Nada es obra de la casualidad. Un 9 de julio de 1816 tuvo lugar la declaración y firma del Acta de la Independencia por parte de los diputados provinciales reunidos en Tucumán. Y un 9 de julio de 2014 tuvo lugar la declaración y firma del Acta de la final del Mundial de Brasil. Claro, en este caso fue de la mano de dos próceres de la modernidad que quedarán grabados a fuego en la memoria de todos los argentinos: Sergio Romero, quien fue clave en la definición de los penales al detener dos remates, y el aguerrido volante Javier Mascherano. Aunque lo de Chiquito tiene un sabor especial porque con sus manos aseguró ir al plato principal del torneo más importante del mundo. Sobre todo tras haber sido duramente cuestionado por la patria futbolera en la previa de la copa.
Salvo Sabella y sus compañeros, el resto de los “sabelotodos técnicos de turno” bajaban a Romero de la titularidad fruto de su inactividad en Mónaco. Sin embargo, Pachorra lo bancó como lo hizo Diego (Maradona) en su momento. Y progresivamente fue demostrando al mundo exterior estar a la altura de semejante certamen.
La historia marca que Romero emigró de Racing hace siete años para sumarse a AZ Alkmaar. Ahí lo recibió nada menos que Louis van Gaal. “Me ayudó mucho cuando llegue a Holanda, con un idioma que no entendía nada. Me enseñó muchísimo a crecer y por eso hoy (ayer) lo fui a saludar”, confesó el uno mientras todo el grupo celebraba en cancha.
No obstante, el misionero comenzó a ser figura ayer al contener el primer remate desde los doce pasos del defensor Ron Vlaar y el tercero del habilidoso mediocampista Wesley Sneijder. Pese a que sus compañeros inflaron la red a medida que les tocaba patear, Chiquito admitió que en ese adrenalítico instante todo es “suerte, porque uno puede elegir el lugar adecuado para lanzarse y no llegar a desviar la pelota, como le pasó al arquero de ellos, o bien contener o desviarla”. No hay dudas, emuló a Goychochea en Italia 90 cuando le atajó los penales a los locales Donadoni y Serena, y Argentina pasó a la final ante Alemania.
Antes, el Jefe Mascherano fue contundente y hasta brujo si se quiere. “Hoy te comés el mundo. Hoy vas a ser el héroe”, arengó el aguerrido volante mientras el arquero de Mónaco se aprestaba a custodiar los tres palos para definir cuál era el finalista en Río. Y fue Argentina. Por sus manos. Por los pies de sus cumpas. Porque el destino lo quiso. O vaya a saber por qué.
“Me tenía confianza y gracias a Dios salió todo bien”, contó con una simpleza descomunal el uno cuando ya era todo festejo en albiceleste. En medio de su instante de gloria se acordó también de Pachorra. “Sabella me ayudó en el año más difícil de mi carrera”, tiró sin remordimiento. “Hizo mucho por mí este año”, acotó sin asombro y como sintetizando su gran presente, que no es obra de la casualidad, por cierto. Sin dudas, en el Día de la Independencia nacional surgió otro prócer: Sergio Romero.