Le costó una enormidad, pero lo festejó muchísimo. Es que Banfield afrontó ayer la prueba más
dura en todo el campeonato. No por los quilates de su pobre rival, sino porque la lucha era de
igual a igual contra sí mismo y debía demostrar el temple de un verdadero aspirante al título,
luego de sortear la primera adversidad en la fecha anterior, cuando Racing lo dejó sin invicto y
sin punta. Ahora volvió a ella, al menos hasta que Newell’s cierre la fecha mañana en el
Coloso ante Arsenal. Y parece que dará pelea brava hasta el final.
Sus miedos fueron el principal adversario del equipo de Julio Falcioni. También la motivación
de un equipo que siempre se renueva cuando asume un nuevo técnico, aunque no mucho más que eso. Por
eso Huracán avanzó mucho, aunque atacó poco. Y a Banfield le cerró los caminos hacia Monzón con
dedicación y las ganas de mostrarse ante Héctor Rivoira.
Por eso el partido fue siempre equilibrado hasta el comienzo del complemento, donde Falcioni
seguramente debe haber arengado bastante para despertar a un equipo que no tenía profundidad y que
lucía como si todavía no hubiera asimilado el golpe de Racing. Es que en el primer tiempo sólo
llegó con un remate cruzado de Marcelo Quinteros, y mil centros que nunca encontraron las cabezas
uruguayas.
Para el complemento, Banfield trató de arriconar a Huracán, le generó varias aproximaciones y
Monzón estuvo mucho más activo. La pelota empezó a merodear seguido en sus dominios, y cuando el
colombiano James Rodríguez entró por Pío, profundizó sus intentos.
Por su parte Huracán se mantuvo como un conjunto sin ideas arriba, que fue aguantando hasta
donde pudo, se metió atrás y dependió de lo que pudiera hacer su arquero Monzón.
Banfield lucía menos maniatado por su responsabilidad y finalmente a los 23 minutos logró
doblegar al guardavalla local.
James Rodríguez envió un córner desde la derecha, Marcelo Bustamante cabeceó cerca del área
chica y Monzón rechazó como pudo. Silva la tomó y directamente lo fusiló para desatar la locura en
la tribuna visitante del Ducó.
A partir de entonces, Banfield manejó el partido y Huracán se fue resignando de a poco a su
suerte. Y sólo quedó esperar el pitazo final para dar por terminada una historia definida desde el
gol del interminable Tanque.
Banfield no se da por vencido, le volvió a meter presión a Newell’s y volvió a creer en
el sueño del primer título en 113 años.