Así y todo, ese cálculo se basa "en un escenario de tranquilidad externa en los próximos 18 meses". Aun con un recorte del déficit de cuenta corriente, producto de la devaluación y la recesión, el economista estimó que los dólares no serán suficientes para liberar presiones sobre el tipo de cambio.
Recordó que en la primera parte de la corrida, la caída de reservas promedió 3.800 millones de dólares mensuales. En junio, si no fuera por el ingreso del préstamo del FMI, la baja hubiera sido de 3.173 millones, mientras que en julio la reducción fue de 3.900 millones.
"El sector externo podría obligar el Banco Central a desprenderse de unos 20 mil millones de dólares de reservas", dijo. Y señaló que en esta proyección, las necesidades de dólares suben hasta 14.300 millones de dólares en el escenario intermedio y hasta los 24.350 millones en el pesimista.
Dólares y más dólares
Por otra parte, la necesidad de divisas no sólo refiere a la deuda pública. Andrés Asiaín, economista del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso), advirtió que también presionan sobre esa caja los vencimientos de empresas privadas, provincias, déficit comercial y de turismo, remisión de utilidades de las multinacionales y fuga de capitales.
"De esa manera, las necesidades de divisas hasta 2019 son unos 61.500 millones de dólares, compuestos por los 7.500 millones que demanda el sector público y los 54 mil millones del sector privado", señaló.
El déficit
Estas proyecciones, señaló, ponen al desnudo "el talón de Aquiles de la economía argentina, que no es el déficit de las cuentas públicas sino el déficit del sector externo".
"Al contrario de lo que muchos suponen, el déficit de las cuentas públicas fue el sostén de la macroeconomía de la gestión de Mauricio Macri; el endeudamiento externo del Estado brindó una fuente estable de dólares que permitió cubrir el déficit externo del sector privado y acumular reservas", recordó. Y señaló que "el estrechamiento de esa fuente de divisas, fue la que generó que las bases de la economía se resquebrajaran al primer soplido internacional". Desde ese punto de vista, el ajuste fiscal no resuelve el problema central, que es: ¿de dónde saldrán los dólares para financiar el déficit externo del sector privado?.
"El FMI supone que una política de dólar flexible es suficiente para reequilibrar el balance externo del sector privado al disminuir el déficit del turismo y, vía contracción de la producción, reducir las importaciones", señala el Ceso, pero aclara que "la elevada incertidumbre e inflación que genera la permanente devaluación del peso, termina acelerando la fuga de capitales con lo que el déficit externo del sector privado se agrava, al menos, en el corto plazo".
El Ceso, ya en su anterior informe, anticipó la inevitabilidad de un pedido de waiver al FMI por el incumplimiento de las metas. El desprolijo anuncio que hizo el miércoles el presidente sobre la negociación para adelantar los desembolsos correspondientes a 2020, que espiralizó la corrida cambiaria, confirmó de la peor manera esos vaticinios.
Optimistas
Jorge Vasconcelos, economista jefe del Ieral de la Fundación Mediterránea, consideró que la diferencia de estimaciones en torno de la necesidad de dólares tienen que ver con las visiones más o menos pesimistas sobre "el roll -over de las Letes en dólares y de las reservas necesarias para cancelar Lebac". En definitiva, "el cálculo varía según el grado de confianza en el peso", dijo.
A dos años y medio de ocurrida, Vasconcelos reconoce que "la unificación cambiaria de fin de 2015 se hizo en un contexto inadecuado, con fundamentos que no daban para tratar igual a los dólares financieros / turísticos que los comerciales". A su juicio, "aquel retorno al bimonetarismo fue prematuro".
