Por Mariano D'Arrigo
Para el politólogo Marcelo Leiras, la ventaja de 15 puntos que obtuvo Alberto Fernández sobre Mauricio Macri en las Paso es sorpresiva ya que no estaba claro "cuál iba a ser el efecto de la unificación peronista" luego de sufrir tres derrotas consecutivas. Sin embargo, según el académico, lo verdaderamente llamativo de las primarias es que se creía que el gobierno "tenía alguna chance de andar bien dado todo lo que había ocurrido antes".
Además, el director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés cuestionó ante La Capital la forma en la que el presidente metabolizó la derrota en las recientes Paso, elogió el modo en que Fernández administra su doble rol de candidato y virtual mandatario electo y advirtió que, a partir del 10 de diciembre próximo, es necesario "un gobierno de acuerdos amplios y motivar la paciencia de, al menos, algunos sectores económicos".
—¿Fueron una sorpresa realmente los 15 puntos de diferencia o era algo esperable?
—No, creo que es sorpresivo porque no sabíamos cuál iba a ser el efecto de la unificación peronista. Hacía mucho tiempo que el PJ no concurría unido a una elección. Había tenido divisiones muy significativas desde 2013 y derrotas, la más reciente en 2017. La recuperación respecto de los valores de 2017 es muy marcada. La sensación es que el electorado estaba buscando una alternativa al gobierno, y habría que ver si esa búsqueda, que por el momento es solamente negativa, expresa un apoyo más positivo a algo en particular, cosa que sólo podrá verse si el Frente de Todos efectivamente llega a ser gobierno y cuando se ponga a andar.
—Se dijo que los nuevos votos que incorporó el Frente de Todos estuvieron movidos por la situación económica. ¿Es así?
—Creo que la principal motivación es económica, pero más en general expresa frustración y rechazo del gobierno de Cambiemos, que no sólo no produjo resultados económicos positivos para segmentos grandes de la población sino que tampoco modificó el clima político. Más bien alentó la división, siguió alimentando su antikirchnerismo, lo usó como programa de gobierno y eso, evidentemente, no satisfizo a una mayoría de la gente, lo cual es razonable.
—¿Cómo evalúa la salida del gobierno después de la derrota electoral?
—No me sorprende en absoluto. El aislamiento y la dificultad para percibir qué está ocurriendo que revela la intervención del presidente es consistente con todo el comportamiento que tuvo desde que se desató la crisis en los primeros meses de 2018. Tuvo una oportunidad para cambiar su gabinete en septiembre de ese año y, sin embargo, prefirió no hacerlo. Lo sorprendente, en realidad, es que hayamos creído que el gobierno tenía alguna chance de andar bien en las elecciones dado todo lo que había ocurrido antes. Eso está construido sobre la presunción de que el gobierno o alguno de sus asesores esconden algún conocimiento especial que permitía pensar, por ejemplo, que el discurso de "no se inunda más" le iba a gustar a alguien.
—Fernández quedó en una posición compleja. ¿Cómo debería administrar las dosis justas de cooperación y competencia que imponen no sólo esta pseudo transición en una economía en turbulencia sino también la dinámica electoral?
—Debería manejarla del modo en que lo está haciendo: sosteniendo su oferta frente al electorado, actuando con mesura y responsabilidad y siendo consistente con su palabra. El dijo durante la campaña que le parecía que el dólar estaba subvaluado y, cuando el dólar aumentó, dijo que le parecía bien que aumentara. Me parece que a la situación, que es incómoda, la está manejando bien.
—Faltan poco más de dos meses para las elecciones generales. ¿Puede el gobierno de alguna forma forzar un ballottage y ganar?
—Tendría que provocarse un cambio dramático de comportamiento del electorado para poder llegar, eventualmente, a un ballottage, en condiciones en que la mayoría de la gente no confía ya en el programa económico y en la conducción política del presidente y lo ve tener reacciones muy destempladas y muy poco apropiadas para la situación. Por otro lado, en 2011 y en 2015 la diferencia entre las Paso y las generales no fueron muy marcadas. En 2015 hubo algunas, pero no fueron importantes, no de la magnitud que necesitaría el gobierno para alcanzar el ballottage. Si hay algún cambio significativo, visto desde hoy y antes de que transcurran los próximos dos meses, me parece que la situación es aún más favorable para el Frente de Todos.
EM_DASHFernández es virtualmente el presidente electo y empezaría su gobierno con poco margen de maniobra por la situación económica. ¿Ve el riesgo de que se genere decepción en la ciudadanía por no poder satisfacer rápidamente las demandas sociales acumuladas?
—La situación es singularmente exigente y complicada. El electorado viene de una década con muy bajo crecimiento y, recientemente, con problemas muy agravados durante la gestión de Cambiemos: aumento de la pobreza, reducción del empleo y deterioro del salario real. La situación, desde el punto de vista económico, hace mucho que es decepcionante y en ese lapso el electorado produjo un cambio de gobierno en 2015, y parece que va a producir otro. La constitución del Frente de Todos manifiesta un reconocimiento de la gravedad de la situación. En otras circunstancias, sería difícil que gente como Sergio Massa hubiera depuesto sus aspiraciones, lo mismo que Cristina Kirchner. Lo que hace falta es un gobierno de acuerdos amplios y motivar la paciencia de, al menos, algunos sectores económicos.
EM_DASH¿Puede haber una relación más cooperativa entre los protagonistas principales de la política argentina?
—Una de las cosas que más me gusta del resultado de las Paso es que la polarización ideológica es una estrategia no sólo irresponsable sino también ineficaz. Me alegra muchísimo que los dirigentes con posiciones cerradamente antiperonistas, prejuiciosas y clasistas, encabezados por el presidente, se hayan revelado malos jefes de esa coalición. Demuestra que posiciones políticas menos intolerantes tienen mejores chances electorales. Eso no implica que vayamos a disolver los desacuerdos: me parece muy saludable que siga habiendo desacuerdos, inclusive profundos respecto del rol del Estado, de la extensión de la protección social, del estímulo de la inversión o del comercio exterior. Lo que uno no debe hacer es acusar al adversario político de ser antidemocrático, de ser representante del autoritarismo o de la intolerancia. Digo que Macri, Elisa Carrió y otros dirigentes como Fernando Iglesias han utilizado tácticas que no se deben usar nunca.