Sí. Así es posible soñar. Así se puede pensar en ser campeón del mundo, una meta que parecía ya inalcanzable tras la opaca y desconcertante actuación de Argentina ante Suiza. Aquello no fue ni más ni menos que una prolongación de los partidos anteriores. No hacía falta demasiado. Sólo era suficiente que los futbolistas internalizaran qué era lo que jugaban y cuan lejos les estaba quedando la gloria. Y lo resolvieron en el partido más complejo que les tocó hasta aquí, con Bélgica. No sólo eso, lograron perforar la maldición de los cuartos de final, instancia que Argentina no lograba superar desde 1990.
Ante Bélgica, Argentina supo jugar a la altura de las circunstancias y se ganó el cupo para enfrentar a Holanda en semifinales. No es que deslumbró, tampoco que debió golear.
Tuvo algunos errores defensivos, lagunas en ataque, descompensación y todo lo que se le quiera agregar a un equipo que por su conformación jamás tendrá la solidez que tranquiliza para adentro y trauma al rival.
Ganó 1 a 0, pero pudo hacerlo por más y terminó sufriendo. No obstante, a diferencia de lo sucedido el martes pasado en San Pablo mostró una predisposición para luchar el partido que no había exhibido hasta aquí.
¿Serán los cambios? ¿Será que el rival le jugó casi de igual a igual y le facilitó las cosas? ¿Será que el gol del Pipita Higuaín a los tempraneros 8 minutos del encuentro le dio el aplomo que necesitaba? Todo es posible, pero sin entrega, sin predisposición, sin actitud, no hay situación favorable que pueda aprovecharse.
Ayer la selección Argentina fue aplicada y esforzada tácticamente y derrotó con claridad a un equipo con jugadores importantes. Eso es mucho más de lo que había hecho hasta aquí en Brasil.
Por eso se puede pensar, sin ingresar en triunfalismos, exitismos y otros cuantos ismos, que jugando así tiene chances de ser campeón. Por lo pronto tiene al mejor jugador de todos.
El Mundial va cambiando sus mensajes todo el tiempo. Al final de cada fase se ponderó a la misma selección nacional que en la anterior se criticó. O al revés.
Es una Copa del Mundo muy inestable que no tiene un favorito excluyente a pesar de que Alemania sea el que mejor formato de equipo ofrece. Pero todo puede pasar.
La actitud, característica y postura que no debería faltar en ningún deportista jamás, es la que está haciendo la diferencia en Brasil. Dijo presente con creces en la fase de grupos y mantiene su protagonismo en las instancias finales.
Y Argentina la incorporó ayer. Fue casi tan importante como el resultado que le permitió instalarse después de 24 años en la semifinal de un Mundial.