Atrapada en una crisis profunda desde al menos 2018, la economía argentina comenzó a recuperarse sobre la segunda mitad de 2020 por factores que mucho tienen que ver con las políticas públicas desplegadas por el Estado nacional. Créditos, subsidios, transferencias directas, moratorias, administración del comercio exterior y renegociación de deudas. También, fortalecimiento del sistema de salud, gestión de la pandemia y masiva campaña de vacunación.
Hace un largo año que esta recuperación se consolidó y exhibe vigor, sobre todo en el interior. Su principal amenaza proviene, precisamente, la mitad vacía del vaso: una inflación galopante que golpea los ingresos de trabajadores formales e informales y cristaliza la regresiva distribución del ingreso heredada de la crisis macrista. Las últimas cifras de la cuenta de generación del ingreso que dio a conocer el Indec, son claras: la participación del salario en el tamaño de una economía que creció a tasas chinas el año pasado bajó casi cinco puntos en relación al mismo período de 2020. Es cierto que esa pérdida se achicó en el último cuatrimestre pero no alcanzó para suturar una herida que se agiganta con el aumento interanual de casi tres puntos que tuvo el excedente de explotación bruto. No es menos cierto que el crecimiento y la recuperación del mercado laboral mejora las condiciones de los trabajadores para dar la pelea distributiva, en un año en que esa puja es central. No es azaroso, en este sentido, el aumento de la conflictividad en y entre distintos sectores y la ofensiva de los movimientos restauradores contra organizaciones sociales y gremiales.
Como sea, la fisura oficialista no ayuda ni a visibilizar la recuperación ni a coordinar expectativas antiinflacionarias, peligrosamente elevadas tras la inflación del 6,7% en marzo.
“Al revés del resto de las fuerzas políticas, el Frente de Todos disimula sus virtudes y resalta sus defectos”, disparó el filósofo y politólogo Juan Giani ante las 2 mil personas reunidas hace poco más de una semana en el Mercado del Patio. “Esta recuperación económica no tiene relato”, se quejó la socióloga María Esperanza Casullo, extrañamente sorprendida con los números e indicadores de actividad, producción, inversión y empleo que había mostrado minutos antes el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas.
Entre la crisis política del oficialismo y el dominio opositor de la opinión pública, flota en el vaso medio lleno el sentimiento anticipado de derrota. Mientras, el crecimiento sigue su curso, indiferente a la suerte política de sus promotores. El viaje casi clandestino de Alberto Fernández a Las Parejas, capital de la recuperación industrial, es una bala perdida. La fobia de los ministros nacionales al territorio y la ambigüedad de los gobernadores frente al proyecto político que los auxilió, son directamente tiros al pie.
“Si queremos 2023 hay que hacer más peronismo en materia de ingresos”, dijo el economista Claudio Scaletta, quien alertó sobre el regreso, a partir de 2016, de un fenómeno propio de fines de los 90 y principios de los 2000: el del trabajador pobre. Pero al mismo tiempo, subrayó que la Argentina está “en los albores de sumar dos complejos exportadores”, minería e hidrocarburos, al tradicional agroexportador. Esta, señaló, es una novedad importante en materia de administración de la restricción externa.
El politólogo Edgardo Mocca alentó a “no perder el sentido de la igualdad, hay que cobrarle a los que la levantan con pala”. En la misma línea, Eduardo Jozami alentó: “En momentos difíciles la participación popular y la movilización pueden cambiar la relación de fuerzas”.
Y Giani, con sus “diez tesis sobre la confusión y el desencanto”, enmarcó las conclusiones. Rechazó la idea de que el gobierno, antes y después del acuerdo con el FMI haya realizado un ajuste en la economía pero sí advirtió que “se gastó menos de lo que se podía gastar”. De nuevo, apuntó a la política de distribución: “En 2021 el índice de salarios le empató a la inflación, y el de salarios registrados las superó por varios puntos, pero el de trabajadores informales perdió por diez puntos, ahí hay que meter ingreso”. De hecho, Agustín Rossi, organizador del encuentro y por estas horas asesor premium del presidente Alberto Fernández, insistió con su propuesta de crear un ingreso básico universal.
