El largo y duro conflicto en General Motors volvió a registrar ayer otro día de
fuerte tensión en la planta de Alvear, al punto que estuvo a un paso de convertirse en un corte de
la autopista Rosario-Buenos Aires por parte de los trabajadores. La protesta finalmente quedó
circunscripta al bloqueo de las salidas de la fábrica con quemas de gomas hasta el atardecer.
En ese momento, en una asamblea en el estacionamiento de la fábrica, la
propuesta de la comisión interna quedó en firme: esperar hasta la reunión que tendrá la conducción
nacional del Sindicato de Mecánicos y Afines (Smata) con directivos de la empresa otra vez en el
Ministerio de Trabajo de la Nación, después de que el jueves bien entrada la noche fracasara el
enésimo intento por alcanzar un acuerdo.
Desde el 17 octubre en que se disparó el conflicto tras el despido de 435
operarios hasta ahora, algunos de los puntos planteados de los dos lados se fueron cerrando,
mientras que otros ganaron en importancia a medida que mutó el escenario económico. De allí que en
estos días estén empantanados básicamente en cláusula de garantía de estabilidad laboral hasta fin
de 2009 y en la reincorporación de 39 contratados.
El primero de estos dos puntos no es menor para muchos de los operarios, que
ayer daban por concluida la vida del Vitara en la planta rosarina, quienes no ocultaban la
preocupación por su continuidad laboral a la vuelta de las vacaciones en marzo. Lo mismo que
algunos de los trabajadores del área de pintura, que se prevé robotizar. En total, son más de
200.
El hastío y el cansancio de los negociadores de los dos bandos se hace cada día
más palpable, al punto que pese a que la segunda conciliación obligatoria caduca pasada la
Nochebuena, se habían autoimpuesto que ayer debían hallar una solución tras dos extensos meses de
jornadas maratónicas en oficinas oficiales y cónclaves informales.
Tampoco la fecha fue azarosa. Era el último día de producción de la Vitara en
Rosario y el comienzo del primer receso productivo del verano hasta el 5 de enero. Informalmente,
la empresa había quedado en que le daría una respuesta al gremio en torno al mediodía después de
sostener una nueva conversación con sus superiores en Detroit.
Pero al ver que esa contestación no llegaría, al menos favorablemente,
trabajadores bloquearon las salidas de la planta. Buscaban frenar al menos un convoy de 40 camiones
cargados de Corsa y Vitara como protesta y armar una gran asamblea a las 15, cuando con los
operarios de ambos turnos, ya que es a esa hora que se produce la rotación.
Sin embargo, a partir de allí se desató un veloz juego de ajedrez por controlar
la situación. Inmediatamente, la empresa adelantó el cierre del turno de la mañana una hora y media
y comenzó a llamar a los operarios del segundo turno para que no se presentaran a trabajar.
El estacionamiento de la fábrica se transformó en un hervidero, el sol y las
gomas ardiendo en la puerta colaboraban en calentar aún más el ambiente. Los celulares estaban al
rojo vivo y los ánimos de muchos operarios no le iban a la saga. Los planteos de cortar la
autopista Rosario-Buenos Aires aún se siguieron escuchando hasta bien avanzada la asamblea.
Pero la moción que primó fue postergar cualquier medida hasta conocer el
resultado de la reunión del próximo lunes. Después de estar en varias oportunidades cerca de
cerrarse un acuerdo y volver casi a foja cero en otras tantas, ninguna de las partes arriesgó
opinión sobre lo que pueda ocurrir en ese encuentro.
Apoyo brasileño
Un hecho que no pasó desapercibido ayer entre los operarios de GM fue el arribo
de un delegado gremial del complejo industrial que la compañía tiene en Brasil. Habló y sorprendió
a más de uno con la visión que deberían tener los trabajadores de una industria globalizada como la
automotriz y la necesidad de articular un frente común.