Su visión es algo más optimista que los otros economistas. Dijo que las condiciones "han cambiado" en los últimos meses, ya que "sobran menos pesos" en el mercado, debido al programa de reducción. Del lado de las divisas, "la balanza y servicios pasó en doce meses de un rojo mensual de 517,5 millones de dólares a un saldo positivo de 193 millones (promedio junio-julio)". Admitió, no obstante, que la demanda de dólares por atesoramiento "aún persiste" pero opinó que el tipo de cambio en el cual se "normaliza" esa variable, "no puede estar lejos", a juzgar por la renovación de 90% de la última licitación de Letes.
Con el riesgo país por encima de los 700 puntos y los precios de los seguros contra default cotizando en alza, sumado al desesperado salto hacia las divisas, expresan las dudas que tiene el mercado sobre esa afirmación.
Solvencia
El economista Marcelo Ramal destacó que la razón de fondo de la corrida cambiaria es "la incapacidad del Estado argentino para hacer frente a la deuda, la cual ya representa el 70% del producto bruto".
"Como ocurriera con el propio acuerdo con el FMI, el discurso de Macri no hizo más que dispara una corrida más intensa", señaló. Y explicó que el programa financiero oficial "no contempla las necesidades de divisas que emergen de la deuda privada, el comercio exterior y de la incesante fuga de capitales". A ello se añade "la bomba explosiva de las Lebac y de los títulos creados para reemplazarlas, las Letes, cuya renovación no está de ningún modo garantizada".
Arnaldo Bocco, director del departamento de Economía de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (Umet), opinó que "no hay problemas adicionales" a la economía argentina que expliquen la nueva espiral del tipo de cambio. Se trata de una fase superior de una crisis provocada por deficiencias estructurales señaladas desde un primer momento por algunos analistas. Esto es "la escasez inocultable de dólares producto de la política seguida con la apertura comercial y externa".
Aunque en forma algo tardía, el ex presidente del Banco Nación Carlos Melconian viene convergiendo desde el último año en las críticas con los sectores más heterodoxos. Lo hizo en las últimas dos conferencias que dio en Rosario, en las que aludió a la posibilidad de que se instrumente un nuevo cepo, y lo hizo en los últimos días.
"Nadie nunca resolvió la tradicional bimonetariedad de la economía, que estuvo brava en estos dos años y medio, cuando entre atesoramiento y turismo se fueron 80 mil millones de dólares", admitió.
En la ensalada de medidas y anuncios propios de estas crisis, que amenazaban seguir con el cierre de esta edición, el gobierno elevó la tasa de interés de referencia a niveles imposibles, subió los encajes bancarios y anunció la negociación de un nuevo acuerdo con el FMI, para que el organismo adelante los desembolsos correspondientes a 2020 y 2021 en el marco del stand by firmado en junio. Ese acuerdo previó una entrega inicial de 15 mil millones de dólares, de los cuales buena parte se entregaron ya a los fugadores de divisas. Luego, el acuerdo contempla desembolsos trimestrales de 3 mil millones de dólares, hasta completar los 50 mil millones de dólares acordados. El adelanto significaría acceder en 2019 a un monto adicional para ese año de 29 millones de dólares.
Más ajuste
La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, aclaró el miércoles que su compromiso fue discutir con el directorio la reformulación del programa económico argentino, incluida la velocidad de los pagos. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, clarificó los términos del organismo: si se adelantan los desembolsos, se adelantan las metas. Es decir, para 2019 hay que alcanzar el déficit cero, en lugar del 1,3% prometido en relación al FMI.
Una medida de esta naturaleza profundizar el ajuste que ya se vive en 2018 y el prometido para 2019, que era de 300 mil millones de pesos adicionales, a cubrir, según la estrategia oficial, 200 mil millones de pesos por la Nación y 100 mil millones de pesos por las provincias. Cabe recordar que el acuerdo con el organismo contempla un recorte fiscal total de casi 20 mil millones de dólares en tres años.
