El ex juez de Instrucción José Manuel García Porta retiene aún el peso de las
jornadas transcurridas desde el 6 al 10 de julio de 2009. El lapso aludido comienza con la denuncia
de la madre de Alejandra Cugno por la desaparición de su hija, transcurre con la investigación
seguida hasta encontrar el cadáver y cierra con la captura de José Luis Baroni. “Fueron los
días más intensos, de mayor exposición y mejor resolución de mi carrera judicial”,
asegura.
Su certeza de que El Colorado Baroni mató a la maestra de San Jorge lo lleva a
proclamar que será condenado en el juicio oral iniciado la semana pasada. “La Justicia y la
policía trabajaron con celeridad y eficacia. Esto hay que rescatarlo. Esclarecimos el caso con
pruebas contundentes que no van a poder desbaratar en el juicio oral”.
Y agrega: “Lo procesé porque no hay dudas de que la mató. No la pudo
violar pero la mató. Desecho totalmente la participación de un tercero. Eso es una estrategia de la
defensa que tuvo todo un año para inventarla. Es una farsa que busca crear un juicio paralelo pero
es mentira. Acá hay pruebas contundentes de que Baroni es el único autor material de todos los
hechos”.
Para el juez inicial del caso, “la enorme cantidad de periodistas de todo
el país” y “la memoria que aun tiene la gente del caso por el que me paran en la
calle”, son los datos que más le llaman la atención.
García Porta resumió las principales alternativas del caso a partir de la
denuncia de desaparición en la comisaría de San Jorge en la noche del 6 de julio. Alejandra Cugno
vivía en San Jorge y era directora de escuela en Cañada Rosquín. Desparece en ese trayecto de 40
kilómetros entre una y otra ciudad.
“Se le pregunta a la madre si tenía celular, cuál era el número y con esos
datos consulté a la empresa telefónica si se podía determinar si ese aparato había sido usado. Dice
que sí, que se puede saber. La empresa Claro produce una prueba técnica importantísima: un detalle
completo diciendo que estando ya desaparecida la maestra su aparato celular fue usado pero con dos
chips distintos e incluye los nombres de los titulares de esos chips. Uno de ellos residente en el
departamento San Martín y otro en Devoto, Córdoba”.
“Se trae a esas personas a la investigación. El de San Martín dice que a
ese chip se lo había vendido un año atrás al Colorado Baroni. El de Devoto (Córdoba) fue traído por
la fuerza pública a San Jorge y declara que se lo había vendido a su concuñado: Baroni. Es decir,
los primeros testimonios en la causa hablan de la misma persona. ¿Quién es Baroni?, nos
preguntamos. Me explican que vive en Piamonte y que anda por todos lados porque se dedica a fumigar
campos. Aparte de ese dato tuvimos el testimonio de dos camioneros que vieron cuando un auto blanco
conducido por una rubia se detuvo y subió a un Colorado con un bolso en la mano que, le hizo
dedo”.
—¿Todos los caminos conducían a un Colorado?
—Al menos, la mitad de esos testimonios al Colorado Baroni. Por eso, en el
mediodía del 9 de julio la policía me pide allanar la casa de Baroni. Mientras tanto se hacían
rastrillajes terrestres y aéreos, con un helicóptero de la policía de Córdoba. Me avisan que
secuestraron en la casa pertenencias de ella: portafolio, cuadernos, útiles varios, lápices, que
fueron reconocidos por las compañeras de Cugno. Y también se secuestraron las llaves del auto, un
Fiat Duna. El no estaba en la casa.
—Se despejan las dudas de que el Colorado era Baroni.
—Tanto es así que el 10 de julio y ante la presencia de una multitud de
periodistas, la policía me pide que vaya a San Jorge y dé una conferencia de prensa. Allí autorizo
la difusión de la foto de Baroni como buscado por sospechoso del homicidio de Alejandra Cugno.
—¿Se trata de una medida excepcional o inusual?
—No se hace por el principio de preservar la identidad del imputado para
no entorpecer el resultado de una ronda de reconocimiento, por ejemplo. Pero acá quien debía
reconocerlo estaba desaparecida y presumíamos que estaba muerta dado que ya habíamos encontrado en
distintos sitios hasta su ropa interior. Es decir, en este proceso no se iba a producir un
reconocimiento en rueda de personas. No obstante, teníamos un secuestro de pertenencias de ella en
la propia casa de él y los testimonios que vieron subir un Colorado al auto de ella.
—El cadáver aparece justo cuando usted estaba dando la conferencia de
prensa, ¿fue casualidad?
—La policía estaba recorriendo los campos que Baroni había fumigado
últimamente. Se habían encontrado las ropas tiradas en torno a una ruta, los útiles en la casa de
él, el auto en una estación de servicio de San Francisco, la policía estaba segura de que había
escondido el cadáver en un lugar que él conociera. Ese lugar sólo podía ser algún campo que hubiera
fumigado. Efectivamente, mientras estábamos en la conferencia de prensa, se me acerca un policía y
me dice que a 40 kilómetros en el aljibe de una tapera se encontró el cadáver de una mujer. Salimos
todo en marcha, el juez, la policía, los periodistas, rumbo al lugar.
