A Cristian Omar Moroco Ferreyra, de 26 años, lo asesinaron con saña y ferocidad. El martes por la noche lo emboscaron en un pasillo de Centeno y Patricias Argentinas (prolongación de Colon al 4100) en el que los vecinos del barrio indicaron que había un quiosco de venta de drogas. Moroco recibió al menos cuatro disparos en la cabeza y otros cinco en el cuerpo, todos ellos calibres 9 milímetros y 11.25. En la misma secuencia fue herido otro hombre de 40 años, quien recibió media docena de balazos en su cuerpo —tres de ellos en el pecho—, y sobrevive a duras penas en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez.
Moroco Ferreyra tenía esposa, un hijo y varios antecedentes penales. Algunos pesquisas que trabajan en la investigación, en manos del juez de Instrucción Juan Andrés Donnola, recordaron ayer que hace cinco años y cinco meses el muchacho había sido investigado por uno de los crímenes que por aquellos días sacudieron a La Tablada: el asesinato de Marcelo David Núñez, un chico de 17 años conocido como Monedita que fue baleado en la nuca y la espalda el 8 de enero de 2007 y que supo ser integrante de la banda que lideró el ya fallecido Torombolo Pérez.
Además de Moroco, por aquel homicidio estuvo detenido Rubén Chapu Ramírez, quien el sábado 11 de abril de 2009 fue ultimado de seis balazos —uno de ellos en la cabeza— como punto final de una pelea con otras cuatro personas en inmediaciones de Ayacucho y Garibaldi. En los tribunales provinciales el crimen de Monedita quedó impune.
En auto nuevo. Lo último que se conocía sobre Moroco Ferreyra data de la tarde del miércoles 26 de febrero de 2008 cuando fue detenido por efectivos de la disuelta Patrulla Urbana en Corrientes y Lamadrid. Entonces circulaba con otro muchacho en una Yamaha color azul y ambos fueron acusados de haber asaltado momentos antes la farmacia Solari, de avenida San Martín y Sánchez de Bustamante. Aquel día Ferreyra fue a parar al penal de la comisaría 15ª.
Ya en tiempo presente, Moroco llegó la noche del martes en el Peugeot 307 que había adquirido hace pocos meses hasta Centeno y Patricias Argentinas. Muy cerca de allí, según contaron los vecinos, residen su concubina y su hijo. Poco había pasado de las 22.45 cuando el pasillo ubicado en esa esquina se vio iluminado por fogonazos de pistolas semiautomáticas. Los vecinos aseguraron que fueron entre doce y quince detonaciones en el final de ese pasillo, de unos 10 metros de largo, donde supo funcionar un quiosco de venta de drogas.
Cuando el olor a pólvora aún no se disipaba del ambiente y varias personas sacaban apresuradamente algunos elementos de una vivienda de dos plantas, el cuerpo de Moroco quedó en medio de un enorme charco de sangre y vainas servidas calibres 9 milímetros y 11.25. No hubo piedad para él. Sólo en su cabeza los forenses adivinaron primariamente cuatro impactos que literalmente le levantaron la tapa de los sesos.
Malherido. Pero Moroco no fue el único alcanzado por las balas. En la vereda quedó malherido Fabián S., de 40 años y domiciliado en los confines de los barrios La Guardia y Tiro Suizo. Tenía tres impactos en el pecho además de una pierna y un brazo fracturados por la fuerza de los proyectiles.
De acuerdo a lo precisado por fuentes de la investigación, los dos hombres no habían llegado juntos al pasillo donde fueron emboscados, aunque eran conocidos entre ellos.
La policía llegó a la escena del crimen cinco minutos antes de las 23. En el lugar estaba el cuerpo exánime de Ferreyra, Fabián S. herido de gravedad y en la casa apuntada como un quiosco de venta de drogas no quedaba nada. Sólo una gaseosa a medio tomar, un cable de televisión arrancado y las puertas abiertas. "No hay mucho para decir en este caso. La víctima fue asesinada con saña. Lo que resta averiguar es por qué tanta saña. Si fue por venganza o por otro motivo", indicó un investigador.