A diferencia de la selectividad que imaginaron muchos ciudadanos cuando emitieron sus voto en 2015, el ajuste llega para todos. Se ve en la paralización de obra pública, en los despidos estatales, en la parálisis de las universidades, en la reducción de programas sociales y hasta en la modificación del cronograma de vacunación. Será peor, si se mantiene esta política, con sus consecuencias de recesión, caída de ingresos y más déficit fiscal. De hecho, el tremendo ajuste sobre el gasto primario no neutraliza el rojo total de las cuentas publicas, agravado por el exponencial aumento de la carga de servicios de deuda.
Como una toma de judo, el gobierno vuelca este crisis sobre el cuerpo de gobernadores y opositores, a quienes quiere comprometer en un acuerdo para ajustar fuerte el presupuesto 2019. Pero estos apoyos que se expresaron en forma contundente en el pago a los fondos buitres, en la ley de blanqueo y en la reducción de la movilidad jubilatorio, podrían retacearse en un marco, a esta altura, de crisis política.
Las voces que en estos dos años y medio advirtieron claramente el destino del nuevo experimento neoliberal comienzan a ser revalorizadas. El modelo económico basado en deuda y fuga ya explotó. Queda pensar en la reducción de daños y en el día después. Un sector de economistas batalla por profundizar el ajuste. Otros por retomar el papel protagónico del Estado en el control de la economía.
El día despuésLuego de dos años y medio de acelerado endeudamiento y descontrolada fuga de capitales, el programa económico del gobierno de Mauricio Macri entró en crisis aguda. La nueva megadevaluación y las desesperadas negociaciones con el Fondo Monetario para adelantar la cobertura financiera institucionalizan el temor que recorre desde hace semanas el mercado global y local: las dificultades de la actual administración para cumplir con el pago del enorme pasivo asumido en estos años.
Cuando arrancó el último gran terremoto financiero, el Ministerio de Hacienda de la Nación presentó unas proyecciones que apuntaban a despejar ese temor. En una planilla basada en supuestos optimistas sobre la evolución macroeconómico, expuso que las fuentes de financiamiento con las que contaba el gobierno hasta 2019 superaban en 2.500 millones de dólares a las obligaciones. Según ese panorama, las necesidades hasta fin del año próximo no superan los 7.500 millones de dólares.
Esta situación fue puesta en cuestión por el ex viceministro de Economía Emanuel Alvarez Agis, que la considera "irresponsablemente optimista". En cambio, dijo que en un escenario más pesimista, "donde Argentina no puede renovar sus Letes y tampoco tiene acceso a refinanciar la deuda pública", la brecha de dólares se eleva a 11.200 millones de pesos.
"Este es el escenario actual de nuestro país, puesto que la puerta para el acceso al financiamiento internacional se encuentra cerrada desde enero", dijo.
Así y todo, ese cálculo se basa "en un escenario de tranquilidad externa en los próximos 18 meses". Aun con un recorte del déficit de cuenta corriente, producto de la devaluación y la recesión, el economista estimó que los dólares no serán suficientes para liberar presiones sobre el tipo de cambio.
Recordó que en la primera parte de la corrida, la caída de reservas promedió 3.800 millones de dólares mensuales. En junio, si no fuera por el ingreso del préstamo del FMI, la baja hubiera sido de 3.173 millones, mientras que en julio la reducción fue de 3.900 millones.
"El sector externo podría obligar el Banco Central a desprenderse de unos 20 mil millones de dólares de reservas", dijo. Y señaló que en esta proyección, las necesidades de dólares suben hasta 14.300 millones de dólares en el escenario intermedio y hasta los 24.350 millones en el pesimista.
Dólares y más dólares
Por otra parte, la necesidad de divisas no sólo refiere a la deuda pública. Andrés Asiaín, economista del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso), advirtió que también presionan sobre esa caja los vencimientos de empresas privadas, provincias, déficit comercial y de turismo, remisión de utilidades de las multinacionales y fuga de capitales.
"De esa manera, las necesidades de divisas hasta 2019 son unos 61.500 millones de dólares, compuestos por los 7.500 millones que demanda el sector público y los 54 mil millones del sector privado", señaló.
