Analizar en detalle la rendición de cuentas 2015-2019 del gobierno de Macri no apunta a cuestionar los datos en sí, sino a considerar la orientación y el resultado de las medidas implementadas en términos del interés nacional. Por eso es que más allá de la evolución positiva de algunas estadísticas, interesa saber a quién han beneficiado y en qué medida la Argentina cuenta con las bases necesarias para crecer y desarrollarse con justicia social.
Está claro que el incremento en la producción de energía tuvo que ver con un notable aumento en la ganancia de las empresas, que resultaron ser las grandes beneficiadas de este modelo. Pero si ese dato indica que al mismo tiempo la producción, el agro y el comercio tuvieron que pagar tarifas antieconómicas que dejaron a muchas empresas fuera de competencia, el resultado no es para nada positivo y por lo tanto se requiere un cambio de política.
Ningún país desarrollado considera al transporte y la energía como un bien de mercado más, sujeto a los criterios de maximización de ganancias, porque se trata de insumos estratégicos que atraviesan toda la economía y determinan sensiblemente su competitividad. Parafraseando a un ex presidente, si estos empresarios no pueden proveer la energía como la necesita el país, que dejen las empresas en manos del Estado; en Argentina seguramente hay empresarios nacionales con capacidad y patriotismo para gestionar de manera eficiente las empresas públicas, que no necesitan generar ganancias extraordinarias, sino ser equilibradas y eficientes en su función económica y social.
A su vez, el esquema montado por Cambiemos ha resultado ser extremadamente frágil e inestable. Se ha visto que con tasas de interés por las nubes y un riesgo país como el actual, muchos proyectos de inversión en generación de energía renovable están parados. Esto lleva a preguntarse si el gobierno saliente deja las bases para el crecimiento, o si esas bases son justamente las que impiden el crecimiento con desarrollo.
Es lamentable que, a 47 años del pionero mensaje ambiental a los pueblos del mundo, nadie hable, ni siquiera pregunte, acerca del pasivo ambiental que estamos generando; como si no existiera costo alguno por cada dólar que se llevan las empresas (y también el Estado) de la minería, la extracción de hidrocarburos, los monocultivos, etc. Si eso no forma parte de la rendición de cuenta, estamos claramente subestimando los costos.
En materia de transporte de cargas, los datos publicados muestran una notable crecimiento en el movimiento de cagas por trenes estatales y por el Belgrano Cargas, pero hay que decir que el sistema ferroviario lleva la misma cantidad de toneladas que en el año 2015. Es la misma Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) que publica que en el año 2018 se transportaron 18.835.63 toneladas y en el 2015 18.488.284 toneladas. Nuevamente, si la intención es sólo mostrar buenos datos, está lograda (a costa de una lamentable mediocridad). Si por el contrario nos interesa el desarrollo nacional del trasporte de cargas, como un hecho vinculado a un modelo de desarrollo nacional, la cosa está lejos de haber registrado una mejora.
Las únicas nuevas obras ferroviarias que se comenzaron por decisión política del gobierno de Cambiemos, fueron las del ferrocarril Mitre y San Martín, enfocadas en el área Metropolitana de Buenos Aires, pero subsidiadas con el presupuesto nacional. Todas las otras eran obras ya iniciadas por la gestión anterior, incluyendo el plan de renovación de vías y material rodante que se pudo hacer con dinero del Tesoro nacional y un crédito de la República de China. En este punto, el federalismo fiscal del que se ha jactado Macri, llego sólo hasta la provincia de Buenos Aires.
Respecto a Vaca Muerta, es importante que podamos entender hacia dónde va ese negocio y cómo va a aportar al desarrollo nacional, cosa que al momento nadie explica. Se entiende que la exportación de crudo genera divisas que el país necesita. Pero si esas divisas van a pagar intereses de una deuda que los argentinos nunca vieron (porque financió gran parte de la fuga de capitales), entonces también hay que decir que de esa riqueza nacional no nos quedará nada. Por lo tanto, es mucho más inteligente (y necesario) aprovechar la producción de Vaca Muerta para dinamizar otras industrias estratégicas que generan valor, como la petroquímica, que produce insumos para una amplia gama de productos de origen nacional, pero en los últimos tiempos fueron tomadas por empresarios especuladores que condujeron la actividad al cierre de plantas y a la destrucción de capital. Vaca Muerta tiene que aportar al desarrollo de la industria nacional, de lo contrario, estaremos perdiendo nuestra gran oportunidad de salir de la trampa del subdesarrollo en la que sólo nos toca vender materias primas y comprar productos con valor agregado.