La buena performance del gobierno nacional en las elecciones de 2017 animó las ilusiones reformistas del macrismo. A la provisional y tributaria, se agregó un extenso proyecto de reforma laboral que no dejaba afuera ninguna pretensión patronal. Montados a una nueva ola mundial de viejas recetas que ven en los sindicatos y los derechos laborales el origen de todos los males capitalistas, pretendían modificar institutos del derecho del trabajo que ni la dictadura cívico militar tocó en su reforma de la ley de contrato de trabajo del año 1976. El proyecto que parecía contar con el visto bueno de la CGT luego de algunas modificaciones, encontró un fuerte rechazo en un sector del sindicalismo y en los abogados laboralistas que luego se convirtió en un rechazo general de la sociedad.
Esto desembocó en las grandes movilizaciones de diciembre de 2017, donde se disputó la primera batalla al tratarse en el Congreso nacional la reforma previsional. La nueva fórmula de cálculo de los haberes jubilatorios se aprobó a costa de una violenta represión a miles de trabajadoras y trabajadores que se encontraban manifestando en la plaza del Congreso.
La CGT ante la violenta represión convocó a una huelga nacional, rechazando de pleno las reformas. La inmensa movilización y la nueva represión llevaron al macrismo a desistir de su proyecto legislativo de reforma laboral.
Pero nada de eso evitó que las patronales y el gobierno insistieran en su ánimo flexibilizador. Desde el mismo momento en que se cayó el proyecto comenzó un avance en los hechos, impulsando reformas en los lugares de trabajo, en los contratos individuales y en los convenios colectivos.
Los primeros intentos se dieron en las paritarias. Las patronales, a pedido del entonces Ministerio de Trabajo, presentaban al comienzo de las negociaciones un listado con todos los derechos a derogar y cláusulas flexibilizadotas para agregar en los contratos colectivos de trabajo de actividad. Si bien no tuvieron un fueron numerosos, algunos sindicatos aceptaron su incorporación e inclusive se llegaron a firmar nuevos convenios colectivos derogando derechos, como el caso de los petroleros de Vaca Muerta.
Actualmente, mientras atravesamos una crisis económica que destruye empleo y cierra industrias, el ataque a los derechos laborales asume nuevas y diversas formas.
De aquellos primeros intentos en un nivel superestructural que pretendían modificar la legislación general y los convenios colectivos de actividad, hoy asistimos a un ataque más directo que pega de lleno en la estructura de las relaciones de producción. Dejado de lado un enfrentamiento general -por ahora- transitamos una suerte de guerra de guerrillas planteada por el capital al trabajo en cada fábrica, cada oficina, cada establecimiento.
Como si no alcanzara con la estrepitosa caída del salario real de los últimos años, cientos de Procedimientos Preventivos de Crisis son presentados diariamente con el objetivo de anular beneficios o condiciones, rebajar salarios quitando adicionales de empresa, dejar sin efecto convenios colectivos de empresa o descolgarse de los convenios de actividad, cuando no directamente despedir trabajadores. A través de una rápida creación de sindicatos de empresa se firman nuevos convenios que rompen con los de la actividad para pagar menos salarios y fragmentar el colectivo laboral. Ejemplo paradigmático son los sindicatos de aerolíneas low cost con la clara finalidad de tener trabajadores y condiciones de trabajo low cost. Y donde no hay un sindicato de empresa a la medida, suele aparecer alguno de actividad dispuesto a prestar su firma para evadir la aplicación de los convenios de actividad con mejores salarios y condiciones. Sindicatos que crecieron de la mano de la tercerización, rompiendo la unidad obrera, hoy firman estos convenios que fragmentan a los de actividad, una de las históricas y principales características que ha dado fortaleza al sindicalismo argentino. Tal el reciente caso de la empresa Mercado Libre y su convenio a medida con el sindicato de carga y descarga para evadir el convenio colectivo camionero.
Ante este ataque en la base del sistema, la reacción sindical y la organización directa de los trabajadores y trabajadoras en las fábricas, en los establecimiento, recupera su centralidad en la relación capital trabajo. Es ahí donde se está dando la disputa más feroz, y es ahí dónde se debe enfrentar la reforma laboral, defendiendo cada conquista, cada derecho.
Sin crecimiento, con insólitos niveles de fuga de capitales y con una deuda impagable, la crisis tiene cada vez mayor magnitud y parece irreversible. El gobierno solo atina a ensayar soluciones que ya han fracasado en el mundo y en Argentina.
La resistencia de los trabajadores a las viejas recetas flexibilizadoras, su defensa del salario y del empleo en la huelga y en la calle, vuelven al centro de la disputa. Es allí dónde se resolverá que camino se tomará para salir de la crisis, sea con este gobierno o con uno de otro color político.