Washington.— Muchas lágrimas corrieron en la noche del 4 de noviembre de 2008, cuando Barack Obama —acompañado de su esposa Michelle y sus hijas Malia y Sasha— subió a la tribuna en el Grand Park de Chicago.
Washington.— Muchas lágrimas corrieron en la noche del 4 de noviembre de 2008, cuando Barack Obama —acompañado de su esposa Michelle y sus hijas Malia y Sasha— subió a la tribuna en el Grand Park de Chicago.
Más de 200.000 personas, entre ellas muchas figuras prominentes, ovacionaron a Obama. La presentadora estrella de la televisión estadounidense, Oprah Winfrey, y el activista negro por los derechos civiles Jesse Jackson lloraron emocionados. En EEUU y en el resto del mundo, millones de personas siguieron fascinadas, por televisión, el histórico acontecimiento: por primera vez, EEUU había elegido como presidente a un negro.
Obama había entusiasmado a los estadounidenses y al mundo con sus mensajes de "cambio" y "esperanza". Un año después, incluso fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, como era de esperar, también se ha instalado cierto desencanto, tanto en el propio vencedor de las elecciones como entre los electores y también a nivel internacional.
Canas y cansancio. El pelo de Obama ha encanecido visiblemente; los rasgos del presidente, de 48 años, están más marcados y su voz suena más opaca. Todavía, según las encuestas, el 55 por ciento de los estadounidenses confían en él, aunque bastante menos que el 68 por ciento registrado el 5 de noviembre de 2008.
La resistencia política a Obama ha crecido enormemente. Además, el mandatario, más que nunca, tiene que temer por su vida: Obama recibe actualmente cuatro veces más amenazas de muerte que las que se dirigían hace un par de años al entonces presidente George W. Bush.
Poco ha quedado en EEUU de la "Obamanía", la euforia que inicialmente despertó el nuevo presidente, la nueva esperanza política, adorada como una estrella del pop.
Las vendedoras de la gran tienda de souvenirs de Obama, situada a un costado de la Casa Blanca, dicen que no saben cuánto tiempo más permanecerá abierto el comercio. "Las ventas no van muy bien. Estamos vendiendo ahora más recuerdos de anteriores presidentes", admitieron.
El hijo de "una mujer blanca de Kansas y un hombre negro de Kenia", tal como a Obama le gustaba presentarse a sí mismo, ha perdido mucho brillo. Es cierto que sigue siendo un maestro en la tribuna pública y que sigue fascinando a la gente con sus pulidos discursos. Sin embargo, le cuesta enormemente cumplir sus promesas electorales, a pesar de que su partido cuenta con amplias mayorías en el Senado y en la Cámara de Representantes.
Guerras sin fin. Obama quería poner fin inmediatamente a la guerra de Irak. La realidad ahora es que incluso después del verano (boreal) de 2010 permanecerán en Irak al menos 50.000 soldados estadounidenses.
También había anunciado, a raíz de su toma de posesión en enero, que cerraría en un plazo no mayor de un año el campo de detención en Guantánamo, símbolo de la cuestionada "guerra contra el terrorismo" de Bush. Pero a esta altura ya se sabe que eso no es posible.
Con una "nueva estrategia", Obama pretendía estabilizar a Afganistán y Pakistán. Hoy, esos dos países viven terribles turbulencias. Con una política de "soft power", privilegiando la diplomacia y el acercamiento, Obama ha intentado, hasta el momento sin éxito, persuadir a Irán y Corea del Norte de que abandonen sus aspiraciones nucleares.
Algunos éxitos. No obstante, Obama también puede reivindicar algunos éxitos: el prestigio de EEUU, que sufrió un dramático deterioro durante la administración Bush, ha aumentado notablemente, sobre todo después de que el presidente condenara, en nombre de su país, la práctica de la tortura.
Sin embargo, a pesar de los grandes elogios que cosechó su "discurso dirigido al mundo islámico", pronunciado en El Cairo, la confianza en EEUU no ha aumentado sustancialmente en esa parte del mundo, según revelan las encuestas. Y mucho menos en Israel, donde la desconfianza hacia Obama es enorme.
Proyectos polémicos. En el plano político nacional, la reforma del sistema de salud era, después de la estabilización de la economía, el proyecto más importante del presidente demócrata. Sin embargo, esa reforma sigue siendo objeto de una fuerte polémica.
Entretanto, la economía de EEUU ha vuelto a la senda del crecimiento. La Casa Blanca asegura que esto se debe al gigantesco plan de estímulo impulsado por Obama y a los millones de dólares invertidos en el rescate del sector financiero. Lo cierto es que, al menos las medidas destinadas a apoyar a la banca, ya habían sido introducidas por Bush. Además, entre los estadounidenses crece la desconfianza hacia una mayor injerencia del Estado.
Con una tasa de casi el 10 por ciento, también el desempleo en EEUU se sitúa en un nivel récord. Respecto al cambio climático, el mandatario ha llevado a cabo un cambio político moderado, pero el Congreso aún debe aprobar el nuevo proyecto de ley.
Obama prometió llevar a EEUU a una nueva era, convirtiendo a su gobierno en el más transparente de la historia. Sin embargo, todo eso ha resultado hasta el momento mucho más difícil de realizar de lo que él mismo debe haber pensado.
Por Tomás Barrandeguy
Por Martín Stoianovich
Por Osvaldo Iazzetta / Politólogo UNR