En tanto, la organización que nuclea a los desocupados también brinda la copa de leche en numerosos barrios, pero sólo recibe una asistencia del municipio ,de poco más de 9 mil pesos por comedor, lo que “a lo sumo alcanza para cubrir dos o tres comidas mensuales, y tenemos 25 comedores sobre 70 barrios”, detalló Eduardo Delmonte, líder de la CCC Rosario.
El dirigente señaló como un indicador de la profundización de la crisis el hecho de que “somos el doble desde hace un año y medio y eso es toda una escala de medida: de tener presencia en 35 a 40 barrios, ahora estamos en 70, con grupos importantes de delegados”. En ese sentido, indicó que “la gente que se suma viene para ver si puede conseguir algún programa de trabajo, si puede recibir un poco de comida y si se puede instalar una copa de leche en el barrio, lo cual nosotros lamentamos decir que no podemos porque lo que recibimos del Estado es insuficiente. Mucha gente se organiza y sale a pedir donaciones” para cubrir la demanda en los merenderos.
Delmonte marcó como otros indicadores de la pauperización que se observa en la actividad diaria de la organización el incremento de enfermedades como la tuberculosis, y del flagelo de las drogas, “un fenómeno que se ha transformado hasta en un factor económico. Vemos que es un potente descomponedor de la sociedad para neutralizar a un sector: más vale que el que no va a tener perspectiva de laburo ni de nada, por lo menos que no joda. Y así queda aislado en su problema. Este es un claro síntoma de una degradación social producto de la pobreza que se va intensificando”.
Asistencia alimentaria
La CCC reparte mensualmente bolsones con comida que arma con los alimentos a granel que le envía el gobierno nacional y con los que puede adquirir con un monto mensual de 400 mil pesos que la provincia habilita para debitar en supermercados mayoristas. Con lo recolectado, alcanza para asistir a unas 6.500 familias con una provista que sirve para cubrir unos pocos días.
Dada la creciente demanda, la insuficiencia y dilación de esos envíos nacionales y con el agravante que durante los últimos tres meses omitió la provisión de leche, la corriente encabezó esta semana un plan de lucha frente a la sede del Ministerio de Desarrollo Social ubicada en España 543, exigiendo medidas concretas para aliviar la emergencia social, agravada por la reciente devaluación.
El martes, la organización tomó las instalaciones y horas más tarde levantó la medida de fuerza, tras lograr el incremento de los alimentos correspondientes a este mes, y que se distribuirán mañana, y la duplicación de los mismos a partir de septiembre. “Luchar vale la pena, el hambre no espera y el hambre de los niños es un crimen”, son las consignas que encabezaron la pelea de los desocupados.
De esta pelea, queda pendiente de resolución el pedido de la CCC y otras organizaciones de un aumento del irrisorio monto de $300 a $3 mil de la tarjeta única de ciudadanía, que la Nación junto al gobierno santafesino otorgan para la compra de alimentos a unas 60 mil familias en Rosario y otras 185 mil a nivel provincial. Esta ayuda “en su momento pretendió ser una respuesta universal al hambre. Hoy se ha convertido en una joda y hay una definición de no aumentarla, tanto de Nación como de provincia”, alertó Delmonte.
Asimismo, la CCC exige que el salario social complementario de $ 7.500 mensuales que el gobierno nacional otorga en el marco de la ley de emergencia social, “se abra a todos los desocupados” y que esa normativa, que caduca en diciembre, se prorrogue por cuatro años más. Tal programa alcanza a unas 5 mil personas en Rosario (sobre 80 mil desocupados en esta ciudad) a cambio de una contraprestación laboral.
“La ley de emergencia social crea el salario social complementario, y eso es un título muy grande porque no es un beneficio universal. Hay que pelear cada vez que abren la inscripción, es totalmente parcial y contempla un universo limitado. Sólo acceden algunas organizaciones y dentro de éstas, hay un montón de gente que queda fuera. Nosotros (la CCC) tenemos 1.500 compañeros trabajando dentro de este programa y cerca de 2.000 afuera”, comentó Delmonte.
Por otra parte, el dirigente remarcó que el salario social complementario “es sólo dinero y exige una contraprestación. Rechazamos la idea de subsidio porque aparece como un regalo que te lo dan y te lo quitan. El laburo genera derechos y en todo caso podés pelear por cobrar más. La gente compra sus herramientas y puede contraprestar y justificar el ingreso que tiene”. Tal es el caso de las beneficiarias de CCC (la gran mayoría de los militantes de la organización son mujeres), se compran máquinas para desmalezar y realizan tareas de limpieza barrial, zanjeo y parquizado en lugares como el geriátrico Jorge Raúl Rodríguez, uno de los hogares públicos que dependen del Estado provincial, ubicado en Presidente Perón y Provincias Unidas.
