El comienzo del nuevo año implicó para los argentinos el regreso de algunos de los más temidos fantasmas de nuestra historia económica. Las inflexibles restricciones para la adquisición de moneda extranjera por parte del público hicieron florecer un mercado informal de distintas monedas. Simultáneamente, referentes empresariales y sindicalistas rememoraron uno de los períodos más complejos para los argentinos al evocar el polémico plan económico que el ex ministro de economía de Isabel Perón (Celestino Rodrigo) presentó como respuesta a una creciente inestabilidad económica e inflación desbocada, el recordado Rodrigazo.
Crispaciones aparte, e independientemente de las referencias recientes, la economía argentina atraviesa una situación de desequilibrio que se materializa en distintas distorsiones y restricciones. Un cepo cambiario que no existe en el discurso oficial pero cada vez se cierra un poco más.
Un dólar informal que escaló en los primeros 29 días del año más del 14,5%,(185% anualizado, y con una brecha respecto del oficial que supera el 56%, pero minimizado por la presidenta del Banco Central (BCRA) atribuyendo la suba exclusivamente a un factor de demanda estacional de aquellos argentinos que deciden veranear fuera del país. Precios crecientes que no tienen eco en las estadísticas, por mencionar algunos.
No es de extrañar entonces que el amargo recuerdo de paquete de medidas de junio del 75 recobre vigencia entre quienes vivieron esos años o quienes lo estudiamos en los libros de historia.
Sin embargo, en honor a la verdad, a pesar de las múltiples similitudes que pueden observarse entre el panorama actual y aquellos años de la economía argentina, deben añadirse otras tantas diferencias.
En los siguientes párrafos procuramos identificar puntos en común y discrepancias, al igual que otra instancia disruptiva de nuestra historia reciente, el período que marcó el fin del Austral como moneda oficial.
Posiblemente el primer punto de contacto sea la marcada aceleración en la emisión monetaria. Diciembre de 2012 fue testigo de una expansión en la base monetaria del 14,4%, para cerrar el período con un incremento interanual del 38%. Elevado, pero distante del crecimiento del 59% experimentado durante 1974 y más aún del 225% del siguiente año, cuando estalló el Rodrigazo.
También vale mencionar que aún más lejana es la situación presente de la explosiva emisión que llevó adelante la autoridad monetaria durante 1989, cuando la base monetaria se multiplicó más de 50 veces.
Trazada esta diferenciación resulta obligado mencionar que una expansión monetaria cercana al 40% en un año en el que la economía argentina creció, si lo hizo, poco y nada resulta preocupante.
Otro interrogante se plantea al comparar la evolución de los billetes en poder del público y bancos con su respaldo en reservas internacionales. Al final del año 1974, por cada dólar de reservas en el Banco Central circulaban pesos Ley por 3,3 billetes verdes. Doce meses después, esta relación se había ampliado hasta prácticamente 5. El 89 nos ofrece una relación algo por debajo de dos dólares de base monetaria por cada uno en reservas.
Si tomamos la base monetaria reportada por el BCRA al 31 de diciembre de 2012 y las contrastamos contra las reservas internacionales una vez removida la ficción que implica la contabilización de encajes y préstamos encontraremos que este indicador se encuentra en niveles comparables a los observados en el ocaso del Austral. Claro está, que la situación de otros indicadores relacionados con drásticas caídas en el nivel de reservas o la asfixiante necesidad de financiar un creciente déficit cuasi-fiscal no están presentes en forma inminente.
Así como podemos hallar similitudes y diferencias en las variables monetarias, también es menester hacerlo en la coyuntura local e internacional. En 1975, Agentina producía 485.000 toneladas de soja. Años más tarde, en el 89, la producción sojera había crecido hasta los seis millones y medio de toneladas.
Los términos de intercambio eran de 93 y 89 respectivamente. Para que quede claro, valiéndonos de una analogía que resulta ya familiar, si los términos de intercambio fueran el viento que sopla, un valor por debajo de 100 implicaría viento de frente mientras que por encima de dicho guarismo equivaldría al viento de cola.
En la actualidad no sólo la producción se ha incrementado hasta una proyección de 53 millones de toneladas —y con valor agregado por la tecnificación de la cadena agroindustrial— sino que los términos de intercambio de acercan a 150. Si en la época del Rodrigazo el país tenía una brisa de frente, hoy hay un huracán de cola.
Conclusiones. Si bien resulta extremo hablar de un curso de colisión hacia una crisis económica como la que atravesó el país en 1975, claramente los indicadores económicos y monetarios muestran un creciente deterioro. El pronóstico no es positivo y parece sostenerse más por una situación de coyuntura más que por méritos propios.
En este contexto, no resulta sorpresiva la preferencia por el dólar, del color que sea posible adquirir. Basta con mencionar las contradicciones que surgen desde un gobierno donde la referente del BCRA o economistas afines al gobierno expresan en los medios que el valor de la divisa indicado en pesos “va a bajar sólo”, mientras el titular de la Secretaría de Comercio Interior, Guillermo Moreno, señala que “este año el dólar subirá 20% hasta alcanzar los $6”. Señales confusas de funcionarios que pretenden convencer a los trabajadores que deben ahorrar en una moneda que día a día pierde valor.
En síntesis, si el escenario avanzará hacia mejor o se acercará cada vez más a un punto de quiebre, dependerá —entre otras cosas— de la evolución de las variables mencionadas, tanto en lo que hace a la coyuntura como a la política económica.
Está claro que los desafíos económicos deberían centrarse en comenzar a resolver algunas de las cuestiones básicas de política económica como son la creciente inflación, la distorsión de tasas y precios relativos y el aumento en las presiones cambiarias. Pero ello difícilmente ocurrirá, mientras tanto el gobierno nacional seguirá desafiando la lógica del mercado, el interrogante es cuánto pueden empujarse los límites.