El déficit
Estas proyecciones, señaló, ponen al desnudo "el talón de Aquiles de la economía argentina, que no es el déficit de las cuentas públicas sino el déficit del sector externo".
"Al contrario de lo que muchos suponen, el déficit de las cuentas públicas fue el sostén de la macroeconomía de la gestión de Mauricio Macri; el endeudamiento externo del Estado brindó una fuente estable de dólares que permitió cubrir el déficit externo del sector privado y acumular reservas", recordó. Y señaló que "el estrechamiento de esa fuente de divisas, fue la que generó que las bases de la economía se resquebrajaran al primer soplido internacional". Desde ese punto de vista, el ajuste fiscal no resuelve el problema central, que es: ¿de dónde saldrán los dólares para financiar el déficit externo del sector privado?.
"El FMI supone que una política de dólar flexible es suficiente para reequilibrar el balance externo del sector privado al disminuir el déficit del turismo y, vía contracción de la producción, reducir las importaciones", señala el Ceso, pero aclara que "la elevada incertidumbre e inflación que genera la permanente devaluación del peso, termina acelerando la fuga de capitales con lo que el déficit externo del sector privado se agrava, al menos, en el corto plazo".
El Ceso, ya en su anterior informe, anticipó la inevitabilidad de un pedido de waiver al FMI por el incumplimiento de las metas. El desprolijo anuncio que hizo el miércoles el presidente sobre la negociación para adelantar los desembolsos correspondientes a 2020, que espiralizó la corrida cambiaria, confirmó de la peor manera esos vaticinios.
Optimistas
Jorge Vasconcelos, economista jefe del Ieral de la Fundación Mediterránea, consideró que la diferencia de estimaciones en torno de la necesidad de dólares tienen que ver con las visiones más o menos pesimistas sobre "el roll -over de las Letes en dólares y de las reservas necesarias para cancelar Lebac". En definitiva, "el cálculo varía según el grado de confianza en el peso", dijo.
A dos años y medio de ocurrida, Vasconcelos reconoce que "la unificación cambiaria de fin de 2015 se hizo en un contexto inadecuado, con fundamentos que no daban para tratar igual a los dólares financieros / turísticos que los comerciales". A su juicio, "aquel retorno al bimonetarismo fue prematuro".
Su visión es algo más optimista que los otros economistas. Dijo que las condiciones "han cambiado" en los últimos meses, ya que "sobran menos pesos" en el mercado, debido al programa de reducción. Del lado de las divisas, "la balanza y servicios pasó en doce meses de un rojo mensual de 517,5 millones de dólares a un saldo positivo de 193 millones (promedio junio-julio)". Admitió, no obstante, que la demanda de dólares por atesoramiento "aún persiste" pero opinó que el tipo de cambio en el cual se "normaliza" esa variable, "no puede estar lejos", a juzgar por la renovación de 90% de la última licitación de Letes.
Con el riesgo país por encima de los 700 puntos y los precios de los seguros contra default cotizando en alza, sumado al desesperado salto hacia las divisas, expresan las dudas que tiene el mercado sobre esa afirmación.
Solvencia
El economista Marcelo Ramal destacó que la razón de fondo de la corrida cambiaria es "la incapacidad del Estado argentino para hacer frente a la deuda, la cual ya representa el 70% del producto bruto".
"Como ocurriera con el propio acuerdo con el FMI, el discurso de Macri no hizo más que dispara una corrida más intensa", señaló. Y explicó que el programa financiero oficial "no contempla las necesidades de divisas que emergen de la deuda privada, el comercio exterior y de la incesante fuga de capitales". A ello se añade "la bomba explosiva de las Lebac y de los títulos creados para reemplazarlas, las Letes, cuya renovación no está de ningún modo garantizada".
Arnaldo Bocco, director del departamento de Economía de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (Umet), opinó que "no hay problemas adicionales" a la economía argentina que expliquen la nueva espiral del tipo de cambio. Se trata de una fase superior de una crisis provocada por deficiencias estructurales señaladas desde un primer momento por algunos analistas. Esto es "la escasez inocultable de dólares producto de la política seguida con la apertura comercial y externa".