En alusión a la estigmatización del movimiento piquetero como “planeros” y “vagos”, el líder de los desocupados insistió en que históricamente la organización ha reclamado al Estado el trabajo como primera instancia, y éste “ha respondido con planes que agarramos porque hay que vivir, pero en realidad la demanda es laboral”.
Mientras tanto, la ayuda estatal se ha mantenido prácticamente intacta en plena y constante devaluación y suba de precios.
“Nosotros somos una pequeña parte del problema. Somos de los más organizados que hemos tenido algunas conquistas. Lo que hemos armado es una estrategia para pelear con todos los niveles del estado y con lo que vamos consiguiendo tratamos de dar una respuesta, pero el padrón se ha agigantado”, observó Delmonte, y renegó del “tremendo ajuste general a través de la inflación” y la “falta de medidas para compensar al que no tiene nada. Lo que se consigue es muy puntual, muy mezquino”.
Espacios laborales
Más allá de la asistencia estatal y su distribución, las organizaciones sociales operan desde su seno como generadoras de oportunidades laborales. Desde CTEP, “hace unos cuantos años que venimos trabajando fuertemente tratando de generar espacios de capacitación y construir espacios laborales, ya sea a través de cooperativas como de asociaciones de compañeros menos formales,para que puedan además de aprender un oficio, generar alguna moneda para el bolsillo”, señaló Berra.
Así, la organización impulsa cooperativas de construcción y también unidades de producción del rubro textil, carpintería, herrería y panificación. Cada una de éstas últimas cuenta con entre 6 y 15 trabajadores y suman un total estimado de 1.500, desempeñándose en decenas de barrios rosarinos.
La confederación también instrumenta para paliar la crisis una feria permanente que funciona todos los fines de semana en el Parque Hipólito Yrigoyen, en 27 de Febrero y Laprida, y otras itinerantes como la Feria Libre de Inflación, “a partir del contacto con productores de alimentos o de verduras y frutas, para poder saltear el paso intermedio en la comercialización y ponerlos directamente a la venta para la gente. Esto implica comprar a un precio sensiblemente menor al que uno encuentra normalmente en las verdulerías o en los supermercados”, explicó el dirigente de CTEP.
La CCC, en tanto, mientras impulsa la creación de emprendimientos como fabricación de pan, posee dos cooperativas, en las que trabajan 350 personas, de las cuales unas 250 son mujeres. Ambas funcionan con fondos que otorga el municipio, y que alcanzan para pagar a cada una $ 1.300 mensuales. “Nos metimos en todo lo que nos pudiera aproximar al trabajo genuino para salir de la condición de desocupados totales. Pero el Estado nos dice ‘armen una cooperativa, nos pone a manejar plata, lo que no queremos, y a lidiar con cuestiones impositivas que no deberían existir. La gente debería laburar, cumplir, cobrar y punto”, renegó Delmonte.
De allí que estas cooperativas “son sólo un instrumento. No somos cooperativistas por vocación sino por obligación, para poder acceder, aunque creemos que en una economía manejada por grandes monopolios, es difícil que existan este tipo de producciones. Es como una autoexplotación, no nos queda otra porque si no, no habría nada”, añadió, y acotó que sigue abierta la discusión con el municipio por las exigencias para encuadrarse dentro de esa figura, que demanda el pago del monotributo social, seguro, sellado de contratos, entre otros requerimientos que en definitiva vuelven a esta alternativa laboral “como un salvavida de plomo”, remató.
Mujeres al frente
Ciudad Futura encabeza distintas acciones y brinda herramientas laborales dirigidas a los sectores populares para enfrentar la crisis, especialmente enfocadas al acompañamiento, apoyo y trabajo con mujeres vinculado a economías solidarias, emprendedurismo, trabajo autogestivo y asociativismo. Asimismo, impulsa actividades como ferias, asistencia crediticia y acceso a alimentos y leche más barata.
“En momento de crisis las mujeres terminamos siendo más vulnerables, somos las primeras a las que se nos echa del laburo o se nos recortan horas. La necesidad de supervivencia nos lleva a emprender y por eso nos esforzamos en impulsar una línea que priorice el trabajo con las mujeres en tanto el acompañamiento para la puesta en marcha de sus emprendimientos, de ferias autogestivas. En lo que va del año vamos haciendo más de 12 en distintos puntos de la ciudad donde participaron entre 30 y 80 mujeres en cada una”, detalló Caren Tepp, concejala del partido político.
En ese rumbo, desde la organización se organiza a las mujeres que tienen emprendimientos del mismo rubro para que compren insumos en forma colectiva y así abaratar costos de producción, como ocurre, por ejemplo, con una veintena de mujeres que se dedican a la panificación y repostería.
En otros casos más extremos de mujeres con mayor vulnerabilidad social y económica, “lo que hacemos es implementar dispositivos a partir de los distritos descentralizados con grupos de capacitación en algún oficio específico y acompañamiento para que armen una fuente laboral sustentable. Todo ello siempre abordado de manera colectiva”, aclaró la edila.
