"Vamos a iniciar un viaje. Espero que no se les haga largo", dijo Ana Belén en el segundo espectáculo que ofreció el domingo último, junto a Víctor Manuel en el teatro El Círculo colmado de público. La cantante acababa de interpretar "Contamíname", de Pedro Guerra en el inicio de un concierto casi coloquial, con palabras de los intérpretes como introducciones a cada tema. Hasta la participación del murciélago del teatro el sábado y el domingo pareció acompañar en tramos del camino que Ana Belén había prometido recorrer.
Una versión teñida de reggae de "Luna", de Víctor Manuel, con gran lucimiento del saxo a cargo de Santi Ibarretxe, preludió a la ansiada "España camisa blanca", cantada por Ana Belén, y luego "Soy un corazón tendido al sol", en la voz del cantante y compositor asturiano.
Ana Belén convirtió en imponente su presencia escénica la que, paradójicamente, queda subrayada por la falta de divismo que exhibe. La artista madrileña despliega en escena todo su bagaje de recursos actorales y destila seducción en una madurez que la muestra plena en la voz y en el encanto. Víctor Manuel, hombre fuerte en la construcción de las canciones, ocupa un espacio de menor exposición y elige poner el acento en la expresión poética y en los prólogos de cada canción, para los que articuló breves relatos no exentos de humor y emoción sobre las circunstancias que inspiraron sus composiciones.
El show siguió desandando la ruta prevista con "Rayo de sol" y luego "Una canción me trajo aquí", del uruguayo Jorge Drexler, uno de los excelentes compositores que integran el abanico al que recurre Ana Belén para nutrir sus repertorios. Tras "Ay amor" llegó "Quiero abrazarte tanto" vestida de bossa nova y arrancó una catarata de aplausos.
Aunque los temas históricos se suponen inevitables, la pareja los apartó de la mera repetición y así, los clásicos sonaron remozados. Si hubiera que marcar una excepción a esta regla, esa sería la versión de "Sólo le pido a Dios", de León Gieco, cuyo tratamiento rítmico lo alejó demasiado de su carácter de plegaria laica.
"Sé que existo si me nombras tú", dice un verso de "Si me nombras" y esa declaración de amor, en la voz de Víctor Manuel, subió la apuesta con la incitante "Sube al desván". Luego se sucedieron "Debajo del puente", de Pedro Guerra; "Nada sabe tan bien como tu boca" y "Carito", de León Gieco, pasando por "Adónde irán los besos" hasta llegar a la esperada "Yo también nací en el 53", tema de Andrés Molina con el que Ana Belén volvió a cosechar cerrados aplausos.
Con una compacta y afiatada banda asentada en los teclados de David San José (que sumó su voz en dúos con su madre); la efectiva base provista por el bajo de Javier Saiz, la batería de Angel Crespo y la percusión de Armando Zulueta, y los imprescindibles Ovidio López, en guitarra y Santi Ibarretxe en el saxo, armónica, flauta traversa y teclados, el espectáculo adquirió una dimensión que supera largamente el mero ejercicio nostálgico de los que fueron a escuchar las canciones más conocidas de sus ídolos.
La puesta incluyó una planta de luces tan prolija que permitió que Ana Belén sorprendiera interpretando "Lía" en una versión que se "vio" en blanco y negro. Con "Lía" y "El hombre del piano", la cantante sacudió de manera impiadosa la emoción del público que agradeció con aplausos y gritos de entusiasmo irrefrenable.
Después Víctor Manuel volvió a la reflexión con la sentida "Asturias" que preludió a dos "bombas" más que explotaron en la noche como "Derroche de amor" y "La puerta de Alcalá", que cerró el brillante concierto. Tras el clamor del público los intérpretes regresaron para ofrecer cuatro bises: "No sé porqué te quiero", "La sirena", "A la sombra de un león" y "La banda", un tema histórico de Chico Buarque, que sirvió para que los cantantes hicieran un definitivo mutis dejando en el aire la promesa de una nueva cita con la canción.