Las elecciones llegaron con la economía mostrando sus primeros signos de recuperación desde la asunción de Macri a la presidencia. La actividad económica mostró una expansión interanual del 3,3 por ciento en mayo (Emae), la construcción mostró el cuarto mes de incremento interanual a tasas superiores al 10 por ciento (Isac), la industria se expandió por primera vez desde el cambio de gobierno en junio (EMI), y la recaudación impositiva indica que la reactivación siguió en julio. El impulso a la obra pública en el contexto electoral, un repunte coyuntural de las ventas de autos a Brasil y el pago de los aumentos salariales fijados en las demoradas paritarias son las claves del presente "veranito de San Juan".
Más allá de los cambios en la orientación de la política económica (endeudamiento externo, apertura importadora,suba de tarifas, rebaja de retenciones), el movimiento coyuntural de la economía no escapa de los andariveles del pequeño ciclo político electoral trazado en los últimos 5 años. Los años pares como 2012, 2014 y 2016 muestran bajas en la actividad, que son seguidos de repuntes económicos en los años
impares como 2013,2015 y 2017 donde hay eventos electorales.
Esos pequeños ciclos político-económicos están trazados por la política cambiaria, de obras y gasto público y, recientemente, de tarifas de servicios públicos. Los años sin elecciones coinciden con devaluación (y/o endurecimiento del racionamiento de dólares bajo la gestión anterior), reducción de gastos y obras públicas y, recientemente, con tarifazos que deprimen la actividad y el consumo.
Los indicadores de actividad parecen mostrar la emergencia de brotes verdes. Pero hacia adelante, la pregunta es si se trata de una recuperación económica estructural o tan sólo de un "veranito de San Juan electoral". La respuesta depende en gran medida de la continuidad del impulso que viene traccionando la actividad. Si el impulso a la obra pública se trata de la habitual política electoral a paralizarse luego de octubre con el objeto de reducir el abultado déficit fiscal, es previsible que uno de los motores de la actual recuperación se apague.
Un análisis similar puede hacerse respecto a la recuperación de los salarios, jubilaciones y asignaciones, si tras las elecciones se instrumenta una previsible suba de tarifas y del dólar, con su impacto en los precios y el poder adquisitivo. Por último, la economía de Brasil continúa sumida en la incertidumbre de la crisis institucional, sin perspectivas ciertas de recuperación.
De esa manera, las posibilidad de que la actual recuperación se consolide en un proceso de crecimiento de mediano plazo parece baja, si después de las elecciones se imponen las políticas ortodoxas en sintonía con las recomendaciones de las calificadoras de crédito y organismos financieros internacionales para sostener
el fluido acceso al financiamiento internacional.
Además, las presiones sobre el dólar disminuyeron al conocerse los resultados de las Paso. Pese a la probable victoria de Cristina Kirchner en Buenos Aires, la escasa diferencia evitó un escenario donde el gobierno viera licuado su poder político. Así, el BCRA logró renovar la mayor parte de los abultados vencimientos de Lebacs y el dólar cerró a la baja sin necesidad de sacrificar reservas. Sin embargo, los fundamentos económicos de la
tensión cambiaria continúan existiendo. El primero, es la incapacidad oficial de resolver el problema inflacionario que, junto a las tasas de interés negativas de los plazos fijos, impulsan la persistente compra de dólares de los pequeños ahorristas.
También la expectativa de que tras las elecciones se implemente una devaluación correctora del retraso cambiario acumulado en el último año y medio de persistente inflación con estabilidad del dólar, la cual aceleró la huida de los activos en pesos de los grandes jugadores en los últimos meses.