Su razonamiento es que mientras la economía mundial creció en los últimos cinco
años a un promedio de 5% anual, algo inédito en los últimos 30 años, algunos países como India y
China triplicaron esa tasa, adquiriendo un peso mucho mayor en el PBI mundial. Y porque la economía
estadounidense, que en 2000 representaba el 20% del total mundial, en 2006 representó el 14,3%.
Además, porque aunque estas nuevas potencias crecieron por su dinámica exportadora, en los últimos
años experimentaron también un aumento del consumo interno que mantendría sostenida la demanda de
los commodities alimentarios y energéticos, y por ende sus precios.
Blejer no minimiza los riesgos la crisis pero considera que la acumulación de
reservas en los países emergentes, el superávit comercial y la mayor solidez fiscal, sumada al alto
precio de los productos exportables, tamizará sus efectos en esos países, entre los que se
encuentra la Argentina.
El economista Julio Sevares, autor del libro "El imperio de las finanzas", en el
que describe la acción de los fondos de inversión y su papel en las últimas crisis, opina que se
trata de una teoría "arriesgada", ya que Estados Unidos, Europa y Japón "son la mitad de la
economía mundial y una baja en la demanda afectará a todo el mundo".
Si bien reconoce que la participación de los bloques económicos en el PBI
mundial cambió, no está seguro de que sea suficiente para conjurar los problemas. "China depende de
su mercado interno, inversión y consumo pero también depende de sus exportaciones", dijo. Si cae el
comercio con Estados Unidos o Europa "seguramente sufrirá", y con ella los países que la proveen de
materias primas.
En el Foro de Davos que termina hoy ya se advirtió sobre la posibilidad de un
recrudecimiento del proteccionismo. Para Sevares es una posibilidad cierta, "especialmente si China
tiene una caída de ventas externas y empieza a colocar excedentes a bajo precio en el mercado
mundial".
La historia de las crisis mundiales es un archivo tentador para elaborar
predicciones. Pero Sevares considera apresurado equiparar la situación actual a la de los años 30
porque "todavía no hay caída de precios a nivel mundial, es decir depresión".
"Todas las crisis tienen algunos elementos comunes y otros singulares, que
tienen que ver con los sucesos que la inician y con la estructura de los mercados", dijo y opinó
que "se está ante una situación en la que se van a testear hipótesis sobre el mercado mundial".
Manías, pánicos y crac
En este caso, "hay una crisis de un sistema de créditos hipotecarios que por la
titularización de las deudas y los créditos otorgados para invertir en esos títulos se transmite a
varios puntos del mercado financiero, incluyendo a los grandes bancos". El gran problema, opinó, es
que "no se sabe el grado de exposición de las entidades crediticias y financieras".
"Se puede estimar cuál es el monto de hipotecas colocadas en el mercado pero no
quién las tiene, cuál es el nivel de endeudamiento de los compradores de los títulos ni el grado de
exposición de los bancos que prestaron", advirtió. Entre otras cosas, porque "muchos de esos
préstamos son hechos sin estar registrados en las hojas de balance".
Desde su punto de vista, "esta crisis, como todas las demás, es la suma de
conductas aventureras e irresponsables de los participantes del mercado" y de políticas monetarias
que, por acción u omisión, alientan las burbujas financieras.
En 2001, la economía estadounidense capeó la recesión con medidas fiscales y
monetarias expansivas. La Reserva Federal piloteó una política de reducción de las tasas de
referencia hasta llegar al 1%.
Según recuerda un informe de la consultora Abeceb.com, esta política, imitada
por los bancos centrales de Europa continental e Inglaterra, coadyuvó a que "en 2004 se
consiguiera, a nivel mundial, el mayor ritmo de crecimiento en 31 años, en medio de una reducción
global en las tasas de inflación promedio".
En el caso de Estados Unidos, la baja inflación y el ingreso de capitales
externos (que a su vez alimentó su déficit) contribuyó a la expansión del crédito barato. La gran
liquidez permitió desarrollar nuevos negocios, como el de los créditos hipotecarios con mínimos
requisitos y garantías, y un sistema de pago que incluía un período de gracia inicial ventajoso
para el tomador de crédito. Los títulos emitidos como garantía fueron comprados por fondos de
inversión, en buena parte con créditos de corto plazo.
Cuando a fines de 2006 y principios de 2007 empezaron a vencer los períodos de
gracia y muchos deudores se vieron en dificultades para pagar sus deudas, la rueda comenzó a girar
al revés. Los títulos comprados por los fondos de inversión se desvalorizaron, por lo que salieron
a vender activos para cubrir las pérdidas. Esto profundizó el derrumbe de los mercados de acciones
y bonos. Pero de este festival de papeles mojados no sólo participaron firmas de inversión de
nombres dudosos sino señores bancos de Estados Unidos y Europa, que por estos días hacen cola para
ser rescatados.
El nuevo mundo
La burbuja fue alimentada por un contexto de crecimiento mundial con baja inflación, en el que
la acumulación de divisas por parte de los "nuevos ricos" del planeta permitía financiar por vía de
la compra de bonos del Tesoro o inversión directa, el déficit norteamericano.
La firmeza de la demanda internacional expandió el comercio y los precios de los insumos
destinados a alimentar esa expansión, como la energía y los alimentos, empezaron su carrera
alcista. "Algunos países prendieron luces amarillas ante la suba de los precios del petróleo, de
los minerales y de los productos agrícolas", relatan los economistas de Abeceb.com. El fantasma de
la inflación volvió a instalarse y "las economías centrales endurecieran su política
monetaria".
