¿Por qué no tengo todo lo que quiero? Y es seguramente una de las cuestiones que a muchos nos quita el sueño, digamos que es una de esas encrucijadas que la ciencia económica aporta algunas herramientas para acercarse a los niveles óptimos, aunque la solución final depende de cada uno y de la conformación del sistema económico en el que estamos inmersos.
Los griegos supieron llamar a este arte la "Oi-konomia". Una mezcla de administración y arte que no hacía mención al proceso productivo pero si a la gestión de los recursos y la distribución entre fines diversos. Luego la economía evolucionaría para involucrarse también en el análisis de la generación de recursos, la producción concretamente.
El punto de partida son los recursos escasos como el tiempo y los fondos ($). En el medio los múltiples fines a los que poder distribuirlos (un viaje, el auto, una casa) y para finalizar la ecuación, la racionalidad vendría por el análisis del costo de oportunidad (el costo de lo que dejo de hacer vs. el beneficio de lo que decido hacer). Si me voy de viaje, el costo de oportunidad, será el de no cambiar el auto.
Las opciones serán de consumo, ahorro, inversión, la combinación de todas y hasta también se acepta (aunque es anti-económico) el no hacer nada. Esta es una situación que debemos lidiar como individuos decisores, también lo debe contemplar el Estado en el cumplimiento de su rol.
Las familias venden trabajo a cambio de un ingreso; las empresas compran trabajo y venden bienes o servicios; el Estado recauda impuestos y brinda servicios. Todos con diferentes escalas tenemos limitaciones a resolver y si somos ordenados, un presupuesto que cumplir. Las restricciones son para todos, independientemente de las escalas de ingresos o recursos, siempre serán finitos.
Eso sí, podes estirar tu restricción presupuestaria solicitando asistencia (créditos) de forma transitoria para expandir tu consumo o realizar alguna inversión más rentable que el costo del prestamos o si el beneficio social así lo justifica. La mala noticia es que las cuentas en algún momento llegan y hay que pagarlas. O sea que culpar a quien nos presta de poco sirve, si en la génesis de la problemática vivimos más allá de las posibilidades. ¿Te suena familiar?
El dilema es que si generar más recursos no es viable en el corto plazo, la cuestión a resolver es cómo gastar o invertir en forma eficiente (asumiendo que hay un componente subjetivo en lo que para cada cual es ser eficiente).
La escasez en definitiva nos obliga a elegir y a priorizar.
La economía aporta pistas a las cuestiones relacionadas con el: que producir, para quien, como, cuando y adonde hacerlo. Para ello se necesita de un sistema organizado que le de contención y reglas a esta sucesión de enigmas.
El clásico del fútbol pero en términos económicos, se traduce entre el modelo de dirección central (con un Estado que avanza sobre las decisiones privadas) y el modelo de mercado (que se enfoca en los precios como regulador de las decisiones privadas). No es objeto discutir cual es el mejor.
Lo cierto es que en una economía con reglas que comienzan a estabilizarse, la planificación y el presupuesto vuelven a cobrar vida, no para resolver el problema de fondo "de querer todo y no poder lograrlo", sino de acercarse a determinados objetivos bien pensados que no confisquen nuestro futuro (ejemplo, involucrarse en un crédito de 30 años).
El gobierno nacional presento por estos días, el presupuesto 2018. Una guía de cómo se distribuirán los recursos crecientes (según recaudación de la Administración Federal de Ingresos Públicos +33,5% interanual ago17 - ago16), con un crecimiento estimado del 3,5% enfocado en la inversión, el consumo y la obra pública como ejes que dinamicen la economía, así como también con una inflación que rondaría el 15,7%. En un año pre-electoral, la economía y sus resultados seguramente serán eje de campaña.
Otros ejes son: reducir el déficit, profundizar las deudas en infraestructura y definitivamente trabajar para "amigar" un sistema tributario asfixiante, que expulsa cualquier intento de inversión productiva y por consecuencia profundiza la brecha de los expulsados del sistema.
Se afianzará la contención social (+22%) y lo novedoso es que el gasto en subsidios caería un -16%, en un contexto en el que la pobreza ronda los 28,6% (personas) y la indigencia 20,4% (hogares). Finalmente y para dimensionar la problemática, equivaldría a un 10% de los subsidios económicos a Energía (103.692 millones de pesos) considerando la brecha monetaria promedio de los hogares pobres ($-5.827) vs. canasta básica total promedio ($ 15.470).
Estaría buenísimo disponer recursos infinitos, nos posibilitaría estar en dos lugares a la vez y eso aun no se ha inventado. Todo tiene su costo y restricciones, por ende beneficios. Del saber priorizar, organizarse adaptativamente y ser consecuentes a lo largo del tiempo dependerá el éxito de tener todo lo que quieras pero fundamentalmente de querer todo lo que tengas.
De esto también se trata la economía.
Por Gustavo Helguera