La ira del presidente Mauricio Macri con Sergio Massa va más allá del impacto por las recientes derrotas parlamentarias del oficialismo, incluida la media sanción al proyecto de reforma del impuesto a las ganancias. Expresa la inquietud porque su oportunista socio en la sanción de leyes gravosas, como la del pago a los fondos buitres, descubrió sobre el final de año que el mandato opositor que expresó la mitad del electorado en 2015 sobrevivió a los saltos mortales de diputados, senadores y gobernadores flojos de convicciones.
La calle, las organizaciones sociales, la movilización, la dinámica de la política que excede las roscas de pasillo construyó un escenario en el que la defensa de los mejores puntos del programa de la posconvertibilidad tiene su valor electoral. Y hacia ese lugar se asomó Massa y buena parte de las islas flotantes del peronismo para explorar el camino del reencuentro.
El desastre de la política económica y las fisuras en el relato macrista profundizan la foto de confrontación de fin de año. La película todavía es larga. La espina del cambio en el impuesto a las ganancias hiere al gobierno porque lo expone en su incumplimiento frente a una porción del electorado que fue decisiva a la hora de inclinar el voto en el ajustado ballottagge del año pasado.
Ya no se trata de disfrazar la devaluación con la salida del cepo, el tarifazo con el sinceramiento o el endeudamiento con el regreso al mundo. Macri prometió concretamente eliminar el impuesto a las ganancias y muchos trabajadores registrados, que escalaron en la pirámide salarial gracias a la política económica de la posconvertibilidad, decidieron arriesgarse a un brutal cambio de modelo bajo la convicción de que el ahora jefe de Estado cumpliría. El pregón contra esa carga fue un ariete fenomenal contra el gobierno anterior para todos los candidatos.
Por eso, se torna irrelevante la protesta de Cambiemos por el protagonismo kirchnerista en un proyecto de ley que contradice la histórica posición de Cristina. Lo explicó Axel Kicillof, autor del dictamen sobre el cual se articuló la propuesta opositora: el gobierno debe cumplir lo que prometió y no se puede acordar del costo fiscal recién cuando fue el turno a los trabajadores de participar en el ofertismo fiscal que ya alcanzó a los agronegocios, la minería y los fondos buitres, entre otros..
Las transferencias decididas en los primeros meses de gobierno y la recesión inducida para bajar el salario explican la causa de la pérdida de ingresos y el aumento del déficit. El mismo que ahora esgrime Macri como argumento para acusar de irresponsables a los opositores. Transfigurado, el aplomado candidato que debatió con Daniel Scioli hace poco más de un año, se convirtió en un presidente furioso contra una amplísima coalición parlamentaria. Entente que decidió, a partir de una lectura acertada de lo que pasa afuera del palacio, subir a los trabajadores a la mesa de saldos impositivos que abrió el gobierno, apenas llegó, con los más ricos.