Aunque en forma algo tardía, el ex presidente del Banco Nación Carlos Melconian viene convergiendo desde el último año en las críticas con los sectores más heterodoxos. Lo hizo en las últimas dos conferencias que dio en Rosario, en las que aludió a la posibilidad de que se instrumente un nuevo cepo, y lo hizo en los últimos días.
"Nadie nunca resolvió la tradicional bimonetariedad de la economía, que estuvo brava en estos dos años y medio, cuando entre atesoramiento y turismo se fueron 80 mil millones de dólares", admitió.
En la ensalada de medidas y anuncios propios de estas crisis, que amenazaban seguir con el cierre de esta edición, el gobierno elevó la tasa de interés de referencia a niveles imposibles, subió los encajes bancarios y anunció la negociación de un nuevo acuerdo con el FMI, para que el organismo adelante los desembolsos correspondientes a 2020 y 2021 en el marco del stand by firmado en junio. Ese acuerdo previó una entrega inicial de 15 mil millones de dólares, de los cuales buena parte se entregaron ya a los fugadores de divisas. Luego, el acuerdo contempla desembolsos trimestrales de 3 mil millones de dólares, hasta completar los 50 mil millones de dólares acordados. El adelanto significaría acceder en 2019 a un monto adicional para ese año de 29 millones de dólares.
Más ajuste
La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, aclaró el miércoles que su compromiso fue discutir con el directorio la reformulación del programa económico argentino, incluida la velocidad de los pagos. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, clarificó los términos del organismo: si se adelantan los desembolsos, se adelantan las metas. Es decir, para 2019 hay que alcanzar el déficit cero, en lugar del 1,3% prometido en relación al FMI.
Una medida de esta naturaleza profundizar el ajuste que ya se vive en 2018 y el prometido para 2019, que era de 300 mil millones de pesos adicionales, a cubrir, según la estrategia oficial, 200 mil millones de pesos por la Nación y 100 mil millones de pesos por las provincias. Cabe recordar que el acuerdo con el organismo contempla un recorte fiscal total de casi 20 mil millones de dólares en tres años.
A diferencia de la selectividad que imaginaron muchos ciudadanos cuando emitieron sus voto en 2015, el ajuste llega para todos. Se ve en la paralización de obra pública, en los despidos estatales, en la parálisis de las universidades, en la reducción de programas sociales y hasta en la modificación del cronograma de vacunación. Será peor, si se mantiene esta política, con sus consecuencias de recesión, caída de ingresos y más déficit fiscal. De hecho, el tremendo ajuste sobre el gasto primario no neutraliza el rojo total de las cuentas publicas, agravado por el exponencial aumento de la carga de servicios de deuda.
Como una toma de judo, el gobierno vuelca este crisis sobre el cuerpo de gobernadores y opositores, a quienes quiere comprometer en un acuerdo para ajustar fuerte el presupuesto 2019. Pero estos apoyos que se expresaron en forma contundente en el pago a los fondos buitres, en la ley de blanqueo y en la reducción de la movilidad jubilatorio, podrían retacearse en un marco, a esta altura, de crisis política.
Las voces que en estos dos años y medio advirtieron claramente el destino del nuevo experimento neoliberal comienzan a ser revalorizadas. El modelo económico basado en deuda y fuga ya explotó. Queda pensar en la reducción de daños y en el día después. Un sector de economistas batalla por profundizar el ajuste. Otros por retomar el papel protagónico del Estado en el control de la economía.
El día después
El colectivo Economistas de Izquierda, que nuclea a prestigiosos investigadores como Eduardo Lucita, Claudio Katz. Guillermo Gigilaini y Jorge Marchini, lanzó una campaña para luchar por la ruptura del acuerdo con el FMI e instalar un programa de emergencia que abra el camino a transformaciones profundas.