—¿Todavía no se sabía que era Alejandra Cugno?
—No. El cuerpo estaba dentro del pozo del aljibe y encima tenía un trozo
grande de mampostería que el había tirado para taparlo y que nunca se encuentre. Pero sucedió que
esa piedra no llega a aplastar el cadáver porque queda a medio camino suspendida sobre unas
salientes de alambre. Eso permitió que al rastrillar ese campo, que fue uno de los que había estado
fumigando Baroni, y cuando miraron dentro del pozo se alcanzara a divisar un cuerpo que hizo
presumir de mujer porque se veía parte de la espalda y el pelo largo, rubio. El cuerpo estaba como
en cuclillas con la cabeza inclinada hacia adelante.
—¿Si la piedra caía del todo destruía y tapaba el cadáver?
—Tal cual. Si la piedra llegaba al fondo habría dado la sensación de que
el pozo estaba vacío. Se lo habría mirado y se habría seguido de largo. Eso buscó Baroni.
Deshacerse del cuerpo y encubrir el crimen. Tal es así que los especialistas trabajaron más de dos
horas con maquinas para sacar la piedra a fin de evitar que cayera y ser nosotros los que
termináramos la homicida faena de Baroni. Cuando se la sacó, se introdujo a un policía delgado y
éste extrajo el cuerpo que por el intenso frío reinante estaba intacto y totalmente desnudo. Lo
primero que se advierte es que era Alejandra Cugno y que tenía un estallido de cráneo.
—¿Entonces?
—El cadáver es llevado a la morgue en Santa Fe. Yo voy a la noche y asisto
a la autopsia.
Afuera, al entrar, se me acerca el novio quien me dice que la quería, que se estaban por
casar y le pregunto si conocía al Colorado Baroni. Me dice que no, pero que Alejandra se había
comprado el auto hacía poco y antes siempre hizo dedo para ir a dar clases. Por eso cuando veía
gente haciendo dedo ella los llevaba.
— ¿Qué dice la autopsia?
—Que murió por el estallido de cráneo y se localizó semen en su vagina.
Mientras tanto los medios se volvieron a agolpar fuera del hospital y la televisión pasaba la foto
de Baroni a cada rato. Cuando salgo me avisan que Baroni estaba detenido en San Justo. La foto en
TV hizo que los médicos del hospital de esa ciudad adonde concurrió con fiebre llamaran a la
policía.
—¿Qué le contó Baroni a usted?
—Que la ve en un boliche de San Jorge y se obsesiona con ella. Ella lo
lleva en el auto un par de veces y el no se la puede sacar de la cabeza. Ese día, el se fue al
cruce de las rutas 3 y 34 sabiendo que a las 6 de la tarde ella pasaría de vuelta a su casa. Sube
al auto y le dice que tenía que ver un trabajo cerca. Le pide que lo lleve. En el bolso tenía un
cuchillo, cuerdas, cintas, todo para reducirla. A medio camino saca el cuchillo y le declara sus
intenciones. La hace bajar y la encierra en el baúl que ella patea desde adentro tal como
demostraron las marcas en las pericias. La lleva al campo de la tapera y la hace desnudar pero no
logra violarla porque ella se resistió —las pruebas demostrarían que el semen hallado era del
novio de ella— y entonces en el forcejeo ella cae y se golpea la cabeza. Asustado, me dice él
a mí, tira el cuerpo, busca taparlo con la piedra y se va. En el camino va desparramando por la
ventanilla las ropas de ella y al auto lo deja en una estación de servicio de San Francisco. Vuelve
a la casa, le da a sus hijos los útiles de la maestra, y se va a Santa Fe donde en algún momento al
sentirse mal va al Sanatorio Americano. Allí le vende el teléfono a un muchacho que tenía a su
mujer internada. Este ve la foto por televisión y hace la denuncia. Sigue camino y llega a San
Justo, donde es detenido.
—¿El declara que ella murió accidentalmente?
—Así es. Por eso yo pido a los forenses una precisión para saber si el
traumatismo severo de cráneo que tenía pudo haber sido producto de una caída. Y fueron categóricos
al negarlo. Ahí cerró el círculo y las pruebas reunidas en esos cuatro días nos lo sindican como el
autor material. Más allá de la estrategia de la defensa ese círculo no será fácil rebatirlo. El es
un delincuente perverso. Me contó que ella lloraba y le pedía que la dejara ir, que no le hiciera
nada prometiéndolo que no lo iba a denunciar. Pero igual la mató.
Defensa
“Yo no violé ni maté a Alejandra Cugno. No tenía
necesidad porque mantenía relaciones con ella”, dijo el martes pasado José Luis Baroni ante
el tribunal oral que lo juzga por homicidio. El viernes su defensa pidió la anulación del juicio
por fallas gruesas en la pesquisa. La fiscalía rechazó el reclamo y el juicio sigue.