El Foro de Inversiones conectó el imaginario de Mauricio Macri sobre la mirada que las grandes fortunas tienen respecto de su gobierno, con el pliego de reivindicaciones que ese bloque corporativo le presentó para desembolsar dólares en el país. En conjunto recrearon la iconografía de aquellos años 90 en los que se buscaba "seducir al capital".
Competitividad, apertura, libertad para ingresar y sobre todo sacar divisas, Estado mínimo, ajuste fiscal, reducción de impuestos, flexibilidad y baja del costo laboral. El recetario es igual al de fin de siglo pasado. Cuesta encontrar una versión nueva del viejo paradigma.
Pruebas al canto: el ministro de Trabajo, Jorge Triaca (h) puso su cartera a disposición de los hombres de negocios, el lado patronal de la paritaria, al tiempo que remarcó que el gobierno avanza con una agenda intensa para cambiar las convenciones colectivas. Un día antes, el CEO de Techint, Paolo Rocca, había dejado su demanda en el mostrador: "En lugar de pelear por el salario de algunos hay que preocuparse por el empleo de muchos".
La reforma laboral es una de las joyas que tiene Macri para ofrecerles a los potenciales inversores. Si bien ya aportó la caída del salario real de más de 10 puntos y los 200 mil despidos del sector registrado son un pergamino de cara a ese empresariado, los CEOS necesitan institucionalizar ese disciplinamiento de la fuerza laboral para que el asesinato de la actividad económica que cometió el gobierno no hay asido en vano.
Sobre todo porque, como se vio en los 90, el modelo de ajuste y endeudamiento atiza el desequilibrio fiscal y conspira contra la demanda de bajar el gasto público. De hecho, gran parte de las inversiones prometidas a Macri tienen que ver con contratos con el Estado, sea para obras o para explotación de recursos asociados concesionados. a la provisión de servicios públicos. Es decir que involucran erogaciones públicas. Y ni hablar del pago de la creciente deuda externa.
En este punto, la platea corporativa está dividida, no sólo por los negocios estatales sino también por la sustentabilidad política del modelo. El ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, presentó el proyecto de presupuesto 2017 con una previsión de crecimiento de 3,5%, jugado a una recuperación de la obra pública que el mismo gobierno frenó este año y a la esperanza de traducir en "brotes verdes" las comparaciones de actividad económica con la herencia de su propia recesión.
La euforia que exhibe el gobierno por la inflación y algunos pisos de actividad, contrasta con los números de la industria, el consumo y el empleo. Pero alimenta un relato que, con un poco de amnesia y resignación, puede cerrar políticamente. Ahí se lo escuchó al gobernador Miguel Lifschitz, luego de duros cruces, celebrar la marcha de la economía. Busca así el demorado aval nacional para endeudarse por u$s 500 millones y de un acuerdo por la deuda histórica con la Ansés. El 2017 ya empezó.