En el terreno político, Giani destacó que la novedad del escenario en el que se desenvuelve el actual gobierno, respecto de los años de Néstor y Cristina, es la consolidación de una coalición de centroderecha consistente, capaz de sacar un 40% de los votos pese a su mal gobierno. No soslayó el efecto de la pandemia en la derrota legislativa del año pasado, capítulo local de un fenómeno mundial. Pero recordó que en la gestión de esa crisis histórica “el sistema sanitario resistió y no hubo estallidos sociales”. Sobre este mapa, y tras recordar que entre 2009 y 2011 el FpV remontó más de 22 puntos entre la legislativa y la presidencial, se preguntó: “¿Qué clase de peronista, el partido de la voluntad de poder y vocación de mayorías, duda de que hay 2023, sin pandemia y creciendo?”.
La inflación de marzo encendió la alerta roja
La dinámica inflacionaria pasó de castaño a oscuro en marzo, con el aumento de 6,7% en el Indice de Precios. Si el dato del primer trimestre se proyecta al resto del año, el incremento de los precios sería 81,3%, señala el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), que advierte: “Es vital que esta tasa baje para evitar expectativas de inflación crecientes”.
El instituto que conduce Nadin Argañaraz enmarcó esta aceleración en el contexto mundial, con dos factores preponderantes: la salida de la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania. Señaló que este marzo le sumó 1,9 puntos a la inflación del mismo mes del año anterior. Una relación de 1,4. Un adicional, explicó, similar al promedio registrado en los otros países.
Esto pasa ahora pero “en los últimos cuatro años” la inflación local ya viene erosionando el poder adquisitivo de todos los asalariados y jubilados, con mayor énfasis en los informales, que “carecen de esquemas institucionales para defender sus ingresos”, recordó.
Para la Fundación Mediterránea, la aceleración inflacionaria de este primer trimestre “puede resultar paradójica” si se la analiza desde el punto de vista de la emisión monetaria de origen fiscal, que pasó a ser conservadora en el primer trimestre de 2022. El centro de estudios esgrime una justificación para eso: el “rezago con el que actúa la política monetaria” y “la distorsión de precios relativos que se venía acumulando, y que en marzo ha tenido una corrección todavía marginal, con ajustes de precios de combustibles y energía”.
Frente al debate acerca de qué hacer, los economistas de la Mediterránea rechazan el “enfoque gradualista” en un contexto en el que , la suba de precios se instala en torno al 60 % anual. Y ofrecen una “opción superadora de la pulseada gradualismo vs dolarización”. Se basa en la experiencia del Plan Real instrumentado por Fernando Henrique Cardoso en Brasil entre los años 93 y 94. Un programa de estabilización de shock pero “secuenciado”, que incluyó “una transición en la que se utilizó sólo en forma temporal la equivalencia de 1 a 1 entre la nueva moneda y el dólar”, recordaron. Y que se ungió de “credibilidad inicial”, agregaron, con un superávit primario del sector público que pasó de 2,3% del PBI en 1992 a 4,3% en 1994.
Sin embargo, la política fiscal es parte hoy de la discusión al interior de la coalición gobernante. Los economistas del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra) consideran precisamente que el acuerdo con el FMI “involucra el despliegue de un ajuste fiscal y monetario” que “no es otra cosa que una profundización de la política económica del primer semestre de 2021”, cuando la marcha de la reactivación iniciada en 2020 tuvo un impasse inducido por el programa “moderado” de Martín Guzmán.
En esta dominancia fiscal, sugiere Cifra, radica “uno de los hechos más notables” de esta reactivación, que fue “la debilidad que encontró el proceso de recuperación de los salarios reales a pesar de la reducción del desempleo”.
El centro de estudios recordó que la caída en la participación de los asalariados en el ingreso fue del 48% al 43,1% entre 2020 y 2021. A la inversa, el excedente apropiado por los empresarios subió del 50,5% al 54,3% del PBI entre 2020 y 2021, cuando en 2017 era de 46,4%. “Esto explica que la reactivación económica haya estado empujada por la inversión y, en menor medida, las exportaciones, mientras que el peso del consumo privado se desplomó a un nivel más bajo que el de la gran crisis de 2002 (61,8%)”, indicó.
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