El Indice de Precios al Consumidor (IPC) aumentó durante febrero el 3,8 por ciento impulsado por las subas de precios de los alimentos y los incrementos tarifarios. Así lo informó ayer el Instituto Nacional de estadística y Censos (Indec).
El Indice de Precios al Consumidor (IPC) aumentó durante febrero el 3,8 por ciento impulsado por las subas de precios de los alimentos y los incrementos tarifarios. Así lo informó ayer el Instituto Nacional de estadística y Censos (Indec).
Con este incremento, la inflación minorista del primer bimestre del año ascendió a 6,8 por ciento y alcanzó al 51,3 por ciento en la comparación de los últimos doce meses. Es la más alta desde 1991.
No hay depresión, ni aumento de tasa de interés ni absorción de la base monetaria que alcance. En medio de la peor recesión desde la crisis de 2001, los precios vuelan sin control.
Suben tanto los regulados como los desregulados. La inflación de febrero estuvo traccionada por un incremento del 5,7 por ciento en alimentos y bebidas, y del 6,4 por ciento en lo referente a los gastos en vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles.
El IPC Nacional aumentó 3,8 por ciento el mes pasado pero la cifra fue distinta según la región que se analice. El NEA y el NOA encabezaron las subas con el 4,5 por ciento y el 4,2 por ciento, respectivamente. La Patagonia tuvo la menor inflación, del 3 por ciento. En la región pampeana, que incluye a Santa Fe, la inflación fue del 3,6 por ciento.
El ministro del Producción, Dante Sica, había anticipado hace una semana que por los aumentos de tarifas y de la carne, se esperaba que la "inflación de febrero esté por encima" de lo que se estima estará en marzo.
No está claro, de todos modos, que la presión ceda. Juan Milito, titular del Centro Unión Almaceneros de Rosario, se mostró preocupado por la disparada en los precios de los alimentos, que en 2018 subieron 55 por ciento interanual.
En las últimas semanas, esa inflación fue animada por las subas de precios en el azúcar y en los lácteos. La exportación de leche en polvo y la escasez de producción para el mercado local provocó mermas en el abastecimiento de subproductos como manteca y crema. En el caso de los quesos, se tradujo en aumentos que llegan al 50 por ciento.
Según el informe que difundió ayer el Indec, en la comparación interanual, los bienes relevados subieron 54,9 por ciento mientras que los servicios crecieron un 45,2 por ciento. Es la sexta vez consecutiva que se produce esta relación. Refleja, entre otras cosas, el impacto de la devaluación sobre los productos transables.
Rubro por rubro, el IPC general presentó una suba mensual de 5,7 por ciento en alimentos y bebidas no alcohólicas; del 2,4 por ciento en bebidas alcohólicas y tabaco; del 1 por ciento en prendas de vestir y calzado; del 6,4 por ciento en vivienda y otros servicios básicos; del 2,8 por ciento en equipamiento y mantenimiento del hogar; del 3,2 por ciento en salud; del 2,2 por ciento en transporte; del 1,1 por ciento en comunicación; del 2,2 por ciento en recreación y cultura,; del 1,7 por ciento de educación; del 3,6 por ciento en restaurantes y hoteles, y del 3,1 por ciento en otros bienes y servicios.
Nicolás Trotta, rector de la Universidad Metropolitana de los Trabajadores (Umet), consideró que, además de la aceleración inflacionaria con respecto a febrero, el dato alarmente de la medición de febrero fue que "la variación interanual trepó, por primera vez desde 1991, por encima del 50 por ciento.
Trotta añadió que "el poder adquisitivo se encuentra en su peor momento en nueve años". La capacidad de compra de los asalariados formales en febrero fue 15,2 por ciento menor a la de noviembre de 2015, y 11,5 por ciento inferior a la de febrero de 2018.
El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central indicó que la inflación de Argentina sería de un 32 por ciento para todo el 2019, una estimación superior al 29,9 por ciento que calculaban en promedio los analistas en la encuesta anterior.
La característica diferencial del nuevo brote inflacionario es que coincide con una brutal caída de la actividad económica.
Para el economista Andrés Asiaín, del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso), la combinación de depresión con inflación en ascenso se denomina técnicamente como "depreflación", un término que describió como "de escasa difusión entre los economistas que, como máximo, aceptaban hasta ahora la estanflación".
"La depreflación argentina es el resultado directo de la aplicación del programa económico impuesto por el FMI a cambio de dólares frescos que eviten la cesación de pagos de las deudas antes de las elecciones de octubre", dijo.
La "imposición" de una política de dólar flexible, "eufemismo con el que se promovió la última megadevaluación", es, según Asiaín, la causa por la que se acelera la suba de los precios. "Esa inflación es el instrumento deliberadamente promovido para contraer los ingresos reales de la población y, de esa manera, reducir la demanda de dólares por la vía de la recesión económica. La menor producción reduce las importaciones de insumos y, al desalentar la inversión, contrae la compra de medios de producción importados; la merma de los ingresos de la población reduce las importaciones de bienes de consumo y el turismo en el exterior; y la menor capacidad de ahorro pincha la demanda minorista de dólares. En paralelo, el ajuste de los gastos públicos por debajo de la evolución real de los precios promueve la reducción del déficit fiscal primario, mientras profundiza la caída de la actividad económica", concluyó.
Salario mínimo
El salario mínimo debería ser $ 40.614 para que un trabajador o trabajadora pueda atender su canasta de gastos. Así lo estimó la Junta Interna de ATE Indec en su último informe mensual. Según informó la CTA-A, la pérdida de poder adquisitivo entre enero de 2015 y enero de 2019 fue de $ 123.749.