Por otra parte, desde el partido se brinda una línea especial de microcréditos para la compra de maquinarias e insumos para mejorar los lugares de trabajo, a partir de un banco solidario rotativo que opera con una tasa mínima. Tal instrumento no sólo es aprovechado por emprendedoras sino por “cooperativas y trabajos autogestivos de carácter asociativo que entraron en crisis a raíz de la situación económica, algunos históricos, como Herramientas Unión, Lavadero Americano y Goma Metal, que son trabajadores que después de otras crisis como la de 2001 se recuperaron, se autogestionaron durante estos años y en estos momentos necesitan respaldo”, explicó Tepp.
Ciudad Futura impulsa además políticas de acceso a la compra de alimentos y productos de la canasta básica más económicos, sin intermediarios ni formadores de precios y de productor a consumidor, a través de su Misión Antiinflación, que funciona mediante una plataforma online. También este año, “con la crisis del sector lácteo y el aumento de la leche a precios más altos que en Alemania e incluso que el litro de nafta en nuestro país, tuvimos la posibilidad de asociarnos con Cotar, que también viene enfrentando problemas, y pudimos poner en marcha beneficios muy grandes como la oferta de 3 litros de leche a 100 pesos, que implementamos hace un par de meses y lo sostenemos después de la campaña, cuando muchos pensaban que esta acción formaba parte de ésta”, señaló la concejala.
En ese sentido, y como un indicador más de la pauperización, Tepp remarcó que durante la semana posterior a la megadevaluación pos Paso, el promedio de mil familias que compraban esa leche aumentó un 30%. “Prevemos que se va a ir incrementando a lo largo de las próximas semanas”, estimó la edila y comunicó que Ciudad Futura junto a Cotar están poniendo en marcha una veintena de merenderos en barrios populares de Rosario.
La lucha integrada
Ocupados y desocupados no son los extremos de una condición humana sino los protagonistas de una misma lucha que se está librando en defensa de la preservación de los derechos laborales. Así se viene dando, cada vez más integrada, la pelea contra la reforma laboral y la flexibilización del trabajo, entre otros flagelos, encabezada por gremios y organizaciones cuyas pancartas flamean en acompañamiento a cada reclamo y movilización del sector activo y pasivo.
Es que “estamos todos saqueados por esta política. El movimiento obrero, con todos los bemoles que tiene, ha peleado para no retroceder. Por eso nos hemos juntado porque entendemos que es una pelea que hay que dar y que no es indiferente a nosotros si se impone la reforma laboral”, explicó Delmonte.
Los desocupados tenemos intereses comunes con los trabajadores, con los pequeños y medianos campesinos, con los industriales vinculados al mercado interno y con los comerciantes. Todo lo que conquistemos abajo le va a servir a los que están laburando y todo lo que degrade a éstos, nos va a hundir a nosotros en el barro. Es una pelea común porque somos todos laburantes, con distintas realidades y muchas veces con incomprensión de un sector y de otro, porque el ocupado no ve la realidad del desocupado y éste a veces cree que el ocupado está en otra escala social”, resumió el dirigente.
“Somos defensores del trabajo en condiciones de ley, genuino. Argentina ha logrado leyes laborales de avanzada de contratos de trabajo durante el peronismo, antes de la Dictadura, y que ésta y gobiernos posteriores fueron degradando”, denunció y consideró que la reforma laboral que pretende el gobierno de Mauricio Macri “propone ponernos en la condición de los trabajadores chinos, para poder competir como un país pensado para el exterior, complementándose con la economía mundial que la manejan cuatro o cinco países imperialistas. No se está pensado en el mercado interno sino que se defienden intereses de los grandes monopolios” y para ello hay que degradar la ley laboral, el ingreso”.
En este contexto “el sector social desocupado es el más golpeado por el ajuste de Macri, que está entregando el país y empobreció a nuestros trabajadores. Y lo que para algunos sectores significa empobrecimiento, para el que tiene laburo y se le corta la changa se encuentra con el drama de no poder comer. El hambre no es un problema de cuatro o cinco medidas sino que es estructural. Producimos alimentos para 10 países como éste, y sin embargo hay hambre. Por eso salimos tanto”, dijo, en alusión a los múltiples piquetes que organiza la CCC en distintos puntos de la ciudad por reclamos concretos, y su presencia en los distintos reclamos laborales que se dan a diario.
Finalmente Berra afirmó que desde CTEP “venimos trabajando en la organización de los sectores populares y claramente no queremos ser nosotros quienes tengamos que dar la comida: queremos vivir en un país donde la gente coma en sus casas, como corresponde. Lamentablemente lo hacemos producto de la crisis, pero nuestro objetivo está puesto en generar el trabajo y así lo hacemos desde las distintas unidades productivas, para que los compañeros puedan ganar el pan y el sustento diario dignamente”.