batalla para el control de la inflación, un indicador con muy mala prensa a nivel social que, con una proyección del 6% para 2011, ya supera con holgura la meta anual de 4,5% del gobierno.
Entre noviembre y diciembre pasado, durante los últimos 60 días del gobierno de Lula, desde el Ejecutivo lanzaron una serie de señales al mercado mostrando la intención de contener la desvalorización del dólar, que se vende a 1,60 real y que ha encarecido de forma considerable las exportaciones de los productos brasileños.