Democracia o autoritarismo: por allí pasa la contradicción fundamental de las sociedades modernas.
Democracia o autoritarismo: por allí pasa la contradicción fundamental de las sociedades modernas.
A los argentinos nos costó mucho salir de la negra noche de la dictadura. Haber conseguido la democracia, hace 25 años, fue en realidad una refundación de las formas republicanas e igualitarias de la Nación.
El 30 de octubre de 2008 se cumplen 25 años de las elecciones generales de 1983 que abrieron una nueva etapa en la historia nacional.
Hoy estamos repensando e interrogando a esta sociedad, como quería Cornelius Castoriadis, que siempre es labor fecunda para construir el futuro.
En ese reflexionar hemos aprendido a estar alertas a las influencias antidemocráticas; que la democracia se fortalece con más democracia y que para ello es necesario estrategias de construcción de ciudadanía como formas de inclusión y dignidad humanas. Comprendimos que el carácter de ciudadano no sólo se logra por la decisión del voto sino por la participación activa en la interpelación a los sectores políticos, así como en la exigencia de transparencia como modo de asegurar el recurso ético en la gestión de políticas públicas.
En la construcción de la Argentina como Nación, los hombres de 1880 forjaron un modelo de país basado en los derechos civiles y la imperiosa invención de la identidad nacional relacionada fundamentalmente con la educación pública. El universo de las leyes y de las palabras que explicaban la República ingresaron al siglo XX luchando por la conquista de los derechos políticos; éstos llegan de la mano de la ley de sufragio universal y el acceso de los sectores medios al mundo político con el ascenso de Yrigoyen. Finalmente, con el gobierno de Perón, los derechos sociales, que venían siendo reclamados y formulados por vastos sectores sociales y políticos, alcanzan su institucionalización en leyes y cambios en la economía y la cultura nacional.
Pero también hemos aprendido en estas formas aún imperfectas de democracia deben reforzarse cada día más los derechos civiles y políticos y extender los derechos sociales a miles de hombres y mujeres que aún no comparten el capital cultural y social que la sociedad y el Estado debe brindarles.
Algunos pensadores dicen que marchamos hacia una sociedad del conocimiento, pero sin embargo, cada vez más personan miran el mundo como algo que les es ajeno, que no les pertenece y les resulta extraño.
Por lo tanto, hoy más que nunca necesitamos garantizar los derechos civiles y sociales. Esto hace la diferencia entre habitar en el territorio y sentirse plenamente parte de la sociedad, ser ciudadanos. En este marco deben repensarse seriamente las relaciones entre Estado, mercado, sociedad y sus múltiples articulaciones.
Los años '80 significaron el intento por recomponer una sociedad democrática. El gobierno de Raúl Alfonsín encarnó los deseos de paz y de desechar la violencia y la fuerza como recursos.
Muchos momentos difíciles debieron atravesarse, contra privilegios consagrados e intereses corporativos no sólo instalados en el Estado sino en la sociedad civil. Desde levantamientos militares contra los juicios por violación de los derechos humanos hasta golpes de estado económicos.
Debemos re-construir otras formas de Estado, otros modos de trabajo conjunto con la sociedad civil y la iniciativa privada. Ni el Estado mínimo del modelo del Consenso de Washington que primó en los '90, ni un Estado que no deje espacio a los ciudadanos. Sí un Estado que los ampare, respete y dignifique.
Necesitamos recomponer el tejido social, recrear un proyecto de país y de provincia que incluya a todos; recuperando instituciones esenciales y posibilitando nuevas formas de participación ciudadana para una mejor comunicación entre los elencos gobernantes y los ciudadanos. Las demandas de mayor participación no encuentran hoy los mecanismos más adecuados, ágiles y suficientes en las instancias de las administraciones del gobierno, tanto en lo que se refiere a funciones del Poder Ejecutivo como del Legislativo y Judicial.
Como dicen algunos autores, se trata de superar una democracia delegativa para pasar a formas de democracia más participativas.
Construir más democracia es, sin duda, un compromiso que nos involucra a gobernantes y ciudadanos, a la sociedad política y a la civil.
En esta democracia aún joven nos falta mucho camino por andar, pero es cierto que cada vez más personas han comenzado a hablar alto y claro, levantando consignas críticas e imaginativas.
Hace mucho tiempo que miramos, a veces sin ver, el estrago del hambre y el crimen de la injusticia, la pobreza y sus enfermedades, la puerta cerrada del futuro para muchos hombres y mujeres.
La democracia debe posibilitar que reverdezca la esperanza.
(*) Vicegobernadora
de la provincia