“Quién me va a sacar esto que estoy pasando cuando todo termine”, se pregunta una y
otra vez Alicia P., en un pabellón húmedo de la comisaría de La Paz al 400, en la que se encuentra
hace 16 días. Esta mujer de 54 años quedó implicada en la secuencia de homicidios en barrio Parque
por un elemento que a primera vista se advertía como muy comprometedor: llamadas telefónicas entre
su casa y la de una de las víctimas en la fecha probable del asesinato. Sin embargo las
explicaciones aportadas por la mujer, que se lanzó a hablar con detalle a mitad de la semana
última, sugieren que posiblemente haya quedado atrapada en los hilos de un enredo que no tejió
ella.
Alicia tiene 54 años, es soltera y vive con su madre de 92 años, una
mujer con una incapacidad de movimiento que a su avanzada edad conserva total lucidez. El sábado 6
de junio a la mañana policías de Unidades Especiales llegaron a su casa de Riobamba al 3200 con una
orden para allanar su casa. Terminaron llevándosela detenida.
El estado de sorpresa de Alicia P., dicen sus allegados, no se disipa
con el correr de los días. Jamás tuvo antecedentes penales. Ahora está imputada de homicidio de una
persona a la que asegura no conoció jamás y vivía a cuatro cuadras de su casa: Concepción Lavore,
una jubilada a la que encontraron asfixiada el 19 de febrero en su vivienda de Suipacha 2124.
“Alicia es una persona simple, sencilla, solidaria, trabajadora,
de buen corazón. Tal vez por su simpleza y su buen corazón ahora está viviendo este duro momento.
Vamos a demostrar a corto plazo que no hay elementos para mantenerla privada de libertad”,
dijo ayer Particia Guzmán, su abogada.
El principal elemento en su contra fue la detección de cinco llamadas
cruzadas producidas el 2 de febrero último entre su casa y la de la jubilada asesinada. También en
su vivienda la policía encontró una libreta que en la última hoja tenía el nombre y el teléfono de
Lavore.
El miércoles pasado Alicia declaró por primera vez luego de que rehusara
hacerlo con anterioridad por consejo de una defensora oficial. Esta vez adujo que temía ser víctima
de un abuso de confianza de parte de Natalia, empleada de una verdulería ubicada a 150 metros de su
casa. Allí trabajó hasta hace tres semanas Martín Santoro, uno de los acusados por la secuencia de
barrio Parque.