"La crisis cambiaria-financiera que se desarrolla desde fines de abril pasado corrió el velo sobre las tensiones que se acumulaban en la economía desde hace más de dos años", subrayaron en un documento. Y consideraron que es imprescindible converger con otros espacios en una campaña que discuta el argumento "desmoralizador"" sobre que "no hay alternativa".
El documento propone la suspensión del pago de la deuda y auditarla, empezando por las operaciones concertadas durante el gobierno de Mauricio Macri. También señalan la necesidad de instaurar el control de cambios, "junto a rigurosas disposiciones de supervisión estatal del ingreso y la salida de fondos". El plan incluye obligar a los exportadores a liquidar divisas en el país en un máximo de 30 a 90 días.
"La experiencia también indica que junto a la protección de los recursos financieros hay que establecer un riguroso control estatal de los préstamos y depósitos de los bancos. Esta decisión es urgente, puesto que el gobierno comenzó a traspasar la insolvencia fiscal a las entidades, mediante la mayor colocación de bonos de dudosa cobrabilidad", dijo.
EDI propone proteger el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la Ansés, la "joya de la abuela" que el gobierno quiere enajenar. "Se pretende circunscribir la crisis actual a un problema fiscal, resolverlo desde el gasto y no de los ingresos, acusando a la población de ese desequilibrio y ocultando que el bache de las cuentas públicas fue potenciado en el último bienio, hasta transformar los problemas precedentes en una crisis fiscal", describieron los economistas en el documento.
Programa
El colectivo de economistas propone reimplantar las retenciones a la exportación, aplicar un impuesto extraordinario a los "ganadores del modelo, las grandes fortunas y los depósitos off shore".E l programa incluye una ley para prohibir los despidos y suspensiones por dos años, el riguroso control de cumplimiento de la jornada laboral de ocho horas, la retracción de los tarifazos al nivel de noviembre del año pasados y suspender los aumentos durante la crisis.
Plan Fénix
Hace unos meses, el grupo de economistas que integran el Plan Fénix, nacido en 2001 con la intención de testimoniar y proponer alternativas frente a la crisis, sacó también un documento en el cual expresó que "se impone un rechazo del acuerdo y una gran movilización de todos los sectores de la sociedad, que contribuirá a evitar el avance del neoliberalismo y el deterioro de la soberanía nacional".
Entre otras cosas, propuso frenar la apertura financiera y aplicar controles de capitales "para detener la sangría de divisas para evitar el endeudamiento y la fuga de capitales". Es imprescindible, dijeron, "un racionamiento de divisas, priorizando el uso de las reservas par el desarrollo económico".
Herencias
"La actual crisis no es producto de una pesada herencia, sino que fue generada por las políticas de este gobierno", remarca este grupo de economistas.
También el colectivo Economía Política para la Argentina (Eppa) elaboró un documento en el cual advierte que "ocuparse de la restricción externa en la coyuntura requiere de la recuperación de los instrumentos de control y regulación de los flujos de capitales, del mercado de cambios y de la implementación de una institucionalidad que garantice la intervención del Estado en el comercio exterior".
"Como políticas inmediatas, urge la necesidad de recomponer salarios y jubilaciones de manera de recuperar el poder de compra para las mayorías, y así recuperar el circuito de crecimiento virtuoso que se perdió a fines de 2015. Este camino es incluso más efectivo en pos del equilibrio fiscal tan apuntado por el gobierno. En la medida que aumente la producción y el empleo se dará una reducción del déficit primario vía una mayor recaudación", señaló.
Los economistas denunciaron que el acuerdo con el FMI, y el ajuste implicado como condicionamiento, lejos está de enmarcarse en este rumbo. "Obcecado, el gobierno de Cambiemos está enmarcado en un círculo vicioso de ajuste, deuda y más ajuste". La batalla cultural, otra vez a full. Esta vez, en torno de como remontar la nueva pesada herencia.