La pandemia incrementó la pobreza y la desigualdad, golpeando con inusual dureza a los sectores medios de las naciones emergentes. Más de 150 millones de personas dejaron de integrar la clase media durante 2020. La crisis llevó a las naciones desarrolladas a expandir el gasto casi un 10% del PBI y a replantearse el modelo económico. El FMI, en cambio, no aprendió nada. En 76 de los 91 países a los que les otorgó créditos, presionó por recortes profundos en los sistemas públicos de salud y en el gasto social, además de subas de impuestos que afectan a la población de menores ingresos. Así lo destaca el informe especial de Proyecto Económico y el Observatorio de Coyuntura Internacional y Política Exterior (Ocipex) sobre “los efectos de la crisis en la clase media y el mundo emergente”.
En el primer tramo, el trabajo, realizado por la economista y diputada nacional, Fernanda Vallejos en coautoría con la especialista, Sofía de Nícolo, analiza los efectos negativos de la pandemia. “El aumento de la pobreza es la consecuencia del impacto de la crisis sobre los sectores medios, trabajadores asalariados, profesionales, cuentapropistas, como pequeñas y medianas empresas”, puntualiza.
El panorama económico mundial actual permite concluir que la pandemia está afectando más a los países emergentes, particularmente los del sudeste asiático (exceptuando China) y América latina y a los sectores de ingresos medios. Una diferencia con la crisis de 2008, que tuvo un impacto generalizado, pero “las economías emergentes lograron recuperarse más rápidamente”.
¿Por qué razón la crisis económica golpea ahora más a los emergentes que a los desarrollados? E Vallejos-De Nícoli explican que a pesar de que “el empleo en los países de ingresos medio-bajos ha sido el más golpeado (una disminución del 14% en las horas de trabajo durante el año pasado) y el gasto en estos países estuvo muy lejos de contener el empleo perdido”.
El deterioro del empleo tuvo “su correlato” en la disminución de las clases medias que pasaron a engrosar la nueva pobreza. En cambio, que los países desarrollados adoptaron una política contracíclica y tomaron “medidas para contener el empleo y repatriar inversiones que anteriormente se habían deslocalizado”. Es más, los gobiernos de las naciones desarrolladas han decidido mantener en 2021 las medidas de impulso a la economía del año pasado.
Como contracara, el informe subraya el doble discurso del Fondo Monetario que, por un lado, “admite el rol del sobreendeudamiento como un collar que ahorca las posibilidades de cualquier economía débil para afrontar una crisis como la que vivimos actualmente”, pero al mismo tiempo “sigue predicando sistemáticamente el ajuste bajo el eufemismo de la “consolidación fiscal de mediano plazo”.
El informe trae a colación un estudio de Oxfam que evidencia que “en 76 de los 91 países a los que el FMI les otorgó créditos durante la pandemia, se propusieron planes de ajuste. Asimismo, advierte sobre el sesgo político para conceder ayudas económicas durante la crisis pandémica ya que “más del 50% del financiamiento total por Covid-19 del FMI se ha comprometido a sólo tres países: Perú, Chile y Colombia”. Tres gobiernos alineados con EEUU.
Vallejos-De Nícoli hacen suya la crítica de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (Unctad) al sistema vigente porque entienden que “sin audacia en las propuestas no va a ser posible un verdadero cambio”. En este sentido, el organismo internacional alerta que “para que la recuperación sea sostenible es necesario un crecimiento salarial más rápido en los empleos peor retribuidos, a fin de reactivar el crecimiento de la productividad y el empleo”.
En esta misma orientación, el informe de Proyecto Económico-Ocipex recuerda que la UNCTAD propone “expandir el gasto orientado a la inversión, cuidando el equilibrio entre sus componentes monetario y fiscal, hasta que se recupere el sector privado” y considera que “los bancos centrales deben afirmar su autoridad regulatoria”.