Berlín se vistió de rojo, negro y oro para recibir a los campeones

Berlín fue una fiesta, que tardó 24 años en prepararse. La llegada de la selección alemana encabezada por Joachim Löw a la simbólica Puerta de Brandeburgo, en el corazón berlinés, fue un delirio, más si se tiene en cuenta que hasta allí llevaron su primer trofeo mundial desde la reunificación del país en 1990.

El avión que los trasladó desde Río de Janeiro despegó con retraso, pero eso poco importó. El deseo de estar con sus héroes pudo más. El capitán Philipp Lahm, con el trofeo en la mano, fue el primero en descender del avión. Tras él, todos sus compañeros.

Enseguida jugadores y cuerpo técnico se enfundaron en camisetas negras con un gran número uno, se subieron a un autobús de doble piso sin techo en el que se había escrito "Somos el jugador número 12" y saludaron a la marea humana que se desplegó por las calles vestidas de rojo, negro y oro.

Löw fue quien primero se dirigió a los hinchas: "Todos somos campeones del mundo y sin ustedes no estaríamos aquí", resumió. Aficionados vestidos con camisetas de Alemania, muchos con la cara pintada y algunos con pelucas y pañuelos con los colores nacionales, habían empezado a beber cerveza antes de que el equipo tocara tierra.

La fiesta no terminó en allí y promete ser larga. Munich también formará parte del festejo, ya que la mayoría de los jugadores de la selección juegan en el campeón de la Bundesliga, Bayern Munich.