El primer paso, recuerdan, lo dio el Banco de Inglaterra, elevando hacia noviembre de 2003 la
tasa de interés. La Reserva Federal hizo lo mismo en junio de 2004. "El BCE, en tanto, sólo comenzó
su ritmo de incrementos hacia diciembre de 2005 y de forma mucho menos agresiva, afectando las
paridades cambiarias mundiales", agregan.
La lenta y progresiva devaluación del dólar iniciada con el principio del siglo se profundizó y,
si bien contribuyó a reducir el déficit comercial, aportó lo suyo al recorte del poder adquisitivo
de los estadounidenses, que influyó en la crisis de las hipotecas. Cuando a mitad de 2007 estos
síntomas se reflejaron en los indicadores de Wall Street, la FED viró su política monetaria, en un
camino que tuvo su más reciente capítulo la última semana, cuando decidió la mayor reducción de la
tasa de interés de referencia en 23 años.
El camino elegido por la dupla Bush-Bernanke no es el del Banco Central Europeo, que sigue
preocupado por contener la inflación y, por el contrario, deslizó la interpretación de que la
política norteamericana contribuirá a crear otra burbuja.
Los magnates que año a año se reúnen en Davos reclamaron en esta nueva reunión una mayor
coordinación de los bancos centrales del mundo, deslizando su preocupación por el nuevo mundo que
se viene en materia económica, con Estados Unidos en una eventual recesión, Europa con moneda
apreciada, inflación creciente y expansión desacelerada, y Japón con baja tasa de crecimiento y su
moneda apreciándose.
Los grandes países emergentes como China, India, Rusia o Brasil son la esperanza
blanca de los que adhieren a la teoría del desacople. Según la consultora Abeceb.com, una caída de
1% en la economía de EEUU tendría un efecto moderado en el crecimiento chino, que pasaría del 11,5%
en 2007 a 10,5% en 2008.
En este escenario, "los precios de los commodities continuarán elevados en
términos históricos", amortiguando el impacto de la crisis en los países de América latina (salvo
las economías que, como México, tienen un comercio muy atado a la demanda estadounidense).
El economista Claudio Loser, escéptico del desacople, concedió que "Argentina
está mejor de lo que estaba en crisis pasadas", pero negó que tenga un seguro comprado con la venta
de alimentos a China, ya que ese país "también está siendo afectado por los problemas de Estados
Unidos".
La soja y la China
Desde hace ya tiempo, el commoditie típicamente argentino es la soja. Sus precios están operando
en sus máximos históricos en el principal mercado de referencia, Chicago, y más allá de la
volatilidad que le contagian las plazas financieras, enfrenta una ajustadísima situación de oferta
y demanda mundial que promete sostener su vuelo.
Pero para el analista del mercado de granos Fernando Botta, titular de la corredora Agrobrokers,
la gran incógnita es, precisamente, "a qué precios comenzará a racionarse el consumo". Es que el
supuesto de que la demanda de alimentos está garantizada en el largo plazo porque varió la dieta en
los países que crecieron a ritmo acelerado en las últimas décadas, requiriendo más carne y a su vez
más granos para producirla, supone que este saludable hábito no puede volver atrás.
En términos crudos, “una manera sencilla de racionalizar es que el precio de la carne en
los países compradores termine siendo prohibitivo, otra cosa es cuáles van a ser las
consecuencias”, señaló. Parte del boom de precios, aclaró, “tiene que ver también con
la devaluación de la moneda norteamericana”. Y trazó este mapa: “Estados Unidos devalúa
para ajustar déficit pero como los países asiáticos y algunos petroleros no quieren dejar revaluar
su moneda, acumulan los dólares en las reservas y se los devuelven a Estados Unidos en forma de
bonos del Tesoro. En esa carrera, Estados Unidos no termina de ajustar su déficit pero los precios
nominados en dólares suben y Asia paga más caro en dólares el trigo, el petróleo y el oro,
disparando la inflación interna. La política china de crecimiento al exterior con moneda devaluada
da toda la vuelta y se le pone en contra. Si esto lo hace Argentina no pasada nada pero si lo hace
cuarta economía del mundo es un cóctel difícil de resolver”.
La crisis del petróleo
El temor es que llegue un momento en el que “todos los elementos negativos de la suba de
precios se empiecen a manifestar fuertemente en la economía”. Haciendo su trabajo de
“encontrar patrones de conducta en los precios” de los granos, Botta encontró
similitudes con los primeros años 70, caracterizados por la crisis del petróleo.
“En aquella época, los granos asistieron a un cambio estructural de los precios, pasando
un umbral del cual no volvieron más allá de las oscilaciones que tuvieron después”. Entiende
que un salto similar es el que pegaron los commodities agrícolas actualmente. “Hoy todos los
precios cambiaron sus estructuras, el 90% de los productos está en valores por encima de sus
récords históricos”, dijo.
Pero aquella historia de los 70, recuerda, terminó mal. “Estados Unidos enfrentaba
problemas de déficit, abandonó el patrón oro y devaluó el dólar, problemas climáticos afectaron los
stocks de cereales y el boom de los precios del petróleo dio un tiempo de prosperidad pero generó
un problema de inflación que terminó con una caída muy brusca de la economía mundial, que tardó 10
años en recuperarse”.
No se trata de fotocopiar el pasado, aclara, pero sí de ponerse en guardia. “Hoy la soja
en Chicago está a 460 dólares y en Argentina a 300. ¿Qué pasaría si en Chicago cayera a 300, que es
todavía un muy buen precio? En Argentina, con un alto nivel de intervención y con los insumos
atados a los precios de Chicago, podés pasar de una situación muy buena a una muy mala sin
intermedios”, concluyó.