Adiós comandante

Ariel Zapata tuvo una despedida colosal, emocionante. Uno de los tres últimos sobrevivientes (además de Ré y Steinert) de aquel equipo que dio la vuelta cuatro años atrás le dijo adiós al fútbol y cumplió con su promesa de hacerlo con la camiseta de Newell’s. Esa de la que se enamoró hace cinco años, cuando arribó al Parque, y que lo transformó en ídolo por su entrega y sacrificio. El Pepi, a los 34 años, decidió ponerle un punto final a su carrera, un poco agobiado por las lesiones que lo tuvieron a maltraer, y en la noche de ayer lo festejó hasta las lágrimas en su último juego oficial, donde se destacó, a pesar del penal que le atajó Migliore.

  El escenario fue preparado para la ocasión. Por eso las banderas que ilustraron el Coloso ("Pepi de estudiante a maestro, gracias por todo") desde muy temprano para tributarle un enorme reconocimiento al volante que ayer arrancó entre los titulares y como capitán para que pueda disfrutar a pleno de su retiro. El "Pepi, Pepi" bajó con intensidad de todos los costados del estadio ni bien su figura se asomó de la boca del túnel acompañado por sus dos hijos (Milton y Amanda).

  "Le quería entregar el corazón a la gente de Newell’s y por suerte las cosas me salieron bien. Estuve más preciso que nunca y esto me llena de felicidad. Me quedé con la camiseta del primer tiempo y la del complemento se la dí a Marcos Lancillotta (dirigente leproso). Me sorprendió la presencia de Eduardo López en la cancha (le entregó una plaqueta) porque no es normal que haga esos actos", confió el Pepi y agregó: "No hago goles de penales porque no los pateo. Por eso lo más lógico era que lo errara".

  Zapata colgó los botines. Y la gente le regaló una fiesta inolvidable que le hizo temblar las piernas. El Pepi le dijo adiós al fútbol, pero hasta pronto a los hinchas. Su idea es "dirigir a Newell’s".