El mercado de trabajo quedó en la frontera de resistencia a los efectos, por
ahora dispares, de la crisis financiera global y las variables locales que inducen una
desaceleración económica. Los economistas discuten si hay o no recesión y cuánto durará pero, a
diferencia de 2001, pocos discuten que la suerte del empleo será este año la suerte del consumo
doméstico, a su vez es la carta principal para sostener el nivel de actividad. No es menos cierto
que sobre este consenso, en el frente laboral se dirime otra pelea, relacionada con la porción de
la torta de ingresos que se llevarán el capital y el trabajo al final de la crisis.
En el Foro de Economía y Negocios organizado por la Fundación Libertad, frente a
un auditorio de empresarios, Ernesto Kritz, uno de los analistas laborales más reconocidos,
presentó un inquietante cuadro elaborado en base a la encuesta que realiza su consultora, SEL,
entre 150 empresas líderes, que ocupan a 200 mil trabajadores.
Mostró las expectativas de estas firmas sobre la evolución de la dotación de
personal según el nivel de aumento salarial que se pacte para este año. Los resultados: con un
incremento del 10%, el 83% de los consultados prevé mantener su plantel y el 11% reducirlo; si la
suba es del 15%, la previsión cambia a 73% contra 17%; si es del 20%, las agujas se mueven a 58% y
36%. Por último, si los salarios aumentan 25%, la proporción de empresas que prevén mantener
empleos baja al 51%, contra un 42% que contempla reducirlos.
"Hay una sensibilidad muy grande de la evolución del empleo según el salario que
se pague", explicó Kritz. en un contexto en el que el empleo "como mínimo no crece", cambian los
términos de la disputa del ingreso. "Hasta ahora se discutían salarios en base a la inflación
pasada, lo que para este año implicaría cerrar con una pauta cercana al 25%", señaló. En cambio, un
aumento del 15% "estaría marcando una negociación basada en la inflación futura".
La revancha
Pero la cuestión se puede plantear también en otros términos. Un sondeo de
expectativas puede ser también un programa de acción. La presión que el clima de crisis impone al
mercado laboral alienta a los empresarios a resarcirse de los niveles de aumento que tuvieron que
aceptar durante la fase expansiva de la economía, cuando esta disputa se daba, ya volviendo al
análisis de Kritz, en el marco de "un empleo creciente y de una desocupación en baja".
Para el titular de la consultora SEL, el ciclo alcista del mercado laboral
cambió en 2007, cuando la economía "comenzó a perder capacidad de empleo". En 2008, por factores
que atribuye a la inflación y los efectos del conflicto del campo, se profundizó este fenómeno. Y
en noviembre del año pasado, con el desembarco de la fase aguda de la crisis financiera
internacional, se abrió una nueva fase "en la que hay despidos pero sobre todo no hay generación de
nuevos puestos de trabajo".
En base a su encuesta periódica, el especialista expuso las medidas que
adoptaron las empresas durante el primer trimestre y para ajustar su cuadro laboral, sea por
ingreso o por dotación. El 62% congeló vacantes, el 52% redujo horas extras, el 39% no renovó
contratos, el 31% suprimió empleos tercerizados, el 15% ajustó remuneraciones variables, el 25%
suspendió turnos, el 29% adelantó vacaciones y el 15% suspendió beneficios extra. El 15% de los
empresarios respondió que, a futuro, estudia renegociaciones de los convenios de trabajo.
Salvo para los más entusiastas, los datos confirman que con el argumento de la
crisis el mercado laboral está sometido a una presión que no conocía desde el inicio de la
recuperación económica.
El consumo
La paradoja es que el consumo interno, que depende del nivel de ingreso, es la
gran apuesta para atravesar el escenario de desaceleración económica que muestran distintos
sectores de la economía. En el mismo foro empresarial, el director de calidad de la consultora CCR,
Ricardo Moreyra, expuso que la venta de alimentos en volúmenes creció 2% en el primer trimestre del
año, una cifra que consideró "más que aceptable en el actual contexto". Reflejó, además, algunos
comportamientos diferenciales respecto de 2001, como el mantenimiento en el nivel de venta de las
primeras marcas en los supermercados.
No ocultó, no obstante, que la facturación por venta de electrodomésticos cayó
en el mismo período un 8%. Desde su punto de vista, la causa es menos la pérdida de ingresos que
las expectativas. ¿Pero cuáles son esas expectativas? "El desempleo ronda la cabeza de los
consumidores y eso afecta las decisiones de compra".
Para Moreyra, como para muchos, la desaceleración actual no tiene similitud alguna con la
hecatombe de 2001. Para Kritz tampoco. En términos de empleo, planteó un escenario en el cual el
peor de los casos sería una suba de la desocupación al 11%, nivel similar al 2006. Pero al mismo
tiempo advirtió: "En los márgenes esto sí es importante porque ese aumento de la desocupación
significaría que 500 mil personas se quedarían sin trabajo". Y el empleo, dijo, "es lo que sostiene
el consumo". Y el salario también.