Se van a cumplir ya dieciséis años desde aquel 18 de julio de 1994, cuando se
ejecutó el atentado terrorista más grande en la historia de la Argentina, que profanó la santidad
de la vida de las 85 víctimas, arrasadas por la mano criminal de aquellos que sólo entienden el
terror como excluyente vía de expresión política de su pensamiento.
Y hoy, una vez más, es hora de hablar.
Parafraseando el memorable discurso que Unamuno expresó en la cara del fascista
Millán de Astray en la Universidad de Salamanca: "… A veces, quedarse callado equivale a
mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia… El general Millán Astray
es un inválido de guerra, como también lo fue Cervantes. Pero un mutilado que carezca de la
grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se
multiplican los mutilados a su alrededor…"
Las actitudes de muchos dirigentes parecerían demostrar que aquellas palabras de
Unamuno iban a resultar descriptivas de la conducta de quienes aceptan el accionar del terrorismo
fundamentalista, bajo las más abyectas especulaciones políticas, dispuestas a permitir que se
multipliquen los mutilados, si esto favorece sus discursos o ideologías más fanatizados, o
simplemente si favorecen sus miserables actos de cálculos electorales.
Pero el deber de hablar y recordar ese crimen no corresponde únicamente a los
judíos: aunque el blanco elegido fue el símbolo de la presencia de la comunidad, largamente
centenaria e integrada totalmente a la Nación, fue la Argentina como sociedad quien resultó
atacada, por orden y mandato del terrorismo internacional, aprovechando las complicidades del
gobierno de entonces, incluyendo en esta categoría a miembros de los tres poderes de la República:
desde el presidente de la Nación y sus ministros, pasando por la Corte Suprema de Justicia e
incluyendo a la gran mayoría de los legisladores del Congreso. Todo en un país que apenas dos años
antes había asistido azorado a la voladura de la Embajada de Israel y como única respuesta ofreció
desde los máximos niveles de gobierno la más absoluta impunidad, creando las condiciones para que
se pudiera visualizar que este era un buen lugar para cometer nuevos atentados.
Pero no solo los autores intelectuales y ejecutores permanecen impunes.
Los negacionistas no descansan en su accionar de ocultar o mentir sobre el
hecho, e intentan volver a matar a las víctimas y torturar a sus familiares. Poco falta para que
aparezcan quienes directamente nieguen que el atentado a la Amia haya ocurrido: menguadas
conciencias pseudoprogresistas le hacen el juego y consienten actitudes intolerables a líderes
ubicados más lejos que cerca de las conductas democráticas, a las que aspiramos todos los que
creemos en la búsqueda de sociedades más libres, más justas y más solidarias.
Asistimos cotidianamente a los exabruptos más reaccionarios de personajes como
D’Elía, Esteche o Martino en nuestro país, o los dichos de Ahmadinejad, Chávez o Castro,
haciendo "jueguito" para distraer a la tribuna. Pocas horas atrás el presidente sirio Bashar Al
Assad tuvo el descaro de sostener en nuestro país la relativización acerca de la existencia del
holocausto bajo el insostenible argumento que él no había nacido en esos tiempos. Quizás podría
haber resultado pertinente y esclarecedor consultarlo sobre las ejecuciones (pena de muerte)
aplicadas, en su país y bajo su mandato, durante 2009 y también en los años precedentes
(denunciadas por organizaciones tales como Amnesty International o Human Right Watch). Y en todos
los años previos. ¿Nada tienen que decir al respecto todos aquellos que dicen levantar la bandera
de los derechos humanos? ¿O es que sólo le asignan esos derechos a quienes son funcionales a sus
intereses, especialmente si son enemigos de Israel y del pueblo judío en general? Solo apelan al
despliegue de nuevos disfraces para ocultar viejos odios.
El régimen de Irán no solo desoye el reclamo del gobierno argentino exigiendo
que los funcionarios reclamados por la Justicia de nuestro país acudan a declarar en la causa Amia;
en un gesto de abierta provocación designa ministro de Defensa a uno de los imputados. ¿Qué hacen
frente a esto algunos de los países miembros del Mercosur? No sólo no acompañan el reclamo
argentino, sino que reciben y agasajan al presidente Ahmadinejad.
Frente a estas actitudes volvemos a reiterar palabras que expresamos tiempo
atrás: "No compartimos el criterio especulativo de intentar ocupar lugares relevantes en el mapa
político mundial, compartiendo abrazos y fotografías con quien una y otra vez actúa como
negacionista del holocausto, contrariando a las mismas Naciones Unidas: el relativismo moral no
puede ser una conducta elogiable y no debemos silenciar nuestro rechazo a este tipo de
decisiones".
En recuerdo de las víctimas del atentado a la Amia seguimos exigiendo
justicia.
(*) Presidente de la Daia Filial Rosario