El presidente Mauricio Macri tuvo su baño de público la semana que pasó en Expoagro. Jugó de local en un territorio con el cual tiene su más firme alianza política: el mundo del capitalismo agrario pampeano. Junto con los bancos de inversión y las empresas privadas que operan servicios públicos integra el reducido lote de actividades que cobraron en efectivo el cambio de política económica. El resto de los que se entusiasmaron con la propuesta oficialista deberá todavía atravesar el desierto del ajuste autoinfligido.
El shock de rentabilidad para los agronegocios es parte constitutiva del plan económico de Cambiemos, al igual que la alianza con los administradores del crédito en dólares. Más allá de la incidencia de los vínculos personales, los referentes económicos macristas ven en esta estrategia la llave para atraer divisas, aliviar las tensiones del sector externo y, al final de la crisis provocada por la devaluación, traccionar negocios que derramen algo de sus ganancias al resto de la economía.
En la muestra de Ramallo se expuso claramente la alegría de los empresarios del sector. Los stands de proveedores de bienes y servicios para el campo se llenaron de ofertas para seducir a los productores y de frases emocionales sobre horizontes despejados, climas de optimismo y sonrisas de esperanza. Se espera que pronto ese entusiasmo se traduzca en decisiones de inversión, una vez que los productores se hagan de la plata de la cosecha que comienza en estos días. Mientras aguarda que llegue el llamado trimestre de oro, cuando derraman los agrodólares, Macri disfruta de la masiva muestra de gratitud que le ofrece su principal hinchada política.
El presidente les recordó en Expoagro que cumplió sus promesas de campaña. Con la esperanza, quizás, de que le respondan también con el bolsillo, y no sólo con el corazón. El jefe del Estado ya invirtió su capital político para provocar una crisis que les permitiera a sus aliados económicos recomponer la tasa de ganancia. Está pagando todos los peajes sin ver claramente los beneficios. A la devaluación y el desmantelamiento del sistema de control de precios, el fuego amigo le respondió con una disparada inflacionaria que superó el 15% en cuatro meses. Y la ola de beneficios a exportadores, bancos y privatizadas alentó una especulación cambiaria que obligó a llevar las tasas de interés a niveles siderales y a liquidar en buena parte el oneroso préstamo puente que se consiguió con bancos extranjeros. El equipo económico tuvo incluso de declarar desierta una licitación de bonos en dólares. A los reyes del mercado, el ídem los trató como a Kicillof. O peor, ya que no hay miedo de por medio. El último gran peaje es el preacuerdo con los fondos buitre, que habilitará la mayor colocación masiva de deuda de un mercado emergente desde mediados de los noventa. Con la emisión se busca el efectivo para pagar el fallo extravagante del juez Griesa.
Otra vez, el gobierno desplegó toda su artillería política, incluidos extraños mensajes de texto a los legisladores ex kirchneristas y una negociación de morlacos con los gobernadores, para aprobar una ley que, ya advirtieron a sus bloques parlamentarios, no van a poder festejar.
La vuelta al mercado de deuda es en esta etapa el otro gran eje del plan económico. Inquietó que, después de todas las señales amigables al mercado, la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, pagara tasas superhéroes al 9% por los bonos que emitió la semana pasada la provincia. Esa tasa es mayor a la que pagaron el año pasado YPF y el gobierno nacional. Muchas empresas que esperaban salir al mercado, decidieron esperar a ver qué pasa. El alerta también rige para las provincias que buscan subirse al tren de reendeudamiento a cambio de convertirse en el Parlamento de facto y vender gobernabilidad al nuevo gobierno nacional. A cuenta, esta semana el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, les ofreció adelantar con un pagaré descontable en el mercado secundario una las cuotas con las que restituirá en cuatro años el 15% que le recortaron a los Estados del interior en los 90 para financiar la reforma previsional.
La repartija federal es relativamente barata, orientada a limitar los daños que en los territorios provocó el cambio de escenario.
Obras públicas paralizadas, industrias afectadas por la inflación y la caída de la actividad y el creciente desempleo, atizado por los despidos en el Estado y replicados en el sector privado. Este miedo comienza a competir con la inflación en las preocupaciones de los que no son empresarios que ganan en dólares. Hasta la CGT incluyó en sus coartadas de reunificación el pedido de emergencia ocupacional y la doble indemnización. Por lo pronto, en medio de estas tensiones se cerraron las paritarias estatales escalonadas y negociaciones semestrales en mercantiles y mecánicos. Todas rondan entre 20% y 25% para la primera mitad del año. En actividades con plena en crisis, como las petroleras,hay recorte de salarios. El gobierno tuvo éxito en la tarea de crear una crisis como arma de disciplinamiento. Ahora deberá exhibir capacidad para administrarla.