A treinta meses de la asunción del gobierno de Cambiemos es posible y necesario repasar sus acciones, describir los desafíos que se abren para la sociedad civil e imaginar los escenarios posibles de aquí al final del mandato presidencial. Todo intento de repaso de las acciones, descansa sobre aquello que cada relator considere relevante, significativo, de alto impacto, siempre desde una perspectiva particular.
La sociedad argentina aún discute sobre las acciones elegidas por este gobierno, acerca de su pertinencia o de su inconveniencia. La proposición es correr el ángulo de mira y concentrarse en los efectos incontrastables derivados de las acciones desarrolladas. En otras palabras: puede ser discutible si había atraso en las tarifas o no, si el déficit del Estado era o no un problema y de qué intensidad, si el cepo era o no una buena medida. De hecho, tengo una opinión sobre varios de estos aspectos. Sin embargo eso desvía la atención de lo que considero imprescindible ver y que es el conjunto de consecuencias que ha tenido todo lo que el gobierno nacional ha hecho.
Para eso elijo un eje que estimo puede asociarse con una figura: intensa transferencia de recursos monetarios. En cualquier economía, las velocidades a las que marchan las ventas y ganancias de las empresas, los salarios, los precios, la moneda extranjera, las tasas de los impuestos, pueden ser diferentes. El capitalismo como sistema social sostiene su dinámica en base a la producción permanente de desigualaciones. Un comportamiento desigual de un precio con respecto a los demás no es una rareza, sino la forma natural en la que se desenvuelve el sistema en el que vivimos. Es ni más ni menos que el resultado de la puja por la distribución en la cual participan todos los jugadores que ocupan un lugar en la cancha y donde se pelea por una porción de la torta social. La cuestión que diferencia el presente proceso de desigualación con lo ocurrido en un pasado no tan lejano, es la intensidad, el determinante papel del Estado en su creación y propagación y la única dirección hacia la cual van las transferencias.
Un ensayo parcial sobre este punto podría sostener que las transferencias de recursos monetarios han ocurrido y lo están haciendo en varias dimensiones, tales como las siguientes:
a. Del trabajo al capital: en estos treinta meses hubo un compromiso deliberado por parte del gobierno nacional para que el poder de compra de los salarios, las jubilaciones, las pensiones, las asignaciones familiares y la asignación universal por hijo marche a un ritmo inferior al índice de precios que calculan los organismos oficiales y que sabemos subestiman su crecimiento real. Para eso fijaron topes máximos en las negociaciones paritarias, en la mayoría de los casos doblegando la demanda de los trabajadores no sin ciertas complicidades por parte de las dirigencias. Modificaron el coeficiente de actualización de la movilidad jubilatoria y la cobertura del grupo familiar, redujeron la planta en sensibles sectores de la administración pública nacional y en algunas provincias. El desempleo y la precarización contractual no hicieron más que crecer. El presidente Macri vetó la llamada ley antidespidos votada mayoritariamente por el Congreso de la Nación hace casi dos años. El tamaño de la transferencia del trabajo al capital es indisimulable: la pérdida promedio equivale a un salario cada doce meses. La masa de dinero transferida en los primeros veintiocho meses alcanza 745 mil millones de pesos.
b. Del Estado nacional a los complejos exportadores: entre las primeras medidas de gobierno hubo una reducción de las tasas que gravan las exportaciones (conocidas como retenciones) para el complejo sojero y la reducción a 0 por ciento para la mayoría de las exportaciones que genera Argentina. A partir del 1º de enero de este año ello fue complementado con una nueva reducción consistente en medio por ciento por mes, es decir 6 por ciento en todo el año. Si se agrega a esto la devaluación del peso, el aumento de los precios internacionales y las libertades de las cuales goza el complejo exportador, todo ha producido y lo sigue haciendo, una enorme transferencia que como contrapartida ha lesionado seriamente el financiamiento del Estado nacional y en consecuencia es uno de los factores de aumento del déficit. El tamaño de la renuncia estatal de recursos, a su vez ingreso extraordinario del complejo exportador, ha sido de $269 mil millones.
c. Ha ocupado un lugar relevante y lo sigue siendo, el uso de las letras emitidas por el Banco Central para desalentar la fuga hacia la moneda extranjera. Entre diciembre de 2015 y la última licitación de Lebacs, autoridad monetaria devengó, sólo en concepto de intereses a favor de los tenedores de esos títulos, 497 mil millones de pesos.
d. El incremento de las tarifas de los servicios de gas natural y energía eléctrica fue central para la explicación del proceso descripto. El rubro "servicios de la vivienda" fue el que lideró el incremento de los índices de precios. En los dos primeros años de gobierno este rubro creció entre 130 por ciento y 160 por ciento según el índice que se tome, en tanto que el resto de los artículos creció entre 62 por ciento y 68 por ciento. En el caso de las tarifas de gas, su incremento implicó que se pasara de una factura promedio de $116 en septiembre de 2016 a una de $814 en abril de 2018 (o de $536 en el caso de tarifa social). La transferencia total por el incremento de tarifa de gas natural por red desde los hogares hacia las empresas energéticas suma 25 mil millones de pesos. En 2015 las distribuidoras de electricidad facturaban 50 mil millones de pesos. Un año después, en 2016, facturaron 110 mil millones y en el año 2017 la facturación superó los 175 mil millones de pesos. Contra un escenario hipotético de variación del costo de la energía equivalente a la variación del salario promedio de los trabajadores registrados de la economía, la transferencia desde los diferentes tipos de usuarios hacia las eléctricas en 2016 y 2017 fue de 137 mil millones de pesos.
La enumeración puede siempre ser completada, mejorada y puntualizada. Lo relevante es que este proceso de transferencias no es novedoso en Argentina pero sí lo es la magnitud y la multidimensionalidad, los muchos planos que abarca. La pregunta es qué sigue a esto. Porque estos procesos redistributivos siempre precedieron a nuevos ciclos de acumulación del capital que permitieron gobernabilidad aún contra los intereses de las mayorías. Por ahora no se ve nada de eso y en cambio asistimos a la vuelta al Fondo Monetario Internacional. Un camino fallido cuyo desenlace conoce sobradamente nuestra sociedad.