A partir de esa constatación, los investigadores concluyen que “más allá de los discursos y de las intenciones, en la última década se han profundizado varios de los procesos característicos de la etapa neoliberal, entre ellos los muy elevados niveles de concentración y extranjerización de la economía doméstica”.
Como dato particular de los últimos tres gobiernos, agregan que la consolidación de los grupos extranjeros no implica que no haya habido lugar para el surgimiento de algunos grupos locales atados a negocios de obra pública, medios de comunicación o juegos de azar. Se trata, en definitiva, de la expansión de actores “que poco tienen que ver con fortalecer el desarrollo del país”.
El trabajo está organizado en dos segmentos, el primero de ellos aborda a los actores extranjeros presentes en la trama económica nacional, y el segundo se enfoca propiamente en los actores locales, o “lo que queda del capital nacional”.
Extranjerización. No es novedoso decir que la década de los 90, cuando se implementó la así llamada apertura económica, dejó como saldo una catarata de desregulaciones y privatizaciones que multiplicaron la presencia de capitales extranjeros en el país.
Lo que sí resulta innovador es sostener, como lo hacen los autores de manera documentada en el libro, que a partir de la caída de la convertibilidad ese proceso no sólo no se revirtió, si no que incluso se profundizó. “La estructura productiva en manos extranjeras es un legado del neoliberalismo que el kirchnerismo no revirtió, como demuestra la vigencia de la ley de inversiones extranjeras y los más de 50 tratados bilaterales que hoy nos atan de pies y manos para intentar cambios profundos”, sintetizó Schorr, quien citó al reciente acuerdo con China como el último ejemplo de ese tipo de políticas de Estado.
Dentro del concepto de extranjerización, aparecen al menos tres elementos a tomar en cuenta: el perfil de la especialización, la promovida idea de la reindustrialización del país, y por último el peso de los capitales extranjeros en la balanza de pagos.
El primero de ellos es clave para entender los límites que enfrenta la eventual voluntad de cambio estructural que cualquier gobierno podría demostrar, ya que durante la última década se consolidó el control de los capitales de origen extranjero sobre los segmentos más importantes de la economía nacional, como el agro.
“Son cada vez más los capitales extranjeros los que controlan los ejes centrales de la inserción de Argentina en los mercados mundiales, como pasa por ejemplo con las multinacionales agropecuarias”, subrayó el especialista, quien agregó que la persistencia de este poder económico “marca un límite objetivo a cualquier planteo redistributivo”.
Respecto a la reindustrialización, un concepto convertido en bandera de lucha en la construcción mediática del modelo nacional y popular, los investigadores prefieren reemplazarlo por el de la “sustitución inversa”.
Otro dato que marca el peso de las grandes firmas extranjeras es su influencia cada vez más decisiva sobre la balanza de pagos, ya que explican el 62% del total de ese indicador. “Generan dólares que a su vez remiten, por lo que son generadoras en parte de la restricción externa que padece el país”.
Grupos de cabotaje. Si bien la prominencia de los grupos extranjeros sobre la estructura económica nacional le vino al kirchnerismo en primera instancia como herencia, sí existe otro fenómeno peculiar nacido y criado bajo las administraciones de Néstor y Cristina: la aparición y consolidación de un conglomerado de firmas nacionales.
Este grupo, si bien marginal respecto a los grandes jugadores extranjeros, explica una porción nada despreciable de la facturación del sector privado.
“No estamos frente a un nuevo modelo, pero si existen ciertas rupturas que acompañan la consolidación de grupos viejos de la cúpula empresarial como Los Grobo, Techint, Aluar o Urquía”, afirmó el economista.
Todas, o casi todas, empresas que basan su expansión en el modelo que postula que la forma argentina de insertarse en la economía global de principios del siglo XXI es a través del neoextractivismo de las materias primas, sea el agro, el petróleo o las mineras.
La preeminencia de este tipo de firmas configuran un escenario caracterizado por el bloqueo de cualquier intento sincero de reestructuración industrial, el empeoramiento de la restricción externa, y la persistencia de salarios bajos.
Respecto a los nuevos integrantes de la cúpula empresaria, el libro destaca que está conformada por firmas que crecieron al amparo de la protección estatal, en sectores tales como la obra pública, la distribución de electricidad, los medios de comunicación, o los juegos de azar. “Son, hay que decirlo así, actores de cuarta que sólo crecieron bajo el abrigo estatal”, afirmó Schorr, quien agregó que aún así “están en la cúpula y explican el 10 por ciento de las ventas de los grandes grupos”.
En ese punto el experto insiste en señalar que, claramente, no se trata de una nueva burguesía nacional “aunque así lo declamen”.
Nudos estructurales. En un registro más histórico, el libro repasa lo que los autores consideran como los nudos estructurales que han condicionado, y lo siguen haciendo, las posibilidades de Argentina de acceder a un nivel de desarrollo superador de lo que marcan los indicadores de crecimiento.
En ese sentido enumeraron a la inflación, el déficit de la estructura industrial y la restricción externa como algunas de las trabas que periódicamente surgen como obstáculos.
Respecto a la falta de divisas, un cuello de botella presente hace largo tiempo en el capítulo económico de la vida nacional, explicaron que durante los últimos años se agudizó la crisis energética así como el déficit de divisas de las industrias, lo que estuvo acompañado —hasta el cepo— de remisión de utilidades y fuga de capitales.
Desde la visión de los autores, el modelo kirchnerista tal como ha sido planteado hasta ahora genera una “restricción eterna” al no atacar los nudos estructurales, si no por el contrario profundizar su impacto al permitir el fortalecimiento de estos grandes actores transnacionales.
China, capítulo aparte. La firma reciente de un acuerdo de inversiones con China levantó cuestionamientos y defensas casi por partes iguales entre analistas del modelo. Desde la visión de Schorr, Gaggero y Weiner un dato a tener en cuenta es la impresionante remontada de la participación del país asiático en las importaciones de bienes de capital por parte de Argentina: del 3% en 2005, hoy es del 21%. “Hoy China es nuestro principal proveedor de bienes de capital, es la idea de la sustitución inversa, como demuestra el ejemplo de las represas”, señalaron durante su exposición en la facultad rosarina, para agregar que en muchos casos se importan bienes o insumos que el país produce, pero que se ven desplazados.