Ante una economía deprimida, el peor impacto lo reciben los sectores de ingresos
más bajos de la población. Cuando se cae el empleo, las políticas de desarrollo social deben
incrementarse. Bernardo Kliksberg, padre de la gerencia social y pionero de la responsabilidad
social empresarial, advierte que en un contexto de crisis internacional y nacional "sería muy
desafortunado, como ocurrió en los 90, ajustar y recortar el gasto social" ya que profundizaría la
recesión hasta convertirla en depresión.
El especialista considera que, en contextos difíciles, el camino acertado es
poner en marcha políticas anticíclicas. Mencionó el caso del subsidio universal, que se discute en
estos momentos en el país, proteger la educación y la salud, estimular a las pymes, la obra pública
productiva y analizar el pacto fiscal. "Inyectar una suma importante de dinero, cuanto más sea
mejor, produce efectos multiplicadores inmediatos", subrayó.
—¿Qué políticas sociales deberían implementarse en la Argentina en el actual contexto
de crisis?
—La crisis se siente y se va a seguir sintiendo. Es la más grave en 80
años. Es una crisis muy profunda, y América latina lo recibe a través de cuatro canales: la
reducción de las exportaciones, de los flujos financieros, de las remesas migratorias que tal vez
afecta fundamentalmente a países de Centroamérica, y el achicamiento del turismo. Esto impacta muy
fuerte y el pronóstico de la Cepal es que el Producto Bruto de América latina caerá 1,9 por ciento,
después de haber crecido durante los últimos años a más de 4,7 por ciento. Desde Naciones Unidas
recomendamos con los ojos cerrados políticas anticíclicas. Sería muy desafortunado, como ocurrió en
los 90, ajustar el gasto social. Una recesión importante se puede convertir en una depresión
económica. Es absolutamente necesario que las políticas públicas protejan más que nunca lo social.
Con esta crisis muchos chicos van a ser enviados por sus familias a trabajar, muchos hogares pobres
se van a ver fragilizados. Esto impacta en la educación escolar. Por eso se necesitan políticas
anticíclicas.
—Muchas veces se argumenta que no hay recursos para aplicar nuevas políticas
sociales
—Es un argumento débil. Cuantos más recursos haya mejor, pero hay un tema
de prioridades. En el libro ("Primero la gente" ) que escribí junto a Amartya Sen (premio Nobel de
economía) mostramos que en países con la misma tasa de crecimiento, a unos les va muy bien y a
otros les va muy mal. Pero además hay muchas fuentes de recursos no exploradas adecuadamente. El
sistema fiscal es absolutamente regresivo en la Argentina, como lo es en toda Latinoamérica. Dos
terceras partes de los ingresos vienen del IVA. En Europa las dos terceras partes de los impuestos
son a la riqueza de los ingresos y al patrimonio. Si agregás un 50 por ciento de evasión fiscal,
que es lo que se estima, hay fuentes de recursos muy significativas. También hay fuentes no
gravadas, como el consumo suntuario. La idea de que combatir la pobreza aumenta el gasto en salud o
educación son temas que no tienen ninguna resolución, son un mito. Además, los costos de servicios
sociales en América latina son mucho más baratos que en países desarrollados. Entonces, con
recursos limitados, se puede tener un gran impacto en lo social si eso es prioridad.
—¿La sociedad o el gobierno no marcan correctamente las prioridades en política
social?
—El fenómeno más esperanzador que hay en América latina es el avance de la
democratización. La gente opina cada vez más, protesta, exige y no se conforma con votar una vez
cada cuatro años. Respira una democracia con muchos cambios políticos y sociales. La calidad de las
políticas públicas está muy vinculada al nivel de activismo democrático. En América latina la
esperanza mayor frente a la crisis es que la sociedad no va tolerar políticas de ajuste, que no se
la desproteja. Las clases medias y altas siempre tienen una manera de protegerse pero los demás no
tiene nada sino los protegen las políticas públicas y la solidaridad. En suma se deben poner en
marcha políticas anticíclicas.
—¿La implementación de una asignación universal que está discutiéndose en Argentina
es una alternativa adecuada para enfrentar la problemática social?
—Ahora se lanzó un plan de creación de 100 mil puestos de trabajo y
pareciera que la discusión es una cosa u otra. Yo digo las dos cosas juntas y no alcanzan para
nada. Crear 100 mil puestos de trabajo es muy bueno, el derecho de tener un hijo con una asignación
especial desde ya que es virtuoso, es una medida totalmente aconsejable y las sociedades más
desarrolladas fueron más lejos y cuentan con un ingreso mínimo garantizado donde todo el grupo
familiar tiene asegurado de que si baja de determinado nivel de ingreso el Estado le aporta el
resto. Nosotros estamos en algo mucho más primario, en ayudar a una familia que tiene hijos. Desde
el punto de vista social es la mejor inversión que puede hacer una sociedad. Cuando recomendamos
programas sociales les decimos a los gobiernos que su interlocutor debe ser la familia, ningún
otro. En Brasil se estableció una especie de contrato con 11 millones de familias pobres.
—En el país muchas veces las políticas públicas son criticadas por clientelistas o
asistencialistas ¿Cómo salir de esa encrucijada?
—La discusión en Argentina a veces es muy pobre. Los que se oponen al
subsidio suelen argumentar que es asistencialista. Pero inyectar una suma importante de dinero,
cuanto más mejor, produce efectos multiplicadores inmediatos porque todo va al consumo de bienes
elementales y esto expande el mercado interno. Tenemos un cálculo estimado para América latina,
donde las remesas van a sectores muy pobres y activan los mercados internos: el efecto
multiplicador es 5 a 1. Este subsidio universal que se propone no es gastar dinero de ninguna
manera, es política contracíclica pura y además aumenta la recaudación fiscal, así que en realidad
se devuelve parte. La discusión es tan pobre en Argentina porque hay algunos mitos de los 90 que
siguen funcionando. No en el discurso ni en la política pública pero sí en sectores influyentes de
la población, como ser enfrentar asistencialismo con trabajo. El tema no es asistencialismo o
trabajo, sino inclusión o exclusión. En Argentina se pueden hacer las cosas pero tiene que haber un
cambio de paradigma muy importante.