Venezuela, Brasil y Argentina tiene políticas distintas respecto a sus déficits, sin embargo las consecuencias serían severas, si no se corrigen de plano.
Venezuela, Brasil y Argentina tiene políticas distintas respecto a sus déficits, sin embargo las consecuencias serían severas, si no se corrigen de plano.
Esta semana Venezuela fue noticia en los mercados mundiales. El gobierno devaluó el bolívar en un 31,75 por ciento y esto dio lugar a innumerables conjeturas. La economía de dicho país es cerrada, cuenta con un déficit fiscal y de cuenta corriente, que obligo al gobierno a tomar una decisión de este tipo, para dejar de perder reservas y equilibrar las cuentas públicas.
Daría la impresión que una devaluación no es la receta más adecuada para los países como Venezuela. Una devaluación empobrece a la población, genera un cambio abrupto en las reglas de juego, se reasignan en forma desigual los ingresos y le quitan credibilidad al país, postergando las inversiones.
La devaluación es solo un atajo para no realizar el ajuste fiscal, que más tarde o más temprano terminaran llevando adelante.
En Brasil las cuentas públicas son muy deficitarias. Sin embargo, dicho déficit se financia con endeudamiento en los mercados mundiales. Si bien Brasil se endeuda a tasas muy bajas, e inferiores al 5 por ciento anual, no es menos cierto que el ingreso de dólares a su economía genera una apreciación del real, que aleja a los productos de Brasil de la competencia mundial.
El endeudamiento es un atajo para no enfrentar el problema del déficit fiscal, incrementando ingresos o bajando gastos. Generalmente la presión tributaria de los países emergentes es muy elevada, y no da espacio para seguir incrementando impuestos. Como bajar el gasto es poco popular, se procede a financiar eternamente el déficit fiscal.
Si a futuro se produjera una suba de las tasas de interés a nivel mundial, Brasil no podría abusar del financiamiento externo para equilibrar las cuentas públicas, y lo obligaría a realizar el ajuste en forma más apresurada, y por ende desordenada.
En el caso de Argentina, sus cuentas públicas son muy deficitarias. Sin embargo, el gobierno adoptó la política de financiar la brecha fiscal con emisión monetaria. Argentina depende del valor de la soja para incrementar el caudal de reservas en dólares y elevar los ingresos fiscales.
En la actualidad, con la escasa cantidad de soja cosechada en el año 2012, los ingresos fiscales fueron flacos y los dólares escasearon en el mercado. Por ello se recurrió a la emisión para financiar el déficit. En los años precedentes, por distintas razones, el mayor gasto público se financió recurrentemente vía emisión de moneda.
En Argentina, la emisión monetaria no es un recurso que pueda utilizarse eternamente. En los últimos cinco años el país convivió con una inflación de dos dígitos que le quitó rentabilidad a las empresas, poder adquisitivo a los asalariados e hizo que nuestros productos sean menos competitivos en los mercados mundiales.
Si nuestro país corrigiera el déficit fiscal mediante una baja del gasto público, no emitiría un 35 por ciento más de pesos por año, y esto descomprimiría las expectativas inflacionarias del conjunto de la sociedad.
Daría paso a una tasa de inflación mucho menor, sobrarían menos pesos, se especularía mucho menos con el dólar y la economía podría mejorar su competitividad, los asalariados mejorarían el poder adquisitivo y las empresas recuperarían márgenes de rentabilidad.
Los tres países aplican recetas distintas para una problemática común, que son cuentas públicas deficitarias. En lugar de tomar el toro por las astas, y corregir el desvío, los gobernantes toman placebos que sólo postergan momentáneamente la corrección de los desvíos fiscales.
Muchos de estos placebos, como la maxidevaluación, endeudamiento o emisión monetaria, no hacen más que postergar la resolución de los problemas estructurales.
Que no se arreglan cerrando la economía, prohibiendo la compra de dólares o expropiando empresas.
Los problemas económicos tampoco se arreglan devaluando, tomando deuda o emitiendo.
Las reformas estructurales deben comenzar por tener equilibrio en las cuentas públicas, y dejar de recurrir a estos tipos de placebo, que a futuro nos traen más problemas que soluciones.
Si Argentina deja atrás las recetas del pasado, como son los controles de precio, cepo cambiario y cierre de la economía, y apunta a incentivar la inversión del empresario local, generar una serie de incentivos fiscales para incrementar la producción y dejar de emitir en la escala que lo ha hecho los últimos años, el país está en condiciones de volver a tasas de crecimiento muy elevadas.
Si seguimos emitiendo, la menor rentabilidad de las empresas se convertirá en menor inversión, y no habrá fuerzas para empujar el carro de la actividad económica. Sin estas señales, el dólar blue seguirá siendo noticia.
Con señales más contundentes, producir será el camino elegido por los agentes económicos.