En el mercado laboral argentino, persisten brechas de alrededor de 20 puntos porcentuales en las tasas de actividad y empleo de mujeres y varones y un estancamiento de esta diferencia. Estas son más marcadas para las jóvenes, menor nivel de ingresos, de bajo nivel educativo y con mayores responsabilidades de cuidado.
Por otra parte, las mujeres también tienen mayores probabilidades de encontrarse desempleadas, subocupadas, o de trabajar en la informalidad o en sectores menos dinámicos y, además, acceden menos a puestos de decisión, tanto en el sector privado como en el público.
Este diagnóstico forma parte del libro “El género del trabajo. Entre la casa, el sueldo y los derechos” de Gala Díaz Langou, Gimena de León, José Florito, Florencia Caro Sachetti, Alejandro Biondi Rodríguez y Matilde Karczmarczyk, integrantes del programa de Protección Social del El Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec).
El trabajo muestra que actualmente en Argentina, 62% de las mujeres entre 16 y 59 años participan del mercado laboral, lo que representa una brecha de 19 puntos porcentuales con respecto a la participación laboral masculina, que se ubica en 81% según datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec del 4º trimestre 2018.
La evolución trimestral de los últimos 15 años, por su parte, muestra el estancamiento del indicador en torno al 60% y la continuidad de la brecha entre mujeres y varones en el tiempo.
La publicación se presentó esta semana y es una iniciativa conjunta de Cippec con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
“Aún hoy en la Argentina el género de una persona determina su participación en la economía y el goce de sus derechos económicos: existe un género del trabajo. Con este libro, se busca contribuir a una mejor comprensión de los determinantes de las desigualdades económicas de género; a visibilizar la importancia del goce de los derechos económicos de las mujeres; y a evidenciar la urgencia detrás de este llamado a la acción”, sostiene Díaz Langou.
Para eso, la publicación presenta un diagnóstico de la situación de las brechas de género en el mercado de trabajo; brinda evidencia sobre los beneficios de cerrarlas desde una perspectiva de derechos y desarrollo; y propone políticas en pos de este objetivo. En particular, profundiza en los tres principales determinantes de la participación económica de las mujeres: el cuidado y el trabajo doméstico no remunerado; las normas sociales de género y los sesgos; y la educación. También analiza las medidas actuales y propone recomendaciones en las políticas de cuidado, corresponsabilidad y de salud sexual y reproductiva; las de mercado de trabajo y protección social; las socioeducativas; y las que pueden contribuir al cambio cultural.
“La voluntad política es una condición necesaria para avanzar en acciones para promover la autonomía económica de las mujeres. El liderazgo debe traducirse en la priorización de la agenda en tres frentes: las instituciones, la gestión de la información y la asignación de recursos”, enfatiza Díaz Langou y agrega: “En épocas recesivas, es fundamental priorizar dos tipos de políticas: las que protejan a la población más vulnerable, y las que tengan un potencial mayor de reactivar la economía. Un sistema integral y federal de cuidados contribuye a ambos objetivos”.
“La vulneración de los derechos económicos es grave en sí misma, pero también se encuentra íntimamente vinculada a otras autonomías. Garantizar la titularidad plena de derechos para todas las personas, independientemente de su género, es una condición necesaria para que el país emprenda una senda de desarrollo inclusivo”, concluye.
La feminización de la pobreza
En las últimas décadas, el concepto de feminización de la pobreza cobró mayor relevancia en los estudios de género. “En América latina entre 2002 y 2014, el proceso de crecimiento económico y la expansión en la cobertura de la protección social contribuyeron a reducir la pobreza para el total de la población. Sin embargo, la proporción de mujeres en situación de vulnerabilidad se incrementó”, dice el libro.
“En Argentina y a diferencia de la región, si bien la pobreza no está feminizada, sí alcanza en mayor medida a los hogares con niñas/os, y particularmente a las familias monomarentales”. Al observar el total de las familias con hijas/os entre 0 y 4 años, alrededor del 96% de los hogares monoparentales tienen